"Quiero conocer el universo que hay en tu mirada, mi amor..."
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•La lluvia en Francia generalmente es tranquila si tienes suerte, pero ese no era precisamente el día de Yuuri Katsuki, quien intentaba protegerse de la lluvia, cubriendo su cabeza con su brazo, y corriendo para encontrar refugio.
El taxi había quedado atrapado entre tráfico y, había tenido que caminar hasta llegar a el centro de la ciudad, en donde podía ver a más gente en su situación; pero estaba cerca, ya le había avisado a Pichit que estaba a tan sólo unas calles...pronto podría descansar...o al menos eso esperaba.
Yuuri pegó más a su pecho el abrigo, intentando ganar algo de calor, y apretó el agarre de su maleta. Sonrió de forma triunfal cuando pudo divisar, por fin, el edificio en donde su amigo se hospedaba. Un suspiro de alivió salió de sus labios, cuando por fin pudo pasar a la otra acera; sacudió el agua de su cabello, aunque realmente era inútil, estaba empapado...era un asco.
Bufó suavemente, sacudiendo su ropa, antes de tocar el timbre. La puerta del apartamento se abrió casi de forma insistanea, dejando ver la radiante sonrisa de su amigo tailandés, quien no dudo un segundo, antes de estrechar lo en brazos. Yuuri sonrío encantado con el gesto, y sin pensarlo dos veces, correspondió el abrazo.
—Te mojaré—Yuuri ríe. Una risa que pronto comienza a menguar. Pichit lo aprieta contra él, suavemente, comenzando a acariciar su espalda.
—Está bien, Yuuri...ya está bien—susurra—Aguantaste mucho ¿no?—dice con voz dulce, calmada, y suave.
Y Yuuri no puede evitar romperse. Las lágrimas comienzan a nublar su visión, y siente la garganta reseca, por el esfuerzo de aguantar el llanto; pero la sonrisa comprensiva de su amigo, le desarman por completo.
—¡Quiero que Víctor sepa!—Solloza con la voz quebrada, aferrándose a los brazos de su amigo—Pero...No puedo decirle, él me dijo que no quería cortar su libertad, que no quería un bebé... ¿Crees que soy egoísta? Por...por no decirle, y porque...yo estoy decidiendo tenerlo solo...y...Soy una horrible, horrible persona, ¿No?
Pichit lo miró con incredulidad, y negó rápidamente.
—Dios...no, Yuuri...no—suspiró, y sólo jaló a su amigo para que entrase. Ya dentro, Yuuri de permitió llorar más fuerte.
—¿Cómo puedes decir que no? Lo que estoy haciendo...¡Ni siquiera le dije a mis padres! —intenta limpiar sus lágrimas con la manga de su suéter, aunque es imposible, ésta también está húmeda —Soy...un tipo egoísta, un egoísta de mierda...
Pichit frunció el ceño.
—¿Egoísta?—dijo en un tono de molestia—Yuuri... Sólo quieres lo mejor para tu bebé, estás haciendo lo necesario para protegerlo... y eso no está mal—Pichit muerde su labio, y luego suelta un suspiro cansino— Sé que Víctor lo entenderá si se lo dices...
—¡Dios! ¡No!—Yuuri niega enérgicamente con la cabeza—Menos ahora...él no debe enterarse de esto, de todas formas...no lo quiere, nos estamos separando —explica Yuuri, sin poder ocultar el dolor en su voz—Yo...
Pichit hace un gesto con la mano, dándole a entender que se calle, al ver que se está alterando.
—Ya te preocuparas de eso después... —Pichit le sonríe —Mejor dime...¿Cuánto tiempo tienes?—preguntó el tailandés para intentar relajar a su amigo y cambiar el rumbo de la conversación.
Y funcionó; de inmediato, la expresión de Yuuri cambia a una de ternura, y la tristeza es acompañada con una pequeña curvatura sincera en sus labios.
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•°Pequeños Milagros°• (EN EDICIÓN)
Hayran KurguHay heridas, que hacen eco en el alma... Son aquellas enemigas del tiempo, porque libran una batalla a muerte contra él; se mantienen a carne viva, ardiendo y quemando, mientras nos consumimos en agonía. Una agonía que agota al espíritu, llenándolo...