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Los rayos de sol de medio día entraban por la ventana del salón principal

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Los rayos de sol de medio día entraban por la ventana del salón principal. Una chica de cuarto año leía un libro mientras escuchaba a un malhumorado Puckwudgie quejarse de los humanos.

–Los Pukwudgies no deberíamos estar aquí protegiéndolos, deberíamos estar mejorando nuestras flechas, o cualquier cosa que nos mantenga lejos de los humanos– se quejaba con la voz ronca y a la vez quitaba el polvo de una estatua de los fundadores de la escuela.

–La vida es injusta– comentó Aria Kettleburn, la chica de cuarto año. Ya estaba acostumbrada a las quejas de estas criaturas. No lograba comprenderlas, siempre se quejaban de que trabajar para la escuela era un martirio, pero cada año, seguían sirviendo y protegiendo a la escuela; además, sabía que en el fondo, les gustaba trabajar en la escuela.

Lo único en lo que Aria se asemejaba con los Puckwudgies, era el nombre de su casa. En la escuela americana Ilvermorny de magia y hechicería existían cuatro casas: Puckwudgie (a la que ella pertenecía), Wampus, Thunderbird, y Horned Serpent.

Cada casa representaba una criatura. Thunderbird representaba a la majestuosa ave que creaba truenos, Horned Serpent representaba a la grande serpiente semejante a un dragón, Wampus, por su parte, era un elegante pantera, y finalmente Puckwudgie, que representaba a estas valientes criaturas de dos o tres pies de altura.

–Sabes, William– después de quedarse en silencio por un largo momento, Aria miro a su más cercano amigo Puckwudgie (si eso se podía decir a una amistad en la que tres veces, había tenido conversaciones con él sin que se quejara de los humanos)– Me mudaré a Inglaterra, así que esté fue mi último año en América.

–¿Y quieres que te haga un pastel?– se rió sarcásticamente esperando a que la chica Kettleburn se enojara, pero le sorprendió que ella solo soltara una pequeña risa triste.

–Creo que voy a extrañar Ilvermorny, mis amigos, y a los Puckwudgies.

El silencio se hizo un poco denso por los cristalizados ojos de Aria. El Puckwudgie no sabía qué decir, no era bueno hablando con los humanos. Lo más racional para el momento fue:

–Posiblemente no me olvide de su desfigurada cara– aunque en una situación normal esa no sería la despedida más cálida, para Aria fue muy agradable de parte de él.

En la salida vio a su padre esperándola en su último día de escuela.

–Nos veremos pronto, William– no pudo evitar mostrar una gran sonrisa– yo también te extrañaré– ante su último comentario, William bufó con desagrado y Aria rió, pues sabía que reaccionaria así.

Sin más, agarró su libro y corrió donde se encontraba su padre haciendo que su capa azul se moviera en contra del viento.

– Hola, papá– le saludó con un abrazo.

–Buenas tardes, Aria– el señor Kettleburn, era un hombre alto y serio. Rara vez sonreía, y las veces que lo hacía, era cuando estaba con su familia. Tal y como lo estaba haciendo ahora– ¿Te despediste de tus amigos?

Secrets ☾R. LupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora