Un segundo funeral

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Savannah.

La sangre estaba por todas partes, en mis manos, en mi ropa e incluso en mi cara. Todo era rojo, el olor a cobre inundaba aquel pequeño almacén en el hospital. No grité ni maldecí hasta que mi garganta suplique por piedad, lo único que hacía era observar su cuerpo inerte, sus facciones hechas pedazos y aquellos ojos que ya no reflejaban ese brillo que siempre lo acompañaba. Me repetía a mí misma que esto no podía ser, era tan joven... No merecía morir de una manera tan horrible, murió solo, sin nadie a su lado a quien decirle sus últimas palabras.

La realidad me golpeó en un milisegundo y entonces grité, lloré e hice un escándalo en aquel reducido espacio, quería golpear a todo y a todos, tomar las mesas, sillas, estantes, todo lo que se cruzara y lanzarlo lejos. Lo quería a él de vuelta.

La puerta se abrió y la enfermera que vi hace unas horas entró, observó la escena con horror, me observó a mí cubierta de su sangre y a él sin vida.

— Pero... ¿Qué hiciste? —dijo en voz baja.

Yo no lo hice, yo no lo hice. Me repetía a mí misma. Ella no podía pensar que yo lo maté, nunca le hubiera hecho daño. Yo no lo hice.

Cinco horas antes.

Llevé a Leah al hospital debido a la herida en su mano, estaba sangrando mucho. Ella no quería hablar conmigo, estaba muy asustada.

— Tranquila, todo estará bien. —le repetía tratando de convencerme más a mí que a ella.

Seguía sin hablarme, una vez lo intentó, pero al abrir su boca para pronunciar algo volvió a cerrarla. No la culpo, debe tener miedo de decir lo que sabe.

Una enfermera desinfectó la herida, la vendaron y dijo que podíamos irnos a casa.

— Lo mejor sería que nos separemos. Hoy fue mi mano, mañana quién sabe lo que me pueda pasar. —habló Leah por primera vez desde que llegamos.

—¿Qué hay con Alisson? Dijiste que querías ayudarme...

— Eso fue antes. Mira —puso su mano vendada frente a mí—. Quería a Alisson, pero no puedo ponerme en peligro. Quizá suene muy egoísta, pero no quiero terminar tres metros bajo tierra al igual que ella.

Leah se puso de pie y empezó a caminar a la puerta. Yo ya estaba resignada a que se vaya y para ser sincera en su lugar hubiera hecho lo mismo.
A pocos metros de la puerta su celular sonó, al parecer un mensaje. Lo leyó en silencio y pude ver a su cuerpo enderezarse.

Vino hacia mí muy asustada observando alrededor, como si buscara a alguien. Quise decirle algo, pero ella se adelantó e hizo que leyera el mensaje en su celular.

«Quédate con Savannah, créeme, estás más a salvó con ella que fuera de ese hospital»

— Oye, no sé cómo fue que...

— Silencio —espetó—. Me quedaré contigo, te ayudaré, pero debes prometerme que nadie me hará daño. —me limité a asentir, aunque en realidad no sabía si era capaz de protegerla.

Salimos hacia mi auto y lo conduje hasta casa. Mark llamó y dijo que pasaría por mí en una hora para ir a visitar a Daniel quien salió con arresto domiciliario hoy en la mañana. No quería dejar a Leah y a mamá solas, pero las prefería en casa a tenerlas por ahí exhibiéndose en la calle.

El timbre de la puerta sonó y supe que era Mark antes de abrirla.

— Hey —me rodeó con sus brazos en un abrir y cerrar de ojos—. No sabes cuánto te extrañé. —me separé de él con delicadeza.

Buscando a mi asesino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora