Uno

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Con Locura

Desorientada, confundida y bastante cansada caminaba por los pasillos del lugar, sus pies rozaban la madera debajo de ellos con delicadeza y cada tres pasos miraban a sus espaldas para comprobar que nadie la seguía. Tomaba una bocanada de aire y continuaba. Esa era su pequeña rutina, una vez que el pasillo terminaba ella giraba y volvía a comenzar

¿Por qué lo hacía?

Ni siquiera ella lo sabía.

Nada, no sentía nada era como flotar sobre una suave nube compuesta de algodón, perfectamente acomodada para ella.

Su mente era un continuo laberinto sin salida del cual buscaba como escapar, pero no podía hacerlo. Era desesperante era como sentir miles de nubes negras que cubrían todos y cada uno de sus pensamientos. Cada idea que trataba de formar en su mente de inmediato se evaporaba.

―Mi niña tiene que volver a su habitación ― escucho con claridad su voz.

La enfermera con cuidado se acercó a ella, la chica tenía su mirada continuaba fija en el suelo, su aspecto era deplorable, sus labios resecos y su cabello era un completo desastre, ojeras muy notorias, pero, aun así, aun en ese estado era un gran avance.

Despacio y sabiendo que los movimientos bruscos la hacían alterarse la enfermera tomo de su mano guiándola nuevamente por el pasillo, el mismo que estaba completamente iluminado por los rayos de luz que se colaban por las ventanas.

La chica continuaba sin decir una sola palabra mientras observaba el suelo. Parecía perdida. Ajena a la realidad. Envuelta en su locura.

Flashback

Un buen paseo al aire libre era lo que más la relajaba. Solía hacer ejercicio a menudo y su rutina diaria comenzaba temprano en la mañana saliendo de su apartamento y caminando alrededor de 40 minutos.

Trabajaba todo el día en la biblioteca central de la ciudad, amaba leer, amaba ayudar y sin duda trabajar en un lugar tan pacifico era perfecto para ella.

Aquel día caminaba como siempre por Central Park observando a las demás personas disfrutar del lugar. Era inmenso y adoraba hacer un poco de ejercicio en sus alrededores. Disfrutaba de la vista. El clima y por supuesto de la tranquilidad que le brindaba aquel lugar.

Nueva York era un sueño hecho realidad. Para muchos era una ciudad caótica, estresante y en donde todo sucedía demasiado rápido, pero para ella era absolutamente perfecto.

― Buenos días Kathy ― sonreía el muchacho ― es bueno verte tan temprano.

― Hola Adam ― decía amablemente ― amo hacer ejercicio y lo sabes.

Adam era su vecino, un chico encantador, alto, cabello rubio, buen físico y amante del café. Se habían conocido desde el primer día de Katherine en la ciudad y desde entonces habían congeniado bastante bien. Era una persona en la que se podía confiar.

― Es verdad, seguiré con mi caminata que tengas un lindo día Kathy.

― Tu también ― sonrió alejándose del chico.

Katherine tenía 23 años, sus padres vivían en Miami y el dinero jamás fue un gran problema para ella debido al éxito que los mismos tenían en su ciudad natal. Pero Katherine quería algo distinto, fue por eso que se aventuró a dejar todo y llegar a la gran manzana.

Trabajaba en la biblioteca a pesar de no necesitarlo, pero debía hacerlo, así sentía que estaba viviendo la experiencia por completo. Estaba estudiando periodismo en la universidad y de a poco iba encontrando la estabilidad en su vida.

Con LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora