Las luces seguían cegándome, pero comenzaba a acostumbrarme a ellas, al ruido, a los gritos ensordecedores de las personas que se encontraban a mi alrededor; todas reunidas aquí para verme pelear, aunque yo no fuera "la atracción principal", sino Liam.
Nunca había hablado con él en todo el mes que llevaba viniendo aquí a luchar, sólo lo veía hablar con Sergey, quien lo miraba siempre con orgullo, como nunca me miraba a mí.
A veces sentía celos. Celos al notar que para Sergey él era su favorito, al que cuidaba de que nadie lo tocase; conmigo no lo hizo, al menos no al principio. Permitió de alguna forma que esos malditos jodieran mi vida más de lo que ya se encontraba.
No obstante, me alegraba al menos no vivir donde Liam vivía, entre aquellos huérfanos y aquellas sucias y deprimentes paredes, sin tener posibilidad alguna de escapar por ahora. Sí, quizás él era el mejor en la lucha, pero mientras él entrenaba, yo usaba mi cerebro, ganándome más y más la confianza de Sergey sobre los negocios, los cuales pronto serían míos.
En este último mes había aprendido mucho, no me separaba de Sergey, pero tampoco descuidaba demasiado a mi Anka. Iván rondaba en la casa más de lo que me gustaba, así que mantenía a Anka bajo llave, la misma que yo traía conmigo siempre. Además, le enseñaba a defenderse, le regalé una navaja. Me fascinaban. Sabía que no era un regalo para una niña de nueve años. Sin embargo, las circunstancias lo ameritaban.
Finalicé mis pensamientos y fijé mi vista en mi oponente de esta noche; era un chico de mi edad. Sus músculos se encontraban más definidos que los míos, su rostro endurecido era surcado por una cicatriz que atravesaba su ojo y ceja, una marca que yo podía observar a la perfección desde el sitio donde me encontraba.
Él me miró, apreté las manos en puño, tensé mis músculos, dejé rígido mi cuerpo y luego sin más me lancé contra él sin esperar la voz del tipo que empezaba a ser odiosa para mis oídos.
Gustoso recibí el primer golpe en mi estómago al momento en que esquivaba uno que iba directo a mi rostro, el cual en pocas ocasiones permitía que me tocaran.
—Eres bueno, ruso —escupió el tipo. No entendía qué putos ánimos le quedaban de mantener una charla cuando ambos nos estábamos moliendo a golpes—. Pero no más que yo.
Reí en su cara y estampé mi puño contra ella, no tardó en escupir sangre. Aproveché su confusión y di una patada en su rodilla que lo hizo trastabillar, mas no caer.
Me lanzó una mirada retadora y embistió mi cuerpo con el suyo, dándome una tacleada; a consecuencia de ello caí al suelo. Golpeé de lleno mi espalda contra él. Hice una mueca de dolor mientras el aire escapaba de mis pulmones.
El chico me lanzó un puñetazo en el rostro que nuevamente esquivé. Levanté mi codo y lo dejé caer contra su sien de forma súbita.
Él cerró sus ojos y fue mi turno de reaccionar.
Lo tiré con todas mis fuerzas contra el suelo, subí sobre él y dejé caer una lluvia de puños contra su rostro, descargué mi furia y la adrenalina que sentía una y otra vez hasta que él dejó de luchar.
—¡Y nuevamente lo hizo! —gritó ese hombre justo cuando yo me incorporaba con algo de dificultad. Mi cuerpo se osciló, pero logré mantenerme firme.
—Vamos, hijo, lo hiciste bien, como siempre —comentó Sergey. Se apareció a mi lado mientras su mano descansaba con firmeza sobre mi hombro derecho.
—No tanto como Liam —espeté. Él soltó una risa. Me empujó con sutileza hacia un lado para salir de la arena.
—Pero mi favorito eres tú. —Md carcajeé sin la menor gracia.
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Sádico ©
Ficción General[PRIMER LIBRO SAGA AZUL] Mientras crecía, aquel hombre que llamó padre fue plantando en él el deseo de asesinar, acabando con toda su bondad; a veces él se preguntaba, ¿qué era peor? ¿asesinar o sentir satisfacción al hacerlo? Infligir dolor era lo...