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—Escuchen, no puedo estar dándoles tiempo para que les ayuden aquí, así que si alguien quiere ayuda tendrá que pedírsela en casa, entonces tendrán qué estudiar con la persona que las ayudará en casa,—suspiró.—Bien, pueden salir.—Dijo la maestra en cuánto escuchó el timbre escolar sonar. Bien, había sobrevivido a la escuela un día más, y a Christina -también a no matarla-.

—Grace...—Thomas tocó el hombro de la niña, apenas iba a hablar, cuándo ella rodó los ojos y le hizo una seña de que se callara.

—En mi casa, Calle Nottingham número 366. A la hora que te dejen.—Se encogió de hombros, sabía qué tenía que pedir permiso y todo eso.

Grace fue la última es salir, en cuánto atravesó la puerta principal miró cómo Thomas corría hacía su papá, quién lo abrazó para luego elevarlo por los aires, miró hacía el otro lado, Christina estaba en la misma situación, Grace miró el suelo, estaba apenada y triste, demonios, hasta sentía lástima de sí misma. Ella no tenía un papá qué fuera por ella, suspiró con tristeza, bien, tenía que ser fuerte para su mamá, pero no podía reprimir estás ganas de llorar.
Escuchó una suave y burlona risa, levantó la cabeza para toparse con Christina, ugh, como la odiaba, Grace sonrió con maldad e hipocresía y mantuvo la frente alto, se dio media vuelta y empezó a caminar hacía su casa, con la cabeza en alto, como si no le doliera, cómo si no le importará, pero no iba a perder su dignidad y menos con ella ahí.

Caminaba sin dar saltitos como de costumbre, caminaba mientras miraba la calle y luego el cielo y luego al suelo, así sucesivamente, su casa no quedaba tan lejos, por lo que llegó rápidamente sacando su llave y poniéndola en la cerradura, le dio varias vueltas y abrió la puerta, sacó la llave y cerró la puerta, aventó su mochila al sillón y se fue a mirar qué había dejado de comer su mamá, lo recalento en el microondas y después empezó a comer mientras miraba las caricaturas.

Eres una niña muy independiente, Grace,—dijo su mamá alguna vez,—pero no puedo dejarte sin supervisión, es incómodo para mí y...—el sermón había sido largo. Muy largo. Y por eso, la vecina Estefanía venía varias veces a checar cómo estaba Grace, que hacía, que veía y si tenía hambre o quería ir con ella.

—Extraño a mamá,—comenzó a hablar, sabía que estaba sola pero no tenía con quien hablar, así que sólo imaginaba que estaba alguien escuchandola, poniéndole atención y aconsejandola, aunque sabía perfectamente que no había nadie.—Hace días que la veo por muy poco tiempo, quisiera tener un papá, así mamá estaría conmigo al menos un rato, y así pudiesen ir por mi a la escuela, abrazarme y cargarme, ¿Porqué Thomas y Christina tienen papás que siempre están con ellos y yo no?, ¿Así debe ser?, porque entonces no me gusta.

Miró un punto fijo a la nada, sentía cómo se le escogia el corazón y las ganas de llorar eran demasiadas, y no pudo más, rompió en llanto, subió sus pequeños pies a la mesa -ya estaba descalza por su casa-, y abrazo sus piernas, era lo único qué podía abarazar ahora.

—Mi... papá... fue un hijo de perra, ¿no?—Sollozó lo más fuerte que pudo, quitó con fuerza las lágrimas de sus ojos,—Quiero un papá qué me quiera y a mamá también, quiero una familia cómo la de todos mis compañeros, ¿E-es por mi forma de ser?, cambiaré, seré una niña buena.

Esperaba una respuesta, sabía que no la tendría, pero en verdad esperaba qué alguien estuviera ahí con ella, derramó un poco más de lágrimas y luego dejo de llorar con todas las fuerzas que le quedaban.

No sabía que hacer, sabía que su mamá siempre estaría para ella, pero en verdad se sentia jodidamente sola.

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