Bailando sexy contra una cadena en un club clandestino en Tokyo. No la manera en la que pensaba pasar mi noche.
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-Yoriko ya te tiene es su vista, Stark. –me dijeron por mi intercomunicador.
-Perfecto.
Estaba con un vestido extremadamente corto, con un escote en V que llegaba al centro de mi cintura y la espalda descubierta, con patrones de diamantes en negro y dorado, y las puntas de la ultima hilera de diamantes tenían tiras saliendo de ellas, se movían con cada movimiento que daba, acariciando mis muslos. Mi cabello ondulado y separado a cada lado, en rosado y azul, derecha e izquierda. Maquillaje como Psycho-Threat, pero las sombras azules y rojas estaban más ahumadas y no las había jalado hasta los pómulos, pero sí había dibujado los tatuajes. Y tenia varias pulseras en las muñecas y relojes en la parte de arriba del brazo izquierdo y en el derecho un brazalete.
Movía mis caderas y mis brazos haciendo un hermoso baile pero al mismo tiempo muy sexy y provocador. Agarre la cadena de nuevo por arriba y le di la espalda a esta, y mientras mordía mi labio, subía y bajaba. Cuando baje por ultima vez tome el final de la cadena y con mi otra mano agarre otra parte. Me levanté e hice como si lo que tenía entre las manos fuera una escopeta, y siguiendo con el ritmo de la canción di tres disparos a diferentes partes, la última fue a Yoriko. Inmediatamente solté la cadena y lleve mis manos a mi cabello tirándolo hacia atrás, para seguir bailando. Tenía que hacer algo para llamar su atención y lo logré. Me llamó y yo baje de la plataforma caminando hasta él.
Me guió hasta una parte privada del club llena de lujos y en medio de el había una mesa con hombres jugando póquer, al centro estaba justo el hombre que buscaba.
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El jefe de la mafia, Makato, responsable de 5 grupos de trata de blancas y yo tenía que averiguar donde estaban. Yoriko, era el segundo al mando y era encargado de conseguir nueva mercancía. Me empujo ligeramente y yo ya sabía que hacer. Me senté en las piernas de Makato y le sonreí como coqueta. Dirigí mi vista a su mano de póquer, no estaba mal, lo volví a mirar a él con las cejas levantadas y rió.
