CAPÍTULO 1

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Narra Dulce María.

Caminaba por los grandes, largos y aburridos pasillos de la Universidad de Utah.

Todos se veían emocionados por empezar esta nueva etapa de su vida, menos yo.

Deje a mi familia, a mi hermana y a mis amigos en San Diego Ca, los extrañaría muchísimo. Nunca me había separado de ellos.

Había obtenido una beca en esta universidad, mis padres habían insistido mucho para que aplicara en esta y así lo hice y lo obtuve.

Esta universidad es una de las más prestigiosas de Estados Unidos, no cualquiera puede entrar, al menos que tengas influencias o un record perfecto de calificaciones. Como yo.

Solo el 10% de los estudiantes viven en el internado que ofrece la universidad, solo los becados, como yo.

Hay estudiantes de cualquier parte del mundo, todos ellos o alquilan un apartamento o aplican para uno en el internado.

Sin darme cuenta, había llegado a la puerta de la Secretaria, entre sin tocar y ahí estaba una señora regordeta, con lentes tipo hípsters y se veía muy amable.

-Dulce: Buenos días, vengo a recoger mi horario y llave de cuarto; dije sonriente.

-Buenos días, ¿Cuál es tu nombre?; pregunto.

-Dulce: Dulce María Espinoza, aquí tiene; dije mostrando una ficha que me habían mandado por paquetería hacia mi casa, en ella se leía el folio y numero de estudiante.

-Muy bien; dijo y empezó a rebuscar en un casillero, tomo un folder manila y lo leyó; Dulce María Espinoza, tu horario, casillero #68, habitación #201, edificio A; leía mientras me entregaba las llaves.

-Dulce: Esta bien, ¿Ya me puedo instalar?; pregunte y ella asintió, me despedí de ella y salí de ahí.

Muy bien tonta, ¿Cómo no se te ocurrió pedir una mapa de la Universidad? Tonta, tonta.

Llevaba 20 minutos dando vueltas por todo el patio, aun no encontraba los edificios donde me hospedaría, veía a pocas personas caminar con maletas, supongo que eran pocos los becados o aceptados a vivir en el internado.

Sentía la mirada de varios en mí, no les tomaba importancia, yo solo quería encontrar mi edifico.

Después de otros 15 minutos recorriendo la institución, groserías de mi parte a chicos y chicas ignoraron mis preguntas, llegue al edifico A.

Cantaba una canción mientras acomodaba mis pertenencias en el closet de mi cómoda habitación.

La habitación constaba de una cama King size, dos buros de madera, un espejo, closet y un baño con regadera, era perfecta para mí. Termine de acomodar todo y me lance a dormir como oso en la cama.

Desperté a eso de las 4 de la tarde, por lo que había leído en el horario, la cafetería abría de 7 de la mañana a 9 de la noche, a cualquier hora podías ir y pedir lo que quisieras, eso fue lo único que ame de esta cárcel sin barrotes, ¿les dije que estoy enamorada de la comida? La comida es y será mí primer y único amor.

Me duche y me vestí cómodamente, salí de la habitación y baje las escaleras del edificio, espero no perderme esta vez.

Pensé que sería la única atrasada comiendo en la cafetería, pero me equivoque, más de la mitad de las mesas estaban llenas, camine hacia la gran barra donde se encontraba el amor de mi vida, tome una bandeja y un plato e hice fila para reencontrar con mi amor.

Una hamburguesa, unas papas fritas, unos aros de cebolla y una coca cola se encontraban en mi plato, camine hacia una mesa sola y me aplaste a devorar mi comida.

Mi amor y yo platicábamos tranquilamente cuando un golpe en mi cabeza nos sacó de nuestro romántico momento.

-Dulce: Auch; toque mi gran cabeza. Voltee a todos lados hasta que mis ojos se encontraron a un grupo de pubertos guapos mirar hacia mi dirección mientras se carcajeaban de la risa. Los fulmine con la mirada, decidí no prestarles atención y seguir con mi comida.

Otro golpe hiso que escupiera una papa frita, esta vez fue en mi espalda, malditos pubertos.

Me levante y decidí dejar mi cita para otro momento, camine hacia ellos, eran seis pubertos guapos, todos reían hasta que me vieron caminar hacia ellos.

-Dulce: ¿Qué problema tienen retrasados?; dije mientras daba un golpe en su mesa.

-¿Quién te crees que eres para venir a nuestra mesa?; pregunto uno de ellos, ambos nos mirábamos con odio, fije mi mirada en su mano y tenía pequeños pedazos de borrador en ella, él había sido.

-Dulce: Así que tú fuiste, mira maldito puberto, no estamos en kínder, ni mucho menos en primaria, te agradecería que dejaras tus niñerías para otra ocasión; dije burlona, el me miro furioso y se levantó de su asiento.

-¿Qué no sabes con quien estás hablando? Te metiste con la persona equivocada; dijo frio, yo reí.

-Dulce: No, no sé con quién estoy hablando y no me interesa, con permiso; dije y me fui de ahí como toda una diva, dejándolo sin habla.

Mi cita se había enojado y ahora esta fría, diablos.

La alarma sonaba y sonaba, de un manotazo la apague y seguí durmiendo o al menos eso intente ya que empezó a sonar de nuevo, cada 5 minutos sonaba.

Me levante perezosamente de la cama, que era como mi amante, ya que la amaba también, me dirigí al baño a hacer mis necesidades, después me duche y salí envuelta en una toalla, tome mi ropa interior, unos jeans negros rasgados, una blusa holgada blanca a rayas y mis converse blancos, cepille mi cabello e hice una cebolla en él, tome mi horario, celular, mochila y salí de la habitación.

Aula 79 Filosofía Griega, buscaba el aula mientras comía una barra integral, 76, 77, 78, bien, abrí la siguiente puerta y entre, había pocos estudiantes, fui hacia la parte de atrás me senté alado de la ventana, aún faltaban 15 minutos para que empezara la clase.

La puerta se abrió y entro el kindergardiano de la cafetería, busco entre el aula y fijo su mirada en mí, sonrió y camino hacia aquí.

-Lamento decirte que este es mi lugar, así que si me permites; señalo mi banca, yo sonreía burlonamente.

-Dulce: ¿En serio? Mira mi cara; señale mi cara con mi dedo índice; No me importa; le voltee la cara.

-Mira linda, se que quieres llamar mi atención, ya lo hiciste, me gustan las rudas, así que pon fecha, hora y lugar; dijo con una sonrisa, vaya que sonrisa tan más lind... espera no, es un idiota, me ofendió.

-Dulce: Mira puberto, yo no soy como las demás, no soy como las guarras con las que acostumbras a lidiar, así que si me hacer el favor, lárgate y déjame en paz si no quieres que mi puño aterrice en tu rostro; dije furiosa, el me miro con odio y se fue de ahí. No me había dado cuenta que todo el aula estaba mirando nuestra pelea ni que el profesor había entrado.

¿Tendré que soportar a este idiota todo el año?

El OdiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora