Trece

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Jason caminaba por el apartamento que había alquilado con el propósito de recuperar su matrimonio, pero en cuestión de horas todo se había venido abajo.

Le dolía pensar en el futuro, amaba a Alycia, la amaba con todos sus defectos y virtudes, era ella la mujer con la que siempre imagino pasar el resto de sus días. Ahora todo parecía haberse evaporado.

En cuestión de meses lo había perdido todo ¿Cómo había sido tan ciego? Su matrimonio era un desastre y se había negado a aceptarlo hasta que ya era demasiado tarde.

Jason miraba la botella de whisky que se encontraba ya a punto de terminarse después de una noche terrible en la que solo se había refugiado en el alcohol, otra noche terrible y es que así pasaba el tiempo y Jason continuaba hundiéndose en el amor que juraba sentir por Alycia.

Debía volver a Seattle lo sabía, allí estaba el trabajo de sus sueños, sus amigos, sin embargo, no estaba Alycia.

― Soy yo otra vez ― susurraba ― es el mensaje número 20 que te dejo y no..no contestas Alycia te extraño.

Los últimos días había tratado de comunicarse con ella incluso había ido hacia la clínica psiquiátrica sin embargo no se le había permitido el acceso.

― No puedo sin ti.

Se aferraba a su amor, a lo que para él lo mantenía con vida, a lo que lo mantenía con los pies sobre la tierra. Siempre había sido un soñador y había imaginado la vida perfecta con la mujer perfecta. Sin embargo, aquello ahora eso era solo un sueño lejano que parecía jamás se haría realidad.

Nos aferramos al amor con locura, con intensidad dejando que el sentimiento domine cada parte de nuestra vida. En la búsqueda incesante de la felicidad anteponemos incluso nuestros ideales por conseguirlo para Jason su felicidad era Alycia, su matrimonio, la idea de una familia y perdiéndolo todo se sentía vacío. Sin saber cómo actuar ni como seguir adelante.

...

Un poco lejos de allí Alycia se encontraba en su habitación organizando sus cosas, quedaban algunas horas para que el comité aprobara su trabajo y eso la tenía nerviosa, también debía volver a Seattle y arreglar su vida, si es que aún se podía arreglar.

Su mente era un completo caos miraba su celular los cientos de mensajes de Jason y no sabía cómo afrontarlo.

Le había sido infiel.

Lo sabía perfectamente, pero no se arrepentía haber besado a Katherine ya que había sido el mejor momento de su vida, era como si todo comenzara a tener sentido, que por un momento mientras sus labios se habían juntado todo hubiera sido mejor.

― Oh dios mío ― escucho la voz de Katherine así que rápidamente corrió hacia el pasillo.

Estaba en lo correcto, allí estaba Kathy abrazando fuertemente a una mujer que desconocía, ambas sonreían y se abrazaban efusivamente mientras la doctora Collins trataba de comprender la escena.

― Doctora Collins, veo que ya se dio cuenta de quien llego

― No Margaret ¿Quién es?

― Lily Evans fue la mejor amiga de Kathy durante su tiempo en Nueva York y finalmente logre contactarla, fue difícil, pero lo logre ¿no te pone feliz?

― Si...si claro digo Katherine necesita apoyo y que mejor que el de su mejor amiga ― sonreía

Ella tenía una vida fuera de esto, tenía sueños, metas y miles de cosas que se vieron interrumpidas por un suceso que se escapaba de nuestras manos. Ella vivía en Nueva York, tenía todo para ser feliz y lo era, pero le asustaba pensar en que iba a pasar con ellas, no tenían un futuro, no tenían absolutamente nada más que un par de encuentros en la terraza. ¿eso era todo? No, no podía ser todo.

Con LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora