Dónde Aria Kettleburn conoce a los merodeadores y se ve obligada a desarrollar el arte de guardar secretos.
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[ 1975 -? ]
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No hablaremos de cómo la profesora McGonagall se disgustó al ver a gran parte de los estudiantes mayores del colegio, bajaron al banquete de Halloween, ni como, molesta, vociferaba que al menos todos deberían usar la capa del colegio para tener un poco de respeto hacia el uniforme. Todos sintieron lástima por Kelvin y el castigo que le tocaría.
El profesor Dumbledore mostró simpatía al ver a tantos estudiantes con peinados poco comunes, sombreros, máscaras o caras pintadas. Le parecía que desde su puesto, la masa de estudiantes era mucho más colorida y alegre que de costumbre, sin embargo la cara de la profesora McGonagall mostraba su desacuerdo con el director.
Pero hoy nos enfocaremos en un grupo de amigos de Gryffindor de quinto año. Allí se podía ver una pelirroja pálida con colmillos, otra con un moño que lucía incómodo, y otra con una trenza suelta con pequeños caracoles decorándola además de escamas en su cuello. Enfrente de ellas se encontraban un pálido chico con colmillos, un pirata con tatuajes que seguramente se quitarían con agua y jabón, una ave de trueno, y la muerte, aterradoramente tímida.
–¿Aria, tú no tenías ese mismo disfraz?– le preguntó la vampiresa indicando el disfraz de Peter. Aria asintió arrugando la nariz recordando lo horrible que le quedaba.
–No puede ser– se quejó él ave– te hubieras puesto ese disfraz y no haría el ridículo solo.
–Si me lo hubiera puesto yo, hubiéramos hecho el ridículo de todas formas– le recalcó la bailarina.
–Si, pero...– él ave buscó una excusa–... pero hubiéramos pasado el ridículo juntos, como amigos.
–Tienes razón– la bailarina estiró su boca en una línea recta– la próxima haremos él ridículo juntos.
–Yo creo que tú disfraz es genial–le dijo la muerte de repente. No sabía por qué lo hizo, solo fue espontáneo.
–Yo creo que tu maquillaje es genial– le respondió la bailarina con el mismo tono. Se sonrieron. Nadie notó la vibra que hubo entre los dos a excepción de la vampiresa pelirroja.
–Ajá, pero mi maquillaje de payaso era mucho mejor que tu intento de calavera– alardeó el pirata. Todos se rieron y le dieron la razón sarcásticamente.
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