Capítulo 24.

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¿Estás seguro de eso?—Yo estaba en completa negación ante sus palabras.
—No sé cual es su nombre, pero sé que no fue un simple vampiro el que asesinó a nuestra familia—Respondió.
Klaus—Dije por lo bajo.
¿Qué?—Preguntó confundido.
—Klaus Mikaelson. Ese es su nombre—Volteé mi vista hacia su rostro.
¿Lo conoces?—No respondí—¿¡Conoces a ese bastardo, Emily!?—Insistió alzando la voz.
Más de lo que me gustaría—Le respondí y me puse de pie.
¿A dónde vas?—Lo oí preguntar a lo lejos. Pero no le di demasiada importancia y seguí caminando.

Me dirigí a la salida del cementerio para irme a la casa Mikaelson a enfrentar al hipócrita de Klaus. Lo que Christopher me había dicho me desconcertó por completo, sentía dolor pero la ira le ganaba. Llegué con rapidez a la casa Mikaelson y me paré en el centro de la estructura.

¡¡Niklaus!!—Grité y él salió de inmediato.
Oh, hola amor—Dijo con tranquilidad el gran infeliz.
No me llames más así—Entre dientes. Su expresión cambió a seria.
¿Qué es lo qué te ocurre ahora, Emily? ¿Es por lo de Davina? Ya olvídalo, la bruja era inútil—Preguntó con desinterés mientras bajaba las escaleras.
Tú mataste a mi familiaRespondí con rabia. Abrió sus ojos como platos.
E... Eso no es ciertoDecía tartamudeándo.
—No te hagas el inocente, Klaus—Estába realmente furiosa. Comencé a golpearlo y él no se resistía. Su nariz sangraba y mi rostro estaba cubierto de su sangre—Pasé mi infancia en la calle. Mis padres adoptivos me maltrataban, me dieron la espalda. Creí que contigo encontraría un poco de felicidad y me decepcionaste otra vezLe decía miéntras lo seguía golpeándo—¿Por qué no me golpeas? Hazlo, golpeame. Sé que quieres hacerlo. VamosLo empujaba contra el muro varias veces.
No, no quiero. No lo haréMe apartó.
No volverás a verme por el resto de tu miserable inmortalidadDije y me volteé para irme.
Emily yo...Detuve mi curso.
¿Qué?Le interrogué con rabia y volteé mirándolo.
Te amoRespondió firme.

Me volteé rápidamente dándole la espalda, llevé mi mano sobre mis labios y una lágrima recorrió mi mejilla. Esas eran las únicas dos palabras que quería escuchar salir de sus labios pero no podía dejar pasar la historia que Christopher me había contado. Sentí su respiración chocar contra mi cuello y volteé mirandolo sobre mi hombro.

—Te amo y te lo diré las veces que sean necesarias para que me creas—Dijo y acarició mi mejilla.
—No quiero que me lo digas—Aparté su mano. Intenté convencerme de que lo que dije era cierto.
—¿Qué quieres que haga?—Me preguntó. Sus ojos expresaban tristeza y arrepentimiento.
—Cuéntame tu lado de la historia—Mi voz fue firme a igual que la mirada que le dirigí.

Klaus me hizo un gesto con su brazo señalandome la escalera, comencé a subir y él subió detrás de mi. Nos dirigimos a su habitación y salimos hacia el balcón, recargué el peso de mis brazos en el barandal de éste.

—Te escucho—Le dije sin mirarlo. Mi mirada estaba enfocada en la espectacular vista de la ciudad desde allí arriba.
—No sé quien te lo dijo pero sí, es cierto. Yo envié a un humano hipnotizado a la manada para que sea mi informante. Al enterarme que los Crecientes eran cada vez más me alarmé, Mikael iba tras nosotros pisandonos los talones y ese linaje de licántropos era un problema para mi familia—Dijo y volteé para mirarlo.
—¿Por qué no me asesinaste?—Le pregunté y mis ojos se tornaron cristalinos.
—Eras una niña. Yo puedo ser una bestia en muchos sentidos, pero no asesino niños—Respondió e hizo una pausa—Mi idea era reunir a todos los niños y esperar a que crezcan para asesinarlos y acabar con esa especie de una vez. Pero muchos de ellos escaparon dispersandose por el mundo. Sólo me quedabas tú. Te veías tan indefenza, tan sola, así que te hiptonizé y te traje a New Orleans, donde te adoptaron. Luego de eso no supe mas nada de ti y sinceramente tampoco me esforzé en saberlo. Simplemente seguí con mi vida intentándo olvidar lo que había ocurrido—Continuó.
—Cuando nos conocimos en aquella fiesta—Pensé por unos segundos—¿Sabías quién era yo?—Le pregunté y lo miré. Esa pregunta lo desconcertó por completo.
—Algo en tus ojos me lo decía pero intentaba convencerme de que sólo era mi cargo de consciencia, que de alguna manera me sentía culpable por lo que había hecho. Al ver tu marca de nacimiento todo cobró sentido—Respondió y de su ojo brotó una lágrima, pero él la apartó enseguida.
—¿Ibas a decírmelo en algún momento?—Volví a interrogarle.
—Por supuesto, sólo estaba intentando encontrar el modo de que no me odies, pero eso no iba a ser posible de todas formas—Lo miré mal. Él aclaró su garganta—Emily te amo. Intenté no hacerlo pero me enamoré de ti—Continuó.

Tomó mi barbilla con delicadeza y lentamente acortó la distancia que nos separaba. Mi mente quería deterlo, pero era contradictorio porque mi corazón quería lo contrario. Hasta que finalmente nuestros labios se juntaron en un beso. Rompí el contacto segundos después alejandome unos pocos centímetros. Miré sus ojos un momento y luego bajé mi vista hacia sus labios, limpié la sangre de su nariz con mi dedo pulgar y posicioné mi mano en su cuello volviéndo a juntar nuestros labios en un apasionante beso.

«Yo también te amo, idiota»—Pensé.

Protégeme ➳Klaus MikaelsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora