El arma

2.8K 259 9
                                    

Savannah

Han pasado ya tres días desde que alguien entró a mi casa y me atacó dejando una cicatriz en mi hombro. Han pasado tres días desde que mamá decidió tenerme en casa hasta que salir sea "seguro para mí". Han pasado ya tres días y por fin podré salir, aunque la preparatoria no sea mi lugar favorito, al menos está fuera de mi casa.

Mamá dijo que pudo salir, siempre y cuando le notifique dónde y con quién estoy.

Una ves vestida tomé mi bolso junto con las llaves del auto y salí camino a clases.

Estaba como a dos cuadras de llegar cuando pude ver a Carl al girar la esquina. Detuve el auto y le hice señas para que entrara.

— Hola. —saludó una vez dentro.

—¿Qué haces aquí?

— Te esperaba, le he hecho desde ayer, pero nunca pude ver tu auto. ¿Dónde has estado?

Le conté lo que pasó aquel día.

—¿Segura estás bien? —me encantó el interés que demostró al hacer la pregunta.

— Sí, la herida cicatriza.

Entonces ví una oportunidad, aquella de ir a aquel lugar que me indicó Connie antes de irse. Y sé de alguien que podría acompañarme.

—¿Quieres jugar a los detectives conmigo? —esta será un largo día.

Llegamos a la dirección una hora después, la locación era algo alejada. El letrero tenía unas grandes letras anunciando que era un hotel y aquí se alquilaban cabañas. Que  alquilen cabañas en el campo no significa que deban arrendarlas en medio del campo.

Bajamos del auto una vez éste estaba en el estacionamiento.

Dentro del lugar todo era muy hogareño, incluso había cuadros relacionados a la naturaleza.

— Buenas tardes, ¿En qué los podemos ayudar? —preguntó amable la recepcionista.

— Hola —sonreí—. Quisiéramos alquilar una habitación.

—¡¿Qué?! —exclamó Carl junto a mí.

Lo golpeé con mi pie en señal de que se callara. La señorita nos vió raro por un momento, pero accedió.

— Tengan, su habitación es la número 45, gozen de su estadía. —nos entregó una llave con el número de la habitación.

— Gracias. Disculpe... ¿Aquí se alquilan cabañas?

— Sí, claro. ¿Estás interesada?

— Oh, no, creo que un familiar mío alquiló una aquí y me dió curiosidad, es todo.

— Pues sí, los clientes vienen, firman y así alquilan la cabaña. —explicó.

— Interesante. —murmuré para mí misma.

Subí junto con Carl a la habitación ubicada en el segundo piso, y luego de hacer unas cuántas llamadas, a Mishell, una compañera, para que me cubriera con mamá y a Michael diciéndole que estaría en casa todo el día, no creo que le agrade la idea de que me quede a solas con Carl.

— Mira lo que encontré. —Carl apareció con una caja de Monopoly en manos.

— No sé cómo jugar esa cosa. —admití.

— Ni yo, pero no sé cuánto nos quedaremos aquí, y por tu cara y tus llamadas diciendo que los verías mañana supongo que todo el día. Así que... —agitó la caja— podemos aprender.

Pasamos toda la tarde y noche jugando Monopoly junto con otro juegos de mesas, la verdad era muy mala en esto, pero Carl era aún peor, lo cual me da algo de consuelo.

Buscando a mi asesino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora