Aquella misma tarde, Hershel despertó y Rick los puso al corriente de lo sucedido con los reclusos. Uno de ellos, el alto, había sido arañado; el latino le había destrozado la cabeza. Poco después, el latino había intentado acabar con Rick y este le partió el cráneo con el machete. El más bajito de todos, uno de los dos afroamericanos, huyó, lanzándose de pleno a un patio interior lleno de caminantes. Los otros dos, Axel y Oscar, se habían quedado en su antiguo pabellón.
Julia durmió mal aquella noche. Despertaba cada poco tiempo con la mano ardiendo y, en cuanto se quitaba el guante, el dolor desaparecía. La cuarta vez que se despertó con la mano como si le tuviese metida en el fuego decidió que no iba a seguir intentándolo. Salió de debajo de las mantas, se puso el mono y sus deportivas, y se deshizo la trenza con que se había acostado. Bajó las escaleras con cuidado para no hacer ruido y no despertar a nadie. La puerta que comunicaba el pabellón con la sala común en la que dormía Daryl estaba abierta, por lo que la cruzó y fue a ver si el hombre estaba despierto. Efectivamente, Daryl estaba en lo alto de las escaleras de la garita de vigilancia, con un cigarro entre los labios. Julia empezó a subir y se detuvo cuando los separaban un par de escalones. Sin que ella dijera nada, Daryl se sacó un cigarro del bolsillo y se lo tendió junto con un mechero. Julia lo encendió y le devolvió el encendedor.
—Este es solo uno de todos los que me debes —murmuró Julia, soltando el humo mientras hablaba. Daryl esbozó una sonrisa.
—¿Qué coño haces con eso puesto? —señaló su mono con un gesto de la cabeza y Julia se encogió de hombros.
—Es cómodo y está limpio —dio otra calada—, es todo lo que puedo pedir ahora mismo.
—Te queda como el culo —resopló Daryl. Julia alzó una ceja y sus labios dibujaron una sonrisa burlona.
—Eso lo dices porque tienes envidia. Fijo que a ti no te quedaría ni la mitad de bien.
—Ya, claro —Julia rió suavemente y Daryl coreó su risa.
Se miraron a los ojos durante tanto tiempo que Julia pudo dar dos caladas y exhalar el humo despacio, sin prisas. La luz de la luna se colaba con mayor abundancia que la noche anterior, por lo que los ojos de Daryl eran visibles a pesar de las sombras que se dibujaban en su rostro. Mirándole y fumando en silencio, Julia se dio cuenta de que se sentía a gusto y en paz, casi como si el mundo no fuese una auténtica locura más allá de ellos dos. Recordó la noche en el CDC, el aumento de su temperatura corporal cuando su olor le llegó al chocar contra él en el pasillo; recordó la noche que había pasado en su tienda, en la granja, antes de que el infierno comenzase, y empezó a hablar sin pensarlo antes siquiera.
—Sé que no quieres estar en una jaula... —tiró el humo, aún sin despegar los ojos del rostro de Daryl— pero, si quieres, puedes dormir en la mía —Daryl no respondió, sino que bajó la mirada y dio una larga calada. Julia supo por dónde iba a ir su respuesta, pero aquello no impidió que le decepcionase un poco.
—Creo que paso —respondió Daryl al fin.
—Bueno, sabes dónde estoy. Si cambias de idea... —Julia se encogió de hombros y dio una última calada a su cigarro, que tiró en la lata llena de agua sucia que Daryl tenía al lado.
Sus hombros se rozaron cuando Julia se inclinó para tirar la colilla en el improvisado cenicero y un pequeño escalofrío la recorrió allí donde su piel tocó la de Daryl. Su larga melena se había colado entre ellos y Julia lo agradeció, pues así no pudo verle la cara. Una parte de ella, la más fantasiosa y cursi de todas, imaginó que Daryl decía que sí, que la acompañaba a su celda y que la abrazaba aquella noche. Julia tuvo que contener una carcajada irónica al despedirse de Daryl con un gesto de la cabeza, pero no pudo apagar el cosquilleo que se había encendido en su estómago a raíz de aquella imagen.
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The Walking Dead: Protocolo A.Z [EDITANDO]
Fiksi PenggemarJulia Watson lleva años preparándose para el apocalipsis. Siempre fue como un juego para ella y sus mejores amigos pero, cuando este finalmente llega, descubrirá que nada podría haberla preparado para lo que le espera: la supervivencia ya no es un j...