Si ven faltas de ortografía díganme para corregirlas por favor. ☺
Otra cosa, toco el tema del aborto, no quiero peleas entre ustedes ni ofensas a mis personajes, es solo ficción, tanto puedo estar de acuerdo en esta novela, tanto puede ser lo contrario en otra. Así que por favor no se lo tomen a pecho, es ficción y al leer esto no obligo a nadie a abortar o a no hacerlo. Se los pido por favor.
Me mantenía en completo silencio. La observé pasear a paso lento por la casa; en algunas partes el piso hacía ruido y cedía ante su peso. La madera crujía y era el único sonido que se escuchaba dentro de la estancia.
Ella observaba con detalle. Deslizó la yema de los dedos por los muebles, las repisas, todo lo que estuviese a su alcance; sonreía de tanto en tanto y me lanzaba miradas que me decían algo que yo no podía o no quería descifrar. Seguía callado, mirándola, sintiéndome mejor al verla curada.
Su cabello rubio estaba tomado en un moño alto, algunos mechones le acariciaban el cuello. Su piel era tan blanca que aún veía los hematomas que le dejaron, pero poco a poco se disipaban, se borraban, mas nunca de su mente, esas eran heridas que nunca sanaban, que siempre se quedaban abiertas y sangrantes. Pero ambos éramos fuertes y aprenderíamos a lidiar y vivir con ellas. Sophie iba que superarlo y la ayudaría en lo que fuera necesario.
No podía hacerla olvidar, pero me encargaría de llenarla de buenos recuerdos, de hacer de su vida la mejor, de darle todo lo que necesitaba y quería. Llenaría ese vacío, esos años que estuvo sola, que sufrió, que lloró. Cada lágrima que derramó sería reemplazada por cientos de sonrisas, las mismas que pondría en su rostro todos los días.
No sabía cómo, nunca le di amor a nadie que no fuera...
Negué. No podía nombrarla aún, quizá nunca lo haría.
Odiaba esto, odiaba tener que reprimir su recuerdo, odiaba el no poder siquiera pronunciar su nombre en mi mente, odiaba no saberla con vida, odiaba haberla perdido y sinceramente no deseaba volver a pasar por lo mismo con Sophie, a ella no le fallaría, no lo haría de ninguna manera, era todo lo que tenía en este mundo, la única familia que me quedaba, y lucharía como sabía hacerlo para mantenerla a salvo de todo y de mí.
—¿Entonces? Llevas horas con la vista en cada detalle. Dime si te gusta o no, hay tiempo para comprar otra para ti —añadí con tranquilidad. Crucé los brazos detrás de mi espalda.
—Mamá solía decir que siempre era bueno tener un comedor amplio y bonito, porque la familia se reunía alrededor de él, ahí compartíamos tiempo y sonrisas.
Nuestras miradas recayeron sobre el comedor de seis sillas. Intenté tener un recuerdo de mi casa, de mis padres, de Sophie, de mí, pero no conseguí nada, solo lagunas enormes, no de agua clara, sino oscurecidas, como cuando la noche recae sobre el mar. Lagunas tenebrosas donde no había nada bueno que encontrar.
—Sophie —advertí.
—Me gusta. —Sonrió—. Me quiero quedar aquí.
Respiré tranquilo y satisfecho. Metí la mano al bolsillo del pantalón y me acerqué a ella.
—La llave —murmuré y extendí el brazo para dársela. Ella la tomó, rozó sus dedos con los míos, pero me alejé con celeridad, no soportaba su tacto.
—También te lastimaron, ¿no es así? Por eso no soportas que nadie te toque —susurró con miedo.
Apreté los labios y le di la espalda.
Tensé el cuerpo, cada músculo del mismo. Sentí rabia y odio, así como el deseo asesino, el deseo que resurgía dentro de mí cada vez que recordaba mis abusos. Tanto los físicos, como los emocionales; todo ello lastimaba mi mente. A Sophie la hacían llorar, sentirse nada, con el único deseo de desaparecer, de acabar con su vida. Sin embargo, conmigo funcionaban distinto, yo no lloraba, no quería acabar con esto. Por el contrario, fue creándose en mi interior una tendencia, algo psicológico quizás o quizá no, la verdad no me importaba buscarle excusas o justificar la sed de sangre que sentía, la sed de asesinar, de torturar, de herir a las personas. No le debía explicaciones a nadie, y si llegaba a ser así, me daba lo mismo.
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Sádico ©
General Fiction[PRIMER LIBRO SAGA AZUL] Mientras crecía, aquel hombre que llamó padre fue plantando en él el deseo de asesinar, acabando con toda su bondad; a veces él se preguntaba, ¿qué era peor? ¿asesinar o sentir satisfacción al hacerlo? Infligir dolor era lo...