Capítulo 25

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Capítulo corto. Ya casi termina la historia, quizá sólo dos capítulos más. La continuación como ya saben, es Por tu amor, donde Sasha tendrá el protagonismo que merece😌

Meses después.

Nunca antes tuve a un bebé entre mis brazos, eran frágiles y muy pequeños, diminutos diría yo; vulnerables, sin fuerza alguna que cualquiera podría hacerles daño y, sin embargo, podían tenerte a sus pies con una simple mirada. Así mismo este pequeño me hipnotizaba mientras me miraba atento con sus enormes ojos avellana. Sostuvo con firmeza mi dedo entre su diminuta mano y bebió su leche con paciencia, sin perder el contacto visual conmigo.

No era fácil cuidarlo, debo mencionar; cada tres horas debía de alimentársele, parecía un reloj, un reloj que pedía su comida a la hora adecuada; lloraba, era su forma de hacernos saber que debíamos alimentarlo, pero al entrar a su habitación el llanto cesaba, como si él supiera que ya venía alguien a atenderlo.

Era sorprendente la manera en cómo ellos eran tan listos, cómo percibían todo. Verlo me hizo saber que Sophie tomó la decisión correcta al tenerlo.

El pequeño André era perfecto, mi sobrino era perfecto.

—Vete a descansar, aún no estás bien, yo estaré cuidándolo, después cuando te encuentres sana me iré con él —dije y sonreí a André que devoraba su leche.

—Ya no me duele la cesárea. —Ignoró mi sugerencia—. ¿De verdad vas a llevártelo? —Indagó y se acercó.

Ella no lo vio, no quiso tenerlo cerca cuando nació. Creí que cambiaría de opinión; cada día tenía la esperanza de ello mientras juntos escuchábamos el latir de su corazón. Sin embargo, me equivoqué, Sophie no lo quería, era más la rabia, el rencor, la impotencia que sentía, que el amor a su propio hijo. Así que me lo llevaría, cuidaría muy bien de él, me acostumbré a tenerlo conmigo siempre. No sería un problema, por el contrario, me sería grato el cuidarlo.

—Sí, ¿verdad que sí irás con tu tío? —Inquirí divertido y pellizqué con suavidad una de sus mejillas sonrojadas y calientes.

—Sasha.

La miré, se mostraba titubeante e indecisa.

—¿Qué ocurre? —Cuestioné.

—Déjalo conmigo —soltó.

Me dejó atónito por unos segundos e intenté procesar lo que acababa de decir.

—¿Estás hablando en serio? —Repliqué asombrado por el cambio tan radical que tuvo.

—No me ves riendo, ¿o sí? —repuso, sonreí por un instante—. Déjame cargarlo, por favor.

—¿Segura?

La verdad era que no quería ver cómo rechazaba a su hijo otra vez.

—Sí —susurró.

Me levanté del sillón y con cuidado le di a André. Descansé su delicado cuerpo contra los brazos de Sophie, quien miraba seria y atenta a su hijo, como si fuera una especie de alíen al que ella nunca antes había visto, mostrándose recelosa, pero también con cierta emoción que brillaba en su mirada.

—Hola —murmuró hacia su hijo, quien se removió, movió las manitas y buscó tocarla—, hola, hijo —repitió con los ojos llenos de lágrimas—. Es tan bonito, se parece a papá, mira, Sasha, su nariz y su boca son como las de él.

—Sophie, es pequeño, aún no puedes decir que se parece a alguien —señalé sin dejar de sonreír ante la tierna imagen que se desarrollaba frente a mí. Debía disfrutarlo, eran pocos los buenos momentos que yo tenía para recordar.

Sádico ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora