Capítulo 29: Comunidad

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 Julia salió una primera vez con Michonne en busca del Gobernador en cuanto su herida se convirtió en una cicatriz redonda y rosada. También salió una segunda, y una tercera. Durante los cinco meses que sucedieron al mordisco, Julia dividió su tiempo entre cuidar a los cerdos, ayudar a Kit a encontrar la cura y acompañar a Michonne en su búsqueda, pero solo los cerdos parecían dar resultados satisfactorios.

No encontraron al Gobernador. Encontraron rastros que no llevaban a ninguna parte y lugares que luego el grupo saqueó, pero nada útil sobre aquel hijo de perra. La búsqueda de la cura no iba mucho mejor: al juntar la sangre de Julia con una muestra de su propia sangre bajo el microscopio, Kit había descubierto que la de Julia atacaba las partículas infecciosas, hirviéndolas y acabando con ellas. Probó también a mezclarla con la saliva de una de las mujeres de la prisión, que había contraído un catarro, y el resultado fue el mismo: la sangre de Julia se calentaba y hervía hasta deshacer los patógenos infecciosos. Aquello explicaba por qué Julia no había contraído jamás ningún virus ni enfermedad de carácter infeccioso: tenía lo que Kit llamaba "supersangre". No obstante, seguían sin saber el por qué ni cómo fabricar una cura que pudiesen aplicar a los demás, y Kit apenas si había conseguido encontrar un par de nombres de fármacos que a Julia no le sonaban de nada.

El tiempo ya empezaba a ser cálido. El invierno había sido rápido y fácil, muy llevadero, sobre todo gracias a las estufas de gas que Julia y Michonne habían encontrado en una de sus expediciones, pero se agradecía la agradable combinación de sol cálido y brisa fresca. Julia y Michonne iban ya por su séptima salida juntas y llevaban dos días de viaje.

—Deberíamos encontrar un sitio para pasar la noche—propuso Michonne; le había costado, pero finalmente se había abierto a Julia y esta la consideraba ya una amiga—; va a anochecer —añadió, señalando el horizonte cada vez más anaranjado.

—Hay un pueblo un par de kilómetros al norte —dijo Julia, desplegando el mapa que siempre llevaba consigo; con la ayuda de Michonne, había aprendido a leerlos—. Tardaremos poco si conseguimos que alguno de estos coches funcione —hizo un gesto con la cabeza hacia el nudo de vehículos que ocupaba la carretera.

—¿Lo hemos explorado ya? —Julia negó con la cabeza— Tal vez esté allí —aquellas cuatro palabras fueron suficientes para que los rostros de ambas se ensombreciesen.

Sin decir nada más, comprobaron todos los coches hasta dar con uno que funcionaba. Era un Seat pequeño y negro que no hacía demasiado ruido y tenía el depósito lleno. Julia se sentó al volante tras dejar su mochila en el asiento trasero y puso el coche en marcha para rodear el atasco. En pocos segundos estuvieron en carretera.

Dejaron el coche a varios metros de la entrada del pueblo y accedieron a este a través de los árboles que lo rodeaban. Era un lugar pequeño que podrían registrar en un par de horas, por lo que comprobaron que todas las puertas estaban cerradas y no había caminantes a la vista y se escurrieron al interior de un edificio tan destrozado que no podía leerse ni uno solo de sus letreros.

Julia cerró rápidamente la puerta tras de sí y Michonne desenfundó su katana, que apenas si produjo un suave silbido al rasgar el aire. Julia aseguró la puerta con las cadenas que llevaba en la mochila y siguió a la mujer por los pasillos vacíos. Altas estanterías blancas y cubiertas de polvo les dieron la bienvenida. Un mostrador al fondo confirmaba que aquello había sido algún tipo de tienda, pero la total ausencia de objetos imposibilitaban el identificarla. Julia corrió a bajar las persianas para evitar que las descubriese algún visitante indeseado y alcanzó a Michonne al final de la tienda, donde una puerta metálica las recibió con las palabras en rojo: muertos dentro. Corred. Julia y Michonne se miraron en silencio y, cuando la segunda asintió, se pusieron en formación. Michonne quedó frente al hueco que dejaría la puerta al ser abierta por Julia y esta sacó las tenazas para cortar la cadena que sujetaba la puerta cerrada. Golpeó tres veces y un par de gruñidos bajos le respondieron; allí dentro no podía haber más de tres caminantes. Julia contó en silencio hasta tres y cortó la cadena, cambiando a toda prisa las tenazas por una pieza de metal larga y afilada cuyo mango había cubierto con vendas y esparadrapo.

The Walking Dead: Protocolo A.Z [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora