Final extendido: Parte II

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N/A: Dos cosas: Uno: Sé que algunos de los lectores son menores, y no voy a ponerme a pedir identificaciones, pero recuerden que lo que sigue es +18.
Y dos: no sé escribir escenas de sexo, así que alv, lo dejo así y me disculparé luego*

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Aquel beso no se parecía a ninguno que Shigeo hubiera tenido antes. Era fácil saberlo para Reigen por cómo se comportaba. Acarició suavemente su piel entre besos, bajando lentamente por su cuello, su pecho, su abdomen, y más allá de la rala alfombra renegrida de su pubis.

Estaba mojada. Pero aún no era suficiente.

Sintió a Shigeo estremecerse ante su toque, pero no rechazarlo. Era hábil con sus manos; estaba seguro de poder hacerlo sentir bien así.

Miró al chico, atento a cualquier señal de incomodidad. Por un momento sólo se dedicó a poner atención a lo que hacía su maestro, como excusa para no mirarlo a la cara. Pero luego tiró la cabeza hacia atrás sobre la almohada y se dejó hacer.

Con los ojos cerrados y los labios ligeramente entreabiertos, suspiraba y gemía bajito con ese íntimo masaje. Sus pestañas temblaban como las alas de una frágil mariposa cada vez que los dedos que untaban sus propios fluidos alcanzaban su pequeño botón de placer.

Reigen capturó un pezón entre sus labios, arrancándole un gemidito de sorpresa: quería que se relajara, pero tampoco que se durmiera.

Volvió a ubicarse encima y colocó su erección entre sus labios. Comenzó a frotarse contra la zona ya estimulada, acostumbrándolo a la cadencia que luego lo recorrería por dentro.

Shigeo le rodeó el cuello con los brazos de motu proprio, mientras el rubor que había invadido su rostro colonizaba también sus hombros y su pecho.

Su aliento se mezclaba, denso y estimulante. El castaño se acercó a milímetros de su boca, y el menor no tardó en querer robarle un beso. Reigen dejó que sus lenguas se acariciaran por un momento antes de interrumpir el contacto. Una y otra vez, lo llenó de pequeños besos que variaban en intensidad y duración, pero siempre terminaban antes de que obtuviera lo que quería. Veía a Shigeo estirarse por más, hambriento por su boca, desesperado por sus labios. Era justo lo que buscaba: lo necesitaba más excitado para lo que seguiría.

Dejó que el siguiente beso se prolongara y Shigeo obtuviera de él lo que quería. Reubicó la punta de su miembro y presionó contra su virginal entrada cuando lo sentía distraído.

Shigeo cortó abruptamente el beso; volvió a tensarse.

-¿Quieres que me detenga? -preguntó.

Shigeo no respondió. Respiraba profundo y agitado, pero no respondió.

Reigen prosiguió. Shigeo reajustó su agarre en torno a la espalda del hombre, sujetándose con fuerza.

-¿Debo parar?

De nuevo no respondió. Reigen buscó verlo, pero era difícil, tan fuerte se abrazaba a su cuello. Vio su perfil: tenía los ojos fuertemente cerrados y se mordía los labios. Entonces Reigen entendió lo que estaba haciendo, recordó por qué hacían eso. No era un caprichoso deseo del muchacho: realmente estaba decidido a romper la maldición. Insistió una vez más entre sus piernas, resuelto a cumplir su parte.

-¡Sí~!- chilló entre dientes su respuesta al fin, mientras su piel se abría ante un cuerpo extraño, pero Reigen fingió no escucharlo. Si tenía que detenerse y volver a comenzar, sólo lo haría sufrir el doble.

Se detuvo y esperó a que Shigeo se acostumbrara a su intrusión. No tenía caso preguntar si le dolía, sabía que sí. Aplastó sus labios contra su hombro en un largo y firme beso para decirle que todo estaba bien. Luego descansó su mejilla contra la suya y respiró lentamente junto a su oreja. Esperaba que el sonido de su respiración tranquilizara también la del muchacho.

Cuando sintió que se había relajado lo suficiente, se apartó un poco buscando verlo a la cara.

Shigeo volteó a él. El maestro estaba casi sonriente y parecía querer decirle algo con la mirada, pero no sabía qué. Y finalmente entendió: ya estaba hecho, se había unido completamente a su maestro, estaba vistiendo su desnudez con su propia piel. Con los ojos acuosos y la respiración aún desordenada, Shigeo sonrió su sonrisa más radiante y feliz. El maestro le sonrió también, orgulloso, y lo besó nuevamente en los labios. Dejó que Shigeo guiara el beso; se lo había ganado.

Comenzó a moverse lento y con cuidado. Tras las primeras embestidas, Shigeo comenzó a sentir el placer de esa caricia interna mezclado con el dolor, aflorando con cada nueva embestida y ganando terreno. Las sensaciones no eran en todo momento cómodas, pero lo que realmente importaba era la completa aceptación hacia ese hombre que se las provocaba.

Disfrutó de sus manos agasajando su piel; aunque era la primera vez que lo tocaba de esa manera, se sentía increíblemente familiar: no había nada de qué guardarse o pedir permiso.

El maestro parecía permitirse aumentar la intensidad cada vez que Shigeo creía comenzar a acostumbrarse a ello. El chico volteó a verlo: tenía el rostro afiebrado, la mirada intoxicada. Algunas hebras de cabello se le pegaban a la frente por el sudor.

Reigen se sorbía el labio rogando que su estrechez y sus contracciones le dieran una tregua y le permitieran hacerla llegar primero. Se descubrió atentamente observado por su chico, y Shigeo pudo ver un brillo amorosamente malicioso en su mirada cuando el mayor decidió que era hora de terminar. Sólo esos ojos hubieran bastado para hacerlo llegar al clímax, pero obtuvo mucho más que eso.

Sintió su cuerpo deshacerse de placer bajo el peso de sus caderas, y cuando sus latidos alcanzaron una velocidad que creía imposible, un frío rayo eléctrico atravesó el calor de su cuerpo desde su vientre directo al corazón, destinado a detenérselo. Por un momento se creyó morir, cuando esa sensación efervescente y desbordante inundaba su cuerpo, exaltando todos sus sentidos y obnubilándolos a la vez. Jadeó por aire como un hombre ahogado subiendo a la superficie. Se sentía flotando a la deriva en un mar surreal de colores sepia y sonidos lejanos. Sólo el calor del hombre a su lado se sentía real.

Se sintió caer como una pluma mientras el placer que se extendía por su cuerpo parecía una marea que llevaba su oleaje a costas cada vez más lejanas. Su maestro se separó de él y el nuevo hueco en su cuerpo extrañó su presencia de inmediato.

El maestro se irguió en la cama. Pudo apreciar todos los detalles de su torso masculino. Se veía tan alto…

Él lo tomó por las caderas, y colocó sus piernas en una posición que le permitiera entrar y salir de él tanto como quería. Su carne estaba aún tierna por el orgasmo reciente, y sus movimientos en el cuerpo sobreestimulado lo estaban deshaciendo en gemidos. Reigen no se detuvo hasta que la satisfacción del deber cumplido no fuera la única que obtuviera.

Se desplomó sobre Shigeo. Intentó detenerse con los brazos pero estos le fallaron, temblorosos, y cayó sobre él. Inhaló profundamente el calor de su pecho, y luego rodó a su lado y sin más se quedó dormido.

(Continuará...)

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N/A: *me disculpo.

Full MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora