Viktor parpadeó en un intento de adaptarse a la luz que se colaba por las ventanas.
Los ojos le ardían por no haber pegado el ojo en toda la noche, estando al tanto de miedos invisibles que insistían con martirizar su raciocinio.
El bullicio fuera de su apartamento ya se oía fuerte y claro, mientras los sonidos naturales se perdían con las bocinas de los autos, y los gritos de algunos vendedores ambulantes. Tiene la mirada pérdida en un punto de la pared color crema, que él y Yuuri habían pintado juntos, porque a ninguno le gustaba el color amarillo horrible que tenía ese lugar al momento de mudarse.
Era gracioso que intentara luchar y seguir adelante cuando todo en el espacio que lo rodeaba le recordaba a quien alguna vez amo, insistiendo en traer memorias del pasado y haciendo que toda su determinación decayera hasta lo más profundo del olvido.
La pequeña figura en sus brazos se remueve incomoda y ciñe más sus brazos al cuerpo de su bebé, dejando un largo suspiro salir desde la parte más profunda de su alma rota, como si eso detuviera las molestas sensaciones que le aquejaban a cada respiro.
El recuerdo de la pesadilla, aún latente, ataca su cordura una y otra vez.
Y por si fuera poco, su mente seguía rememorando repetitivamente el suceso de la noche anterior. Su voz gritando llena de rabia desmedida e irracional a lo único que ahora tenía que proteger.
A su hijo.
Miró al pequeño en sus brazos, la culpa azotando cada parte su alma al traer la imagen de él gritándole a su hijo y de su carita llena de lágrimas. Seguramente él bebe había tenido miedo y rogaba tanto como él, un poco de consuelo porque; quizá Viktor había perdido a su esposo, pero aquella linda y frágil personita había perdido a su madre, había quedado desprotegido, vulnerable al mundo.
Y él era todo lo que tenía.
Lo comprendía...el pequeño Kiseki no tenía la culpa de nada. Era él aquel monstruo, el que cometió un error, el idiota que no pudo poner más atención en la persona que amaba. Era por qué no pudo darse un espacio de preguntar por qué Yuuri cuestionaba constantemente el tema de una familia.
Si lo hubiera hecho...
Si lo hubiera hecho, quizá Yuri estaría cargando a su hijo con una sonrisa y no siendo el protagonista de sus agonías y de sus pesadillas, si tan solo no hubiese sido tan despistado todo aquello podría ser evitado.
Pero esos eran solo sus pensamientos cobardes y desesperados, de la misma manera que actuó al ir a Francia en busca de alguien que ya no existía y que solo la lóbrega imagen de que, quizá, allá encontraría en que refugiarse... pero era demasiado estúpido pensar que todo se arreglaría con conocer al pequeño. De hecho, sólo hacía que el dolor aumentara aunque su mente tratara de evitar que esos pensamientos salieran a flote.
Es tu culpa... si no existieras Yuuri no habría muerto.
Y esa frase había recorrido una y otra vez todo rincón de su mente, como una película que no cambia de escena. Pero no quería aceptar que en realidad era un impulso digno de ser tachado de cobardía... estaba hastiado de sí mismo, cansado de su estúpidas debilidad.
Es tu culpa... si no existieras Yuri no habría muerto.
Y le molestaba demasiado pensar en que todos los que lo conocían pensaban que era alguien lleno de valor que supero la muerte de su pareja para luchar por su hijo. Pero en realidad era un ser de patética existencia que maldecía en el rincón más oscuro de su alma a esa pequeña vida inocente.
Era un asco.
Pero eso él ya lo sabía muy bien. Tenía conocimiento que sin la existencia de Yuuri caería a un lugar sin retorno, a eso que se llama locura.
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•°Pequeños Milagros°• (EN EDICIÓN)
FanfictionHay heridas, que hacen eco en el alma... Son aquellas enemigas del tiempo, porque libran una batalla a muerte contra él; se mantienen a carne viva, ardiendo y quemando, mientras nos consumimos en agonía. Una agonía que agota al espíritu, llenándolo...