Capítulo 23: Irónicamente parecidos

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 Ni Julia ni su cuerpo respondían cuando el coche al fin llegó a la prisión. Glenn tuvo que sacarla a rastras y cogerla entre los brazos para llevarla a la celda de Hershel, donde la dejó para después limpiarle la cara con un paño húmedo.

Julia tenía la mirada perdida; su mente vagaba sin rumbo alguno entre sus recuerdos, que se entremezclaban con las imágenes del Gobernador en un torbellino de miedo, rabia y desolación.

Hershel no tardó en atenderla, tomándole el pulso y viendo si sus pupilas reaccionaban, pero Julia estaba completamente ida; tanto que ni siquiera había reparado en la presencia de Carol, a quien creía muerta. La colocaron de lado por si vomitaba y la dejaron sola, aunque Hershel permaneció en la puerta por si algo le sucedía. No obstante, y a pesar de los gritos y las voces que le llegaban desde la sala común, Julia siguió tan perdida en su propia mente que pasó horas con la mirada clavada en la pared que quedaba a su izquierda.

La intentaron hacer dormir. Hershel le cerró los ojos y Beth le cantó una nana, acariciándole la mano con ternura, pero las imágenes que se deslizaban a toda velocidad frente a sus párpados cerrados no la dejaron descansar. Julia quería gritar, quería llorar, quería volver a aquel pueblo para cortar a aquel Gobernador en un millón de trozos que repartiría entre todos los caminantes del planeta, pero todo lo que podía hacer era dejar que las lágrimas superasen la barrera que eran sus pestañas entrelazadas y corriesen libres por su rostro.

Escuchaba las voces a su alrededor. Escuchaba las voces de Rick, Carl, Maggie, Hershel, Carol, y también escuchaba la de Beth entonando melodías dulces, pero era incapaz de descifrarlas; ni siquiera lograba entender palabras sueltas, sino que todas se mezclaban en su mente impidiéndole saber lo que significaban.

Cuatro recuerdos luchaban por imponerse en su cabeza. El primero, el más fuerte y violento de todos, era el de las manos del Gobernador hundiéndole los dedos en la cadera; el segundo era la cálida sensación de las tardes de invierno con John y su madre frente a la estufa, escuchando hablar a John sobre la anarquía o viendo alguna película de las que tanto gustaban a su madre; el tercero eran las risas de Theo, Kit y Dan, que siempre conseguían estremecerle el corazón; el último eran las sonrisas fugaces que tan de vez en cuando le dedicaba Daryl, aquellas sonrisas rápidas y ardientes que aparecían en sus sueños desde hacía una semana. Los cuatro recuerdos estaban enzarzados en una lucha intensa y feroz, y se mordían los unos a los otros para tomar el control de su cordura. Julia los dejó pelear, los dejó destrozarse, rezando para que ganase cualquiera menos el primero. Y, cuando al fin se durmió, lo hizo durante días.

* * *

Despertó con el agudo llanto del bebé. Abrió los ojos despacio, como a cámara lenta, pues los sentía pesados y pegados entre sí. Tenía la boca caliente y pastosa y notaba el rostro hinchado, así como el lado izquierdo de su cuerpo dolorido y agarrotado. Giró levemente sobre la cama hasta quedar mirando el metal de la parte superior de la litera en que estaba tumbada y se estiró como pudo, provocando que sus huesos crujiesen.

—¿Julia? —escuchó una voz junto a ella. Abrió los ojos del todo y giró el rostro hasta encontrarse con el de Carol.

—¿Carol? —preguntó, con voz ronca— Creí que...

—No, no —la mujer negó suavemente con la cabeza; una sonrisa de alivio daba forma a sus labios—. ¿Qué tal te encuentras? —Julia fue a responder, pero el rostro del Gobernador relampagueó en su mente y tuvo que cerrar los ojos y sacudir la cabeza para deshacerse de ella— ¿Estás bien? —volvió a preguntar Carol, acercándose a ella. Julia abrió los ojos y la miró.

—No.

—¿Necesitas algo? Cualquier cosa.

—Agua —Carol asintió y corrió a tenderle una botella de plástico que Julia vació de dos largos tragos. Exhaló por la boca y esperó a que la sensación de sequedad y entumecimiento abandonase su lengua.

The Walking Dead: Protocolo A.Z [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora