"Las tempestades son recordatorios violentos, de que lo bueno no es eterno... "
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•Víctor miró la fotografía de Yuuri por milésima vez, como si así pudiese aclarar su mente y decidir de una vez por todas.
Cerró los ojos con fuerza, pensando en todo lo que sucedía... Un bebé.
Tenía un bebé.
Apretó los labios, y un suspiro cansino salio de su boca...esperaba, de verdad, no arrepentirse por lo que estaba a punto de hacer.
Ya no podía retractarse, había decidido ir a Francia. Iba a por su pequeño.
El alta voz del aeropuerto le hizo salir de sus pensamientos; apenas se levanto de su asiento, sintió un hueco en el estómago, y tuvo que suspirar profundamente para darse valor, y comenzar a caminar, repitiendo la misma azaña durante todo el camino hasta el avión.
Probablemente la única vez que había sentido esa emoción tan grande, y ese incontrolable miedo, que parecía consumir cada parte de su espíritu, fue cuando era un joven lleno de sueños e ilusiones de sólo veintidós años.
Después de haber terminado sus estudios universitarios y graduarse con honores, decidió tomar un camino que podría cambiar su vida para siempre.
Y en ese momento las estrellas brillaban. Sí, recordaba perfectamente, cómo el zafiro de sus ojos, combinaba a la perfección con el cielo estrellado; y como aquellas constelaciones, se miraban reflejadas en café de los ojos de Yuuri.
Ambos iban cubiertos de pies a cabeza con un montón de ropa, perfecta para poder conservar el calor y que no terminar congelados. Las épocas de frío en Rusia eran duras, pero Japón no se quedaba atrás cuando se trataba de helar.
Yuuri hablaba de un montón de temas triviales; que, a su vez, Víctor intentaba contestar lo más rápido y coherente que podía hacerlo.
Los nervios estaban carcomiendo cada parte de su racionalidad, queriendo escapar del momento, sin estar seguro de lo iba a hacer en esos instantes. Así como años atrás escapó de la muerte de su madre y sus recuerdos. Natale Nikiforov había muerto en invierno.
Quizá por ello, Víctor sentía un desagrado más profundo por el frío, que otras personas.
Y también por ello, le encantaba Yuuri, porque a diferencia de él, que parecía ser el invierno: Yuuri era cálido como la primavera, y colorido como el otoño.
Era curioso que, a pesar de gustarle tanto la calidez de los días, uno de los momentos más importantes de su vida, iba a ser bajo una luna helada.
Aun así estaba bien, no cambiaba en absoluto su sentir y lo que ya había decidido desde que encontró Yuuri, inclusive le parecía cosa del destino que ocurriera.
Así que...¿Por qué no dejarse llevar por el destino?
Quizá era la mejor opción después de haber esperado tanto por tenerlo sólo para él. Tres años de feliz relación con Yuuri era lo que cargaba a sus espaldas.
¿Cómo se sentía?
Tenía miedo. Miedo de que Yuuri se burlarse de él y que le dijera que jamás lo amó. Deseaba con toda su alma que no fuera así...no lo soportaría. Pero conocía más que nadie a esa persona, sabía de sus hermosos sentimientos.
Suspiro, obligándose a él mismo mantener la calma.
Con timidez busco la mano de Yuuri, entrelazando sus dedos.
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•°Pequeños Milagros°• (EN EDICIÓN)
FanfictionHay heridas, que hacen eco en el alma... Son aquellas enemigas del tiempo, porque libran una batalla a muerte contra él; se mantienen a carne viva, ardiendo y quemando, mientras nos consumimos en agonía. Una agonía que agota al espíritu, llenándolo...