Adiós, amiga.

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Scott.

Desperté y con lo primero que me encontré fue con el rostro de Alisson a centímetros del mío, lucía tranquila y en paz, estoy seguro de que no se sentía así desde hace mucho. Hoy es sábado, hace unas semanas estaría planeando una fiesta en grande con mis amigos y chicas, pero aquí estaba, muerto con otra chica muerta, aunque no es que me quejé de estar aquí, Alisson es genial.

No se lo dije a Alisson, pero recordaba más cosas, como si capítulos de mi muerte empezarán a revelarse. Aún no visto como alma en pena, eso quiere decir que mi cuerpo aún no es encontrado, si lo encuentro y logro reconocer a mi asesino estaré libre de esto.

Ví el reloj y como era de esperarse aún era de madrugada, así que se me ocurrió una idea; saldré a averiguar sobre mi muerte y volveré antes de que Alisson note mi ausencia, debo moverme rápido.

Una vez fuera de la casa de Savannah empecé a recordar aquella gasolinera a afueras de la ciudad, algo desgastada y sumamente vieja hasta que la tuve, cerré mis ojos y obligué a mi mente y cuerpo trasladarse hasta el lugar.

Para cuando abrí los ojos me encontraba parado frente a la tienda junto a la gasolinera que, a diferencia de ésta, si estaba abierta.

Entré a ella y más recuerdos vinieron a mi mente de aquella noche; yo estaba comprando cerveza junto a compañeros de la universidad, estábamos festejando que terminamos el primer año sin problemas, entonces me sumergí en el recuerdo, haciéndome parte de él...

«—Hey, Scott —llamó Lucas para que lo viese lucir unas gafas de sol, irónico, es de noche—¿Qué me dices? ¿Crees que le guste a Lincoln? ¿O a Eddie? O mejor aún, ¿A ambos? —solté una carcajada. Lucas es ese amigo homosexual que todos tenemos, al menos yo lo tengo.

— Eres un puto. —me burlé.

— Cierra la boca. Dices eso porque no le interesas ni a la señora de la cafetería, y todo gracias a tu tonta actitud.

— Lo dice el mismo Lucas, que usa maquillaje.

—¡Es maquillaje para hombres! —se quejó con una voz más gruesa de lo normal haciendo que mi risa se tornara más fuerte.

De acuerdo, reina del drama, creo que deberíamos volver.

— Sí, lo sé. —dejó las gafas en el mostrador y salió junto a mí hasta el auto.

Una vez dentro del auto lo encendimos junto a el radio y emprendimos un recorrido lleno de bailes raros y canciones aún más raras interpretadas por Lucas a todo pulmón, algo me dice que el tequila hizo efecto en él.

—¡Scott! —gritó como si no viese que estoy junto a él.

—¿Qué?

—¡Oh dulce Scott!

—¡¿Qué?! —me miró sonriente.

— Anda, bésame, sé que quieres. —me reí.

— Créeme, no estoy lo suficientemente ebrio para eso.

— Bueno —levantó sus manos de manera dramática y me apuntó con su dedo—. Tú te lo pierdes. —volví a reír.

— Descuida, ya llegamos, veamos si Matthew quiere besarte. —puso una cara de asco.

— No, eso no pasará.

Bajamos del auto y entramos al departamento donde Matthew, un amigo pelirrojo con muchas pecas y poco atractivo nos esperaba, había reunido a bastante gente, más a chicas que a chicos.

—¡Hasta que llegan! —Matthew se acercó a nosotros y se dirigió a mí— Scott, tu mamá mandó un mensaje y parecía urgente.

Lo que dijo Matthew me inquietó un poco, mamá sabía que llegaría tarde a casa, y aún eran las diez, iría a casa luego, así que empecé a divertirme.

El licor inundaba el lugar al igual que unas cuantas pastillas de éxtasis, entonces fui por aquel whisky en el estante del fondo que prácticamente estaba llamándome para que lo bebiera, lo destapé y luego de unos minutos todo me daba vueltas, comencé a reirme y a bailar, todo se sentía tan bien. Vi la hora y ¡Mierda! ¿Cómo es que el tiempo pasa tan rápido?

Eran casi las dos a.m. Fui hasta afuera tambaleándome cual Bambi sobre el hielo.

—¡Scott! ¿A dónde vas? —Lucas salió del departamento sin camisa y con una botella de cerveza en manos.

—¡Aaaa caaasaaa! —sin darme cuenta estaba hablando como un completo idiota, y eso sólo provocó más risa en mí.

Hice un gesto de despedida hacia Lucas y fui hasta mi auto. Me costó mucho introducir las llaves en su lugar, era como pasar el hilo en una aguja. Para cuando logré hacerlo ya habían pasado más de quince minutos.

Encendí el auto y salí en camino a casa, estaba a cinco cuadras de aquí, no tardaría mucho, pero una cuadra antes de llegar a casa mi celular sonó. Aún ebrio y con la cabeza en marte sabía que si contestaba mientras conducía iba a terminar dentro de una bolsa negra en la morgue, así que detuve el auto y al ver que la persona que llamaba era mi madre puse mi voz más sobria.

— Hola ma, ¿Qué hay?

—¿Scott? ¿Estás bien? Llevo horas tratando de localizarte, ¿Dónde estás? —su voz estaba rota, como si estuviese llorando.

— Cerca, ¿Por qué? ¿Qué pasa?

— Ven a casa hijo, pasó algo terrible.

— ¿Qué pasó? Dime. —tenía miedo de lo que ella diría, al parecer algo realmente malo pasó.

Tu papá, sufrió un ataque cardiaco hijo, llamamos a una ambulancia, pero fue tarde —pude oírla llorar más fuerte—, estamos en el hospital Wildmore, ven pronto.

Escuchar eso me deprimió mucho más de lo que imaginé, papá era algo más que el hombre que me dio la vida, él era mi confidente, y créanme, una noticia como ésta combinada con alcohol no da buenos resultados.

Encendí mi auto y aceleré lo más que pude para llegar en el hospital, todo el camino repetía la conversación con mamá atormentándome aún más. El hospital estaba cruzando uno de esos puentes viejos que conectan a la zona rural con la urbana, sin embargo, yo no estaba en buenas condiciones.

Entonces pensé; mi hermano y papá están muertos, mamá y yo nunca tuvimos una buena relación, ¿No sería mejor si me reúno con ellos?

Giré el volante en medio de aquel puente y por un momento, tan solo un momento antes de caer al agua me arrepentí, pero ya era demasiado tarde.»

Abrí mis ojos y ahí me encontraba, en medio de la gasolinera y la tienda, aquí estaba, muerto. Entonces lo supe, nadie me asesinó, yo mismo me había arrancado la vida en un acto de desesperación al saber que había perdido a mi padre, yo era mi propio asesino.

Aquel simple hecho de reconocer cómo morí provocó una inexplicable paz en mí, estaba listo para pasar al otro lado.

O quizá no.

Alisson. No podía dejarla aquí sola.

Imaginé el cuarto de Savannah y una vez ahí la vi, aun durmiendo en esa alfombra rosa.

— Alisson —quise tocarla, pero no pude, era como si yo fuese el fantasma y ella estuviera viva, pero por alguna razón abrió los ojos—. Alisson, ya sé cómo morí —ella seguía sin escucharme—. ¿Ali?

Hablaba, pero ella no escuchaba. Todo mi cuerpo parecía ser arrancado del lugar, como si cada partícula de mí se desintegrara poco a poco.

— No, no no no.

Mi cuerpo se estaba volviendo polvo y no podía hacer nada para despedirme de ella, se quedará sola y sin nadie quien la ayude, debí haberme quedado junto a ella, es posible que no lo logre sola, es posible que nunca más la vuelva a ver, no debí haberla dejado sola.

Buscando a mi asesino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora