❀Emporio de la Lechuza❀

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Osiris, con la misma majestuosidad de su nombre, los veía de forma altanera desde el filo de un anaquel alto; no tenía intención de bajar de su trono por más que ellos lo rogaran

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Osiris, con la misma majestuosidad de su nombre, los veía de forma altanera desde el filo de un anaquel alto; no tenía intención de bajar de su trono por más que ellos lo rogaran.

Gus, que probablemente se había arrepentido de haber ido aquel preciso día, sacó su varita harto y apuntó al gato.

—¡No, Gus! Lo asustarás.— Aria se interpuso al ver cómo Osiris veía a Gus sospechoso, con sus ojos azules.

—Solo es una gato, ¿qué va a hacer? ¿Comerme?

Aria suspiró rodando los ojos. Osiris era el gato que probablemente le daba más dolores de cabeza al señor Florenzi, su nuevo jefe, y entendía por qué; Osiris era un gato de pelaje crema por casi todo el cuerpo, exceptuando la cara, las orejas, la cola y las patas, que estaban cubiertas por pelaje oscuro. De espíritu rebelde y libre, lograba escaparse siempre de la tienda y aparecer en los lugares menos esperados. Invocó una cuerda gruesa y brillante que había en la tienda y volvió a llamar a Osiris mostrándole de incentivo la cuerda brillante. Por fin quitó su pose defensiva, y ella supo que mostraría colaboración para bajar. Se subió en una escalera y lo cargó mientras dejaba que él mordiera la cuerda. Sus anteriores dueños le habían cortado la cola y desde entonces tenía un poco de problemas al momento de caer de ciertas alturas.

Sabía que era una mala idea tener que cargar gatos, por las alergias de su madre, quien estornudaba cada vez que llegaba a casa desde su trabajo hasta que la mandaba a limpiarse con todos los hechizos posibles la ropa hasta que no hubiera rastro alguno de pelos de gato. Pero al ver los azules ojos asustados de Osiris, no podía evitar tener la necesidad de cuidarlo de cualquier daño posible.

—¿Ves? No había necesidad de una varita.— Gus rodó los ojos guardando su varita dentro de su bota marrón.

—Bueno, yo solo tenía planeado ayudar con la venta de mascotas, no con el cuidado.

Era verdad, Gus prefería hacer el inventario de la comida, las correas, las camas para las mascotas, y hacer las transacciones en general. A Aria no le molestaba hacer eso, pero honestamente disfrutaba más cuando cuidaba o curaba a los animales. Supuso que cuando se convirtió en animaga, si bien no podía hablar con los animales como en su forma animal, lograba entender mejor los sentimientos o estados de ánimo de los animales en su forma humana.

Escucharon la campana de la puerta anunciar la entrada a la tienda. No era ningún cliente y eso sacó una sonrisa enorme de parte de Aria.

—¡Remus!— Aria se acercó desde el mostrador hasta donde el castaño yacía parado con un delgado ramo de flores.

—Hola, preciosa.— Remus la abrazó y le dio un rápido beso dispuesto a admirar su rostro sonriente unos segundos más.

—¡Dios, te extrañé tanto!

¡Dios, no me dejes de mal tercio!— Gus imitó el tono de voz de Aria y recibió sus ojos rodando como reacción.

Remus le brindó una sonrisa en forma de disculpa a Gus y se presentó estirando su mano. Al escuchar su nombre lanzó una rápida mirada a Aria de reojo, si expresión prácticamente gritaba "Ah, ¿con que él es Remus de historia?"

Secrets ☾R. LupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora