Las estrellas brillan siempre a pesar de que están dispersas unas de otras, en un solo cielo. En donde ninguna se arriesga a perderse, ¿Qué pasa con las que se separan? Buscan su lugar, vagando para lograr dar con su hogar. Las estrellas también lloran. Las estrellas también quieren tener a quien amar.
Un grito ahogado salió de su garganta,
Despertando a causa de otra pesadilla, esas que le hacen sentir el mundo caer en sus hombros y un dolor en su pecho. De esas pesadillas que aún no se van y lo atormentan a cada segundo, recitando su cántico de miseria. Recordándole que no puede salir adelante.Se paró de golpe, corriendo hasta la cuna de su bebé, el corazón golpeando su pecho de manera rítmica, con las piernas temblando al igual que las manos.
Soltó un jadeo de alivio cuando miró que estaba sano y salvo, que no ha sido él ese monstruo que había lastimado a su pequeño hijo.
Pasó ambas manos por su cabello, respirando fuertemente y llenándose de ansiedad. Negó en busca de tranquilizar su mente.
Tomó un suéter delgado y se encaminó fuera de la habitación, antes de cometer un acto de locura, odiaba sentirse así.
Llegó fuera, en donde el jardín parecía aún más mágico que en el día, las flores que sólo abrían de noche le daban la bienvenida, el sonido de grillos tocando sus melodías molestas y relajantes al mismo tiempo. La tenue luz artificial de las lámparas que estaban pegadas a las paredes de la casa, y el aroma a tierra húmeda que embriagaba los sentidos; eso era Yuuri, todo en ese lugar era suficiente para traer de vuelta su recuerdo.
Suspiró, dejando que el nudo en su garganta creciera libremente. Cerró los ojos con lentitud, deleitándose con su propio sufrimiento, pensado en si hacía lo correcto.
"Lo haces"
Se contestó.
Mordió su labio inferior con fuerza, sintiendo el sabor metálico de su sangre, cada vez era más pesado el aire, el respirar se le complicaba a cada paso. Y sus ojos no tardaron en humedecerse, aflorando todos sus dolores en las lágrimas aglomeradas en sus ojos, luchando por salir y recorrer su piel de forma cálida.
Un ruido hizo que se sobresaltara y girara la cabeza, la figura se movió torpemente como lo hacía Yuuri en las noches que iba por agua e intentaba no despertarlo; sobra decir que nunca lo logró.
El padre de su esposo salió con movimientos torpes, casi a punto de caerse y darse un buen golpe en el rostro.
-Oh, muchacho. No sabía que estabas aquí-la voz del viejo Katsuki tenía el tono de siempre, desde que recordaba haberlo conocido.
Y lo agradecía. Agradecía que no lo mirara con repudio, a él, que era el más culpable de la muerte de su hijo. A él, que lo había abandonado durante los nueve meses que duró el embarazo.
-Buenas noches, señor Katsuki-saludó Viktor, el hombre caminó hasta quedar a su lado, colocó las manos en su cintura y dio un largo suspiro ruidoso.
-¿Puedo?-preguntó, cuando Viktor asintió y se hizo a un lado, dando espacio a que se sentase.
El silencio se plantó entre ambos.
Viktor mantenía su corazón estrangulado contra su pecho, quería salir corriendo, le daba pavor que
Toshiya Katsuki comenzará a decirle todo lo malo que hizo con Yuuri. Porque él mismo sabia que nunca fue el mejor esposo del mundo, que falló centenares de veces. Y que era un cobarde egoísta.Quería hablar, pedirle una disculpa a Toshiya por todo, por haber descuidado Yuuri y no ser lo suficientemente fuerte para cuidar de Kiseki. Pero cuando se decidió a hablar una risa salió de su suegro.
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•°Pequeños Milagros°• (EN EDICIÓN)
FanfictionHay heridas, que hacen eco en el alma... Son aquellas enemigas del tiempo, porque libran una batalla a muerte contra él; se mantienen a carne viva, ardiendo y quemando, mientras nos consumimos en agonía. Una agonía que agota al espíritu, llenándolo...