¿Estaba embarazada? No podía ser posible, las fechas no me daban. ¿Qué iba a hacer con un bebé en estas circunstancias? Tenía que huir lo antes posible.
-Dejá de decir estupideces, tuviste un desmayo por tener baja la azúcar – habló Yazmín, golpeando en el brazo a su hijo – siempre los tengo que ver en estas situaciones. ¿No pueden venir a comer un día como la gente normal? – nos reímos los tres. Sería algo realmente raro que pasara.
-¿Te sentís bien ahora? – preguntó Teo.
-No, casi me da un infarto con lo que me dijiste idiota – lo miré enojada. Iba a seguir pero Gregorio irrumpió en la habitación.
-Necesito hablar con ella, todos fuera – dijo en un tono lo bastante alto para dar a entender que él era el que mandaba. Todos se fueron dejándonos solos, él se acercó bastante lo que hizo que se me erizara el pelo de la nuca. .
-¿De qué queres hablar?
-Estoy un poco enojado con vos Cookie – respondió con su rostro transformándose.
-¿Por qué? Estoy haciendo todo lo que decís ¿Por qué le pegaste a Teo? – dije asustada, sacando el valor de preguntar no sé de dónde.
-¿Crees que tenés el derecho a preguntar? Dormiste con él ¿Enserio preguntás? Sos toda una puta – dijo mirándome con asco.
-No soy ninguna puta – escupí – No le vuelvas a pegar a Teo, era nuestro trato, lo rompiste. Yo puedo ser lo que vos pienses que sea, pero vos sos un cobarde, no se puede confiar en vos – me senté en la camilla, el suero todavía conectado a mi brazo – Y tampoco me voy a casar.
-Chiquita, ¿vos pensas que podes decidir algo de ahora en más? No preciosa, sos mi hija ahora. Yo decido – me empujó de nuevo a la cama y caminó hacia la puerta.
-¿Cuál es el plan después de todo? ¿Para qué tanto? – pregunté levantándome de nuevo y quedando sentada en la cama.
-Pensé que eras más inteligente, como lo sos jugando al póquer. ¿Cómo no te diste cuenta todavía? – se quedó en su lugar cerca de la puerta.
-Se ve que todavía no lo descubrí, asique me gustaría que lo expliques – desafié.
-Destruirte. Ni más ni menos, y si preguntás por qué… Todo por Débora – salió por la puerta, sin decir más.
***
Narrador Omnisciente:
El cuarto de descanso para las enfermeras estaba vacío, solo Teo y Yazmín lo llenaban. Teo desesperado, como era de esperarse, ya estaba maquinando todo un plan en su cabeza para salvar a Lola de esto. Siempre lo había hecho y siempre lo iba a hacer, además sentía que se lo debía. Ella había hecho ese trato con Gregorio solo para protegerlo, había soportado los golpes, las noches sin dormir. Se lo debía y la iba a sacar de esto.
-Necesito ir ahí. Ese hijo de puta la va a lastimar – Teo se levantó de la silla.
-No dejalo así, ella va a estar bien – Yazmín lo agarró del brazo.
-La tengo que salvar mamá, él le va a hacer algo. Me tengo que escapar – habló Teo.
-¿Estás loco Teo? ¿A dónde te vas a ir? Si Gregorio los encuentra… - se cortó pensando en lo que podría pasar.
-Tengo que irme a un lugar que ni se le ocurra buscar, no sé donde puede ser. No puedo pensar en momento – se agarró la cabeza. Casi al borde las lágrimas.
-La casa de Puerto San Julián en el sur – murmuró Yazmín mirando de a su hijo. Los ojos de Teo se iluminaron, la solución había caído del cielo y no había otra opción que agarrarla.
-Necesito tu ayuda para irme, tengo que sacar a Lola de acá.
-Ella está débil Teo, tenés que tener cuidado. Pero te voy a ayudar – sonrió suave la mamá de Teo.
-Gracias, te amo ma – la abrazó fuerte, ella le devolvió el abrazó.
-Hoy a la noche tengo guardia, puedo ayudarte a salir – dijo todavía en el abrazo.
***
La tarde pasó lenta, tortuosa, interminable para Yazmín y Teo. Los últimos detalles del plan fueron pulidos. A la una de la mañana cuando era el cambio de turnos escaparían, la casa del sur estaba en un pueblo bastante chico y a su vez la casa estaba en lugar lo más parecido a un bosque. Todo estaba perfecto, lo que mataban eran los nervios, la incertidumbre de no saber que iba a pasar, si Gregorio los encontraría o no. Teo no le había contado nada a Lola, esperaba que ella no se opusiera y saliera con uno de sus pretextos de protección hacia él.
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Era hora de escapar.