-Pero si estamos todos...- hablo Gregorio casi gritando.
-Sí, pero ya nos íbamos- trate de sonreír lo más amable posible y al mismo tiempo escaparme de ahí.
-Quédense, podemos divertirnos mucho- mostro sus dientes amarillos.
-No en serio, estamos cansados- respondí con un pie casi afuera del bar.
-Otro día será- hablo Teo antes de salir del lugar completamente.
En cuanto estuvimos fuera del local sentí que alguien además de nosotros salió.
-Empeza el camino para tu casa, desviate en la primera que puedas- le dije cas susurrando.
-Está bien, pero subí adelante. Si nos tiran algo, que lo tiren a mi- lo dijo tan seguro que ni seme ocurrió retrucarle. Me subí a la moto y él se puso detrás de mí. Sabía que no iba a pasarme nada, Teo era como un escudo, el me mantenía como en una burbuja de protección.
Cuando ya habíamos viajado y desviado bastante, empezamos a buscar un lugar donde dormir. Hasta que lo vimos: un monasterio. Teo estaciono la moto y caminamos hasta la gran puerta de madera.
-¿En qué puedo ayudarles? - pregunto una monjita vieja, cuando tocamos las puerta.
-Nosotros no tenemos donde dormir, estamos un poco perdidos- explico Teo.
-Bueno por hoy pueden quedarse acá, solo no hagan mucho ruido que las hermanas duermen.
Nos adentramos al lugar y la monjita nos llevo a un cuarto aparte. Era grande y tenía dos camas con sabanas blancas. Una estufa, cortinas igual de blanca que las sabanas y un gran espejo de cuerpo entero.
-Si necesitan algo llámenme. Por favor no hagan mucho ruido- dicho esto, dio las buenas noches, nos bendijo y se fue.
No podía dormir, me entretenía mirando el pelo negro de Teo, su espalda bronceada subía y bajaba.
-Teo- lo llame, pero no respondió- Tei- grite un poco más fuerte.
-¿Que paso? - se despertó de repente.
-Nada, no puedo dormir. Veni conmigo, si queres juntamos las dos camas- me senté en la mía, mirando cómo se levantaba y movía la cama y la ponía justo al lado de la mía.
-Estoy aburrida, no puedo dormir.
-Veni yo tengo un par de ideas- me agarro por la cintura.
-Teo estamos en un monasterio- me reí, quería reírme fuerte pero no podía.
-Pero ya me despertaste asique... Tomalo como un retiro espiritual diferente-empezó con besitos en el cuello.
Besos traviesos, pasionales, juguetones, ropa tirada por todos lados y una de las mejores noches de mi vida.
Cuando me desperté, busque mi ropa y la de Teo, lo desperté lo más rápido que pude, pero no se quería cambiar. Yo ya estaba lista.
-¿Podes colaborar un poco? - la remera había sido fácil, pero el pantalón era complicado ponérselo.
Después de una lucha porque se cambie, logre que salgamos de la habitación. Le agradecimos a la monjita y ella nos acompaño a la puerta. Saludamos amables y subimos a la moto camino a casa.
El juego ya había empezada, esta había sido una de las tantas noches en las que íbamos a tener que escapar y por suerte anoche no hubo tormenta.