Epílogo

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Narrado por Klaha

18 Años después.... 

Los días después de esa noche se hicieron largos, tan largos que parecían nunca acabar. Las noches eran eternas y su recuerdo volvía a perturbar en mis sueños.
Desaparecer fue la mejor opción, la conmoción de ese día me hubiera vuelto loco y de ser por eso hubiera cometido cualquier otro gravísimo error. Acabar con la vida de Arthur fue mi mejor manera de vengar su muerte, pero aún así no me alcanzaba, eso no la traería de vuelta.

No iba a vengarme más, una de las cosas que más me quedaron guardadas de su persona era esa: La venganza no es más que un sentimiento reprimido de darle importancia a las cosas que no se lo merecen.

¿Habrá pensado realmente que no se lo merecía?
Hubiera vengado su existencia hasta que la humanidad desapareciera, pero me limité a hacerlo, dejando que se pudra todo tipo de sentimiento de rencor, odio y resarcimiento por el amor que sentía por ella.

Cuando logré deshacerme de aquel repulsivo ser que me había logrado esclavizar tantos años en su clan no pude hacer otra cosa más que mirar.
Mirar con todo el dolor que jamás creí sentir, aquella terrible escena que había acabado una historia. Una historia que había hecho que tantas risas, tantos sueños, tantas lágrimas terminaran de un soplido. Así sin más, en un abrir y cerrar de ojos. La incoherencia e ignorancia de algunos cuesta la vida de otros, pensé. ¿Pero qué iba a hacer?
Ya no podía hacer nada, lo hecho, hecho estaba y su cuerpo helado y sin vida se encontraba frente de mí observándome silencioso. No pude decir nada al respecto, más que sentir arrepentimiento y odio hacia mi por no haber sido capaz de defenderla cuando pude.

Ya no tenía la razón por la cual vivir, por la cual caminar en este mundo. Ya... No había sentido que me haga querer sonreír una vez más. Se había ido. Me había dejado y lo último que le pude decir, era que yo iba a ser la única persona que podría matarla. ¿En qué estaba pensando para creerme verdaderamente tan importante?

¿En qué mente cabría eso?

El corazón guarda tan profundos y oscuros sentimientos que, por alguna cosa u otra, los dejas ahí, esperando un después para decirlos y en realidad, quizá ese después no llegue nunca.

Quizá sintió lo mismo aquella vez, tantas cosas por hablar y tan pocas palabras por decir. Sin embargo, cuando los actos no alcanzan como uno desearía las palabras intentan salirse por cualquier lado. Pero... ¿Cómo hablarle a alguien que ya no está? ¿Cómo lograr enamorar a alguien que ya no existe? ¿Cómo lograr remediar todo el daño causado si ya no hay ningún remedio que regrese el tiempo atrás?

En algún lado de mi cabeza, siento vergüenza de mi mismo. Vergüenza de no haber sido capaz de decir las cosas cuando debería haberlas dicho, de no tener el valor de intentar hacer perfecto lo que siempre fue y de no ver lo que creía sentir en verdad.

Buscando la imperfección dejaba de lado aquellos instantes que se tornaban casi perfectos. Los sueños deseados ya no eran más que ideologías bizarras de algo que podría haber sido pero que nunca fue y que tampoco será. Ya no.

Imaginar un futuro con una persona es como escribir un libro salteándose capítulos y mi libro sin lugar a dudas se había hecho cenizas antes de que lo pudiera retomar.

Ya no había futuro en mis historias, al menos no les veía uno, no encontraba ese final feliz del que todos los humanos hablan. Pero si hay algo de lo que  ahora realmente soy consciente es que uno si puede morir de amor, con la diferencia de que yo llevaba muerto mucho tiempo.

Llegué a pensar que todo había sido mi culpa. Absolutamente TODO, desde el comienzo. Desde aquel comienzo en el que cruzamos las miradas y que todo el mundo se quedó petrificado en ese preciso instante. Ni el hielo era tan rígido como esa milésima de segundo en la que nuestros mundos se juntaron a través de nuestros ojos. Llegué a sentir que no tendría que haber entrelazado su mirada con la mía pero ya era demasiado tarde.

Reivindicación de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora