Ayudando​ al enemigo

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Savannah estaba lista para ir a clases, están en exámenes de parcial y a ella le importa mucho lograr ingresar a la universidad, se supone que iríamos juntas, pero realmente quiero que ella lo logre.
Su madre había salido temprano al trabajo dejando como siempre veinte dólares para Sav.
Hoy en la mañana alguien la llamó, era Carl para decirle que estaba fuera del hospital y que asistiría hoy a la preparatoria, al parecer él tampoco quiere perderse los exámenes.
Pensé en ir con Savannah hasta la preparatoria, pero sería más útil si voy a urgar en mis cosas. Scott seguía desaparecido y algo dentro de mi me decía que no volvería.

Me trasladé hasta mi habitación, lucía como la última vez que vine, literal, nada había cambiado. Mi cama aún estaba desordenada y mis peluches aún estaban por todos lados. Soy de las personas a las que le encantan tener escondites secretos, uno de ellos era un pequeñísimo sótano bajo mi alfombra persa junto a la cama, el lugar solo tiene espacio para una caja de zapatos, ahí guardaba recuerdos que sé que nunca debo olvidar como cartas cursis de mis antiguos novios.

Levantar la alfombra me costó más de lo que pensé, pero lo logré, ahora a levantar​ el pedazo de madera que cubría mi "escondite" me sorprende que la policía no encontrara este lugar, es un clásico.

Levanté la madera y ahí estaba, mi caja rosada guarda secretos. Traté de levantarla, pero era imposible, pesaba demasiado.

Mamá apareció en el cuarto, aún llevaba su vestido de luto. Creo que ésta es la peor parte de morir; ver a quienes amas sufrir debido a tu ausencia y no poder hacer nada al respecto.

Ella pareció notar la tabla alzada en el suelo, así que se acercó para sacar la caja de zapatos bajo ella. La examinó por un rato hasta que la abrió. Reconocí las cosas que sacó de ella; cartas de antiguos amores, exámenes reprobados, fotos con amigas y un diario que escribí hasta los doce años, nada interesante. Luego sacó una llave, la misma llave que tenía aquel hombre al morir frente a nosotras, no recuerdo por qué la conservé, era un recuerdo que no me interesaba tener presente.

Mamá no le prestó atención a aquella llave y se llevó lo que sí era importante para ella; las fotos, cartas y el diario.

Sin embargo, esa llave significaba algo, al igual que el apellido Cavanough. Algo me decía que necesitaré esa llave luego, así que, aunque con algo de esfuerzo, la dejé junto al espejo de mi habitación.

No tenía nada que hacer, me pregunto que estará haciendo Savannah, imaginé su casillero y obligué a mi cuerpo dirigirse a el lugar, cada vez es más fácil trasladarme aquí.

— Wow. —fue lo que salió de mi boca al ver a Connie junto al casillero de Sav. Ella tenía el cabello muy corto, su rubia cabellera fue reemplazada por un color negro profundo.

Había dos chicas más junto a ella, burlándose de su cambio al parecer. Puede que Connie no me caiga de lo más de bien, pero aquellas chicas no deberían burlarse por haber decidido cambiar algo en ella. Quería decirles que la dejaran en paz, pero antes de eso apareció Savannah.

— Su cabello está genial, no como el de ustedes, cerdas anoréxicas. —dijo mi mejor amiga​ con las manos en las caderas.

Las dos chicas se fueron aún entre burlas.

—¿Estás bien Connie? —le preguntó Savannah muy amable— No te he visto desde el incidente en tu casa.

— Estoy bien —mostró una media sonrisa—. Gracias, por lo de hace rato.

— Descuida —el timbre de salida sonó—. Será mejor que me vaya.

Ambas salieron de la preparatoria. Savannah por su parte fue hasta su auto y Connie al suyo, sí, el mismo auto sospechoso del otro día. Seguí a Connie, pero antes de que entrase recibió una llamada. Leyó el nombre proyectado en su celular, el cual la alteró mucho, se aseguró de que nadie la escuchara hablar para contestar.

Buscando a mi asesino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora