❀Remus y Bella❀

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Él sabor a cereza abandonó los labios de Remus. Él apenas lo notó. Seguía con la cabeza en las nubes, pensando en su amiga americana, en la forma en la que algunos mechones se arrimaban en su mejilla cuando estudiaba, o en la forma en que cruzaba sus piernas, o en lo pequeño que se veía su cuerpo dentro de la capa del uniforme.

–Tengo que irme– informó Bella arreglándose el labial mientras se veía en un pequeño espejo que había sacado de su bolso.

–¿Nos veremos mañana?– preguntó Remus arreglándose la corbata. Accidentalmente dejó caer una escoba. Trató de levantar la escoba haciendo caer otras en el intento. Murmuró una grosería.

Bella lo miró un segundo a los ojos pero enseguida siguió arreglándose y confesó sin mirarlo a los ojos– Estas raro. ¿Qué pasa?

–Nada.

–No, en serio. Dime que te pasa.

Remus rodó los ojos, enserio le estaba empezando a parecer molesta la actitud de su novia. Era el mismo sentimiento que sentía cuando sus padres no le dejaban salir en vacaciones para ver a sus amigos– Estoy BIEN.– Cerró sus ojos arrepintiéndose por su su actitud y se disculpó en un murmullo.

–Está bien. Nos veremos mañana– dijo sonriendo y robándole un beso en los labios antes de salir del armario de las escobas. El siguiente pensamiento que se le pasó por la mente a Remus, en su perspectiva, no tuvo lógica pero parecía que solo él lograba entender el misterio de su mente: ¿Cómo es que Bella dejaba que la tratara así? Nadie debía dejarlo pasar tan a la ligera el maltrato de un idiota, incluso si el idiota era el mismo Remus.

«De seguro Aria me hubiera insultado en italiano», pensó.

Si, Remus admitía que era un imbécil por pensar en Aria cuando besaba a su novia, pero últimamente le resultaba casi imposible no hacerlo. Si tan solo pudiera ser como el anterior año, que solo se fijaba en las galaxias interminables que Aria guardaba en sus ojos. Ahora sentía sus iris eran solo pequeños infinitos en el gran infinito que era Aria Kettleburn.

Ella no era solo una cara bonita; era el olor de un libro nuevo, era el sabor del chocolate, era el solo de guitarra en su canción favorita...

–Por favor, Lunático, ¿en serio piensas eso en lugar de dormir? Son las...– James se colocó sus anteojos y con forzando sus ojos, miró su reloj– ...3:25 de la madrugada.

–Fuiste tú el que me preguntó qué tan mal estaba con Bella.

–Si, pero pensé que me mandarías al demonio, dejarías de jugar con esa maldita pelotita de hule, y te pondrías a dormir.– Remus dejó silenciosamente su juguete anti estrés en el piso– No esperaba que me contaras que te volvió a gustar Aria y todas las mierdas cursis que piensas sobre ella.

–Yo no...– pero esta vez no fue James quien lo interrumpió, fue él mismo. El hecho de que James lo haya dicho en voz alta lo hacía de cierta forma oficial. Ya estando a finales de su sexto año, superando su baja autoestima debido a su licantropía y entrando a una etapa en la que todo parecía importarle un pepino, podía al fin reconocer que le gustaba Aria.– Tienes razón. Lo siento.

James suspiró cansado y frotó su tabique llenándose de paciencia.

–Mira, Lunático. Es solo que tengo sueño, pero te aseguro que si estuviera completamente despierto te diría... que te diría que... Aria diría que...– los murmullos se fueron silenciando poco a poco hasta que Remus confirmó que se estaba quedando dormido. Con la curiosidad carcomiéndole la cabeza le lanzó una almohada. James pegó un grito ahogado– ¡No estoy dormido!– James envidió por un segundo la profundidad de sueño de Peter y Sirius, que no parecían inmutarse por todo el ruido que hacía Remus en la madrugada.

Secrets ☾R. LupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora