Capitulo 23: El día que nos conocimos.

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Desde el día que Gregorio anunció el compromiso de Milo y mío nada había vuelto a ser como antes. Algo se había roto, o mejor dicho se había terminado de romper, de destruir, era imposible de recomponer. Hasta la creencia por la promesa de Teo pendía de un hilo, yo sabía que él me iba a cuidar. Siempre lo habíamos hecho, era algo natural, casi como un instinto, un pacto que nunca habíamos pactado. Fue así desde que nos conocimos, y nunca dejó de ser de esa manera.

Miré por la ventana cuando sentí viento golpearme la espalda, estaba lloviendo fuerte afuera, lo que hacía que las cortinas color crudo bailaran por casi toda la habitación. Me quedé viendo cómo caía fuerte la lluvia por la ventana y esa imagen me hizo acordar a una escena muy parecida. Unos chicos se conocían en unas circunstancias no muy lindas y una lluvia por encima de ellos…

Flashback

Llovía fuerte en el Quemador, mesas de póquer y Black Jack inundadas, todos queriéndose salvar, las sirenas de la policía se escuchaban cada vez más cerca, lo que hacía que todos corrieran más rápido. Yo, al igual que todos, quería irme de ahí, mi papá no tenía ni idea que yo jugaba póquer clandestinamente casi todas las noches. Si la policía te encontraba, solo indicaba una cosa: la cárcel. Ese pensamiento solo me hizo correr más fuerte, pero tropecé con una piedra enorme lo que me dejó un raspón todo sangriento en cada rodilla.

Mi visión se nubló por una moto enorme que hacía que me sintiera más chiquita de lo que ya era, unos ojos claros me miraron y una mano fue tendida para que yo la agarrara. Sin pensarlo dos veces, la tomé y subí a la moto. Llegamos a lo que se suponía que era su casa. Estaba en la casa de alguien que no conocía y me dolían demasiado las rodillas para caminar o correr, cada vez se ponía mejor esto. El chico desconocido estacionó la moto debajo de un techito que casi no llegaba a protegernos de la lluvia, por lo que la mitad de mi cuerpo estaba mojado.

-Mi mamá es enfermera, te va a curar, no te voy a hacer nada – dijo y yo asentí - ¿Cómo te llamas?

-Lola – respondí tan bajito que creo que ni siquiera escuchó.

-Bueno Lola – se calló un segundo – Lolo me gusta más ¿Tenés algún problema para hablar? Abrí la boca que quiero ver si tenés todo ahí adentro.

-Puedo hablar perfecto, no tenés que revisar nada – hablé brusca.

-Es una buena noticia esa entonces – sonrió. Ahora que había un poco más de luz lo pude mirar bien, era hermoso. Cada rasgo de su cara era perfecto. Él era el chico nuevo que había entrado al colegio, no sabía casi nada de él.

-¿Vamos adentro? Tengo frío – tenía un short, una remera y una campera demasiado finita.

-Cómo usted quiera princesa – dijo y me agarró por las piernas levantándome como a una novia en la noche de bodas.

-Puedo caminar – dije molesta.

-Tiene las rodillas lastimadas princesa, no quiero que le duelan tanto o más de lo que le duelen – suspiré, él era tierno, aunque pensándolo bien ¿A cuántas se lo habrá dicho? – Para que sepas es un privilegio el que estás teniendo – casi respondió a mi pensamiento.

Apenas entramos dos pares de ojos iguales a los del chico que me tenía en brazos, el cual todavía no sabía su nombre, nos miraron. Dos nenes de unos cuatro años, con sus pijamas con dibujos de autos puestos, un juguete en la mano de cada uno y un flequillo rubio que les cubría casi hasta los ojos.

-Ellos son Dylan y Dante, mis hermanos – me habló al oído y se me puso la piel de gallina.

-Estás todo mojado, le voy a contar a mamá y le voy a decir que trajiste una princesa a casa – dijo uno de los rubios.

-Asique lo de la princesa es de familia – dije en su oído. El rió.

-Vimos una película que el protagonista le decía princesa a la chica y siempre la llevaba así – me señaló – se quedaron con esa imagen.

-Teo – dijo una mujer de unos cuarenta y tantos en un uniforme celeste de enfermera. Asique ese era su nombre, lindo – Quiero saber ya que pasó esta vez y ¿Qué es eso de la princesa que dice Dylan? – terminó de hablar cuando me vio y sonrió. Supongo que debe haber entendido la asociación que había hecho Dylan de mí.

-Ella es Lola, se lastimó las rodillas, curala.

Fuimos a lo que parecía su cuarto, paredes azul oscuro llenas de fotos de lo que parecían sus amigos y familia, él no estaba en casi ninguna. Una cama con acolchado negro y muchos almohadones del mismo color. Me sentó en su cama, una sensación de vacío, como si me faltara algo ahora que estaba sin sus brazos alrededor mío.

-Haber que tenemos acá – dijo Yazmín la mamá de Teo, el me había dicho su nombre antes de entrar a su cuarto – Teo mientras mostrame que te hiciste esta vez.

El sin ningún pudor se sacó la remera y mostró un corte en su hombro. Y ahí estaba yo mirando su cuerpo de los dioses, sin ninguna imperfección, en vez de preocuparme porque tenía un corte en el hombro. Reaccioné.

-Curalo a él primero, tiene peor que yo – dije mirando a Yazmín.

-Está bien tengo uno de estos por semana – habló guiñándome un ojo.

-Es verdad, además hoy mi turno empieza a las doce de la noche, ahora esperás – le habló a su hijo.

Cuando la mamá de Teo se fue y nos dejó solos en la habitación, estaba muy nerviosa. No sabía por qué él me ponía nerviosa, y ahí estábamos, yo apoyada sobre mis codos y él en frente mío con una de sus piernas encima de las mías. Miré por la ventana y la lluvia caía demasiado fuerte para irme, no quería irme ahora, le mandé un mensaje de texto a mi papá diciendo que iba a llegar más tarde porque me había quedado en la casa de una amiga a cenar. Ahora estaba seca, Yazmín me había prestado algo de ropa.  

-¿Me puedo quedar un rato más? – pregunté bajito.

-Para siempre – me respondió y los dos sonreímos.

Fin de flashback.

Desde ese día todo fue colores, amor, pasión y compañerismo. Siempre habíamos estado el uno para el otro y no digo que eso haya cambiado, quizás solo un poco. Pero desde hace un tiempo que los días no tienen ningún tipo de color, ni siquiera puedo decir que eran negros o grises, porque no llegaban a eso. Eran días sin color, y ahí es cuando te preguntás ¿A dónde vas cuándo los días no tienen colores? Si todo fuera como antes, yo iría con Teo, porque solo con él mis días tienen colores, porque solo estar con él viendo una película o durmiendo hace que todo tenga sentido.

Pero después me di cuenta que eso, por lo menos por ahora, no iba a pasar, porque nuestro para siempre parecía terminado, los días no tenían colores y yo no tenía a donde ir. 

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