❀Luna llena❀

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Los gritos de Remus se hacían cada vez más desgarradores, su cuerpo se empezó a doblar en ángulos anormales

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Los gritos de Remus se hacían cada vez más desgarradores, su cuerpo se empezó a doblar en ángulos anormales. Quería gritarles que se vayan, pero apenas podía con su lucha interna. Sabía que estaban ahí.

Escondidos.

Y tenía razón. Todos ya estaban en su forma animaga viendo a uno de sus mejores amigos morir poco a poco. Porque eso parecía muerte. ¡No! Peor que la muerte, y lo que más dolía era que esa no era la primera vez y tampoco sería la última. Esperaban que la transformación terminara rápido, pero era más larga y terrible de lo que creían.

Los últimos pedazos de Remus trataron  de controlarse a si mismo lastimándose, luchando por quedarse como humano en vano. Sus ojos perdieron el último rastro del chico y pasaron a ser de un animal completamente diferente.

Todos sintieron miedo de acercarse, nadie lo iba a negar. El hombre lobo no era conocido por tener la mejor relación con los humanos, menos con los magos, pero en ese momento tenían una ventaja: eran animales. Técnicamente.

La loba fue la primera en salir de su escondite.

Para James, Sirius y Peter era la primera vez que veían a su amigo en su forma más salvaje, y también era la primera vez que ven a una loba con lágrimas en los ojos.

–¿Remus?

Todos dirigieron su mirada a la loba, porque al parecer ninguno podía hablar, pero podían comunicarse y entenderse.

Quien solía ser Remus mostró sus colmillos dispuesto al ataque– ¿Quiénes son ustedes?

–Somos tus amigos –el perro se acercó un poco– Claro, si tu nos dejas. No venimos a hacerte daño, solo te haremos compañía.

El hombre lobo dejó de gruñir y enseñar sus dientes. Podía olfatear que no le harían daño.

–¿No recuerdas nada de ti... humano? –Remus empiezó a caminar por la habitación, igual que los demás.

–Yo no soy humano, tampoco soy un lobo. Cualquier faceta de mi era, es y será siempre un hombre lobo.

La pequeña rata chilló de miedo.

–Pero ese chico del que hablan es completamente diferente a mí, no somos el mismo. Solo estamos atascados en el mismo cuerpo.

El hombre lobo empezó a rasgar sus brazos y cara, todos podían oler que estaba ansioso.

–Está bien, está bien –lo detuvo el ciervo acercándose– Podemos jugar contigo, pero no te hagas daño –con ayuda de su cornamenta, alejó las garras del cuerpo del hombre lobo.

–¿Qué vamos a jugar?

La loba movió la cola ansiosa– Veamos... ¿¡quién llega más rápido a ese piano?! –ladró. Todos se emocionaron por jugar toda la noche, haciendo de la cabaña un desastre.

Secrets ☾R. LupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora