Vigésima séptima parte: Bye.

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Después de cinco minutos corriendo sin tener pensado un lugar concreto, paro. Apoyo mis manos sobre mis rodillas e intento coger aire, pero aún sigo pensando en Shane, y vuelvo a ponerme a llorar. Intento tranquilizarme sola, y me fijo en lo que me rodea. Estoy en la calle principal, donde está el supermercado, la taberna y varios edificios. Veo que en uno pone "Hostal Casablanca". Entro sin pensarlo ni un segundo, al fin y al cabo no puedo seguir aprovechando la hospitalidad de la familia Harrison.

Es un lugar oscuro, aunque tiene un gran ventanal por el que se puede ver la recepción, donde además de la mesa que sostiene las llaves hay un sofá para poder esperar, a la izquierda hay unas escaleras y supongo que llevarán a las habitaciones.

- Hola -consigo pronunciar.

- Hola -saluda la recepcionista preocupada.

- ¿Puedo alquilar una habitación?

- Lo siento, todas están ocupadas.

Miro hacia abajo, preocupada, no sé qué hacer ni a dónde ir. Las ideas se me han acabado y mi inspiración está muy lejos de aquí en estos momentos.

- No sé qué problema tendrás, pero no se te ve muy bien, si quieres puedes quedarte en el sofá, no te cobraré nada.

Eso me faltaba. Que me cobraran por dormir en un andrajoso sofá.

- Gracias -digo antes de ponerme a llorar.

Siento que estoy destrozada, aunque algunos dirían que tengo el corazón roto. Como dice una de mis heroínas literarias "Ellos dicen que es un corazón roto, pero me duele todo el cuerpo". No había entendido completamente esa frase hasta el día de hoy.

- ¿Quieres algo?

- No, gracias.

Veo como salen parejas de las habitaciones, y como entran otras sin preguntar siquiera, pero la casera ni se inmuta.

- ¿Podría hacerme un favor?

Ella se ríe, y yo no le veo la parte divertida a la situación.

- No sé quién te ha enseñado hablar así... - cuando por fin consigue parar de reírse continúa-. Pero dime.

- ¿Mañana podría despertarme a las doce menos cuarto?

- Si no te despierto antes con mis ruidos, claro.

Después de eso me tumbo en el sofá sin importarme si se me ve la ropa interior o como tengo el pelo y cierro los ojos, para intentar relajarme. No lo consigo, pero me duermo rápido debido a las grandes emociones de hoy, aunque me despierto varias veces a lo largo de la noche y siempre me quedo mirando a través del cristal, pensando en lo que haré y en cómo estará Shane. Es lo único que me preocupa: el estado de Shane.

Siento como una mano me mece suavemente, y sin ganas de vivir abro los ojos. Veo un pelo negro, con unos ojos oscuros y una camiseta negra mezclada con los rayos del sol.

- ¿Shane?

- Hope.

Con las pocas fuerzas que me quedan consigo incorporarme para verlo mejor. Mi corazón da un brinco al cerciorarme de que sí que es él, y de repente ya no sé qué decir o hacer, como siempre que estoy con él.

- ¿Qué haces aquí? -pregunto intentando que no se note mi alegría porque esté aquí.

- Cualquier persona que pase por aquí puede verte, hay un cristal enorme.

Bajo la cabeza, no sé qué más decir. Como ya he dicho antes, me deja sin palabras, y sin aliento incluso.

- Hope, he venido aquí por una razón.

Spirit. [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora