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Thomas se puso alado de Grace, miró su altura y luego miró qué tan grande era el a comparación de ella.

—Eres una enana Grace—Rió,—Te ganó por una cabeza y media.

—¡Vaya!, eres más grande que el árbol de los frijoles mágicos—Se burló,—Enana tú abuela.

—¡Oye!, con mi abuela no te metas,—Grace lo miró, bien, se había pasado, con las abuelas no se mete,—Bien, tú y ella son una enanas adorables.

Grace lo miró con una ceja alzada, mientras sus ojos demostraban burla y fastidio. Thomas se sonrojo levemente al sentir la mirada de Grace fija en el.

—No, Thomas, no.—Negó ella varias veces, mientras reprimia sus ganas de gritarle un par de maldiciones.

—¿Y porqué no?, mi abuela es verdaderamente adorable y...—

—No te pregunté Thomas, manten tú boca cerrada, ¿Quieres?.—Dijo dando por terminada la conversación. Caminaron a una de las bancas aún disponibles, éstas tenían una pequeña mesa, se sentaron y pusieron un par de libros encima de la mesa.—Bien, empecemos.

—Haber...—empezó a leer varias actividades del libro de Historia, ella no era fan de las historias de los países, el de ahora era; México.—Y entonces, así obtuvieron la independencia de México.

N.A.; Sólo me sé la historia de México so...

Ah, si... la independencia... ¡Claro!.—chasqueo la lengua y asintió.

—No entendiste, ¿Cierto?—Ella negó, Thomas suspiró.—Miguel Hidalgo fue....

¿Miguel Hidalgo?, ¿Quién jodidos es Miguel Hidalgo?. ¡Ya sé!. Ya recordé, pensó recordando las imágenes del libro.

—¿Ya?.—preguntó Thomas con los ojos brillosos, esperanzado a qué Grace hubiera entendido.

—Mhm...—miró los libros atentamente,—Haber, explícame una vez más.

Thomas suspiró con pesadez, pero se había hecho una meta; Ayudarle a la terca Grace.

...

Ya era la cuarta vez qué le explicaba lo mismo. Ambos estaban cansados y irritados de escuchar siempre lo mismo, pero Grace no podía concentrarse al cien porciento.

—Bah, a la mierda con esto.—Dijo Grace dejando el lápiz rodar por la mesa y cruzandose de brazos. Thomas tenía una expresión muy diferente en su cara, estaba sorprendido, avergonzado y algo asustado. No era una persona que escuchaba maldiciones muy a menudo, de hecho, casi nunca, y menos viniendo de una niña de siete años.

—¡Grace!, N-no digas eso.—Thomas sintió su cara arder, el tan sólo pensar en decir «Mierda» le apenaba.

—¿Decir qué?.—preguntó mirándolo con inocencia, parecía la niña más inocente del mundo, y obviamente, no lo era.

eso.—suspiró, sabiendo qué tenía que decirla para que ella entendiera.—m-mierda.

Grace sonrió con malicia al ver los nervios de Thomas al decir o tan solo pensar en aquella maldición dicha por la niña.

Mierda, mierda, mierda.—sonrió mientras se acercaba al rostro de Thomas con una mirada divertida y una sonrisa malvada, Thomas tragó duró, su respiración se aceleró y su cara se torno roja.—¿Quieres qué la siga diciendo?, porqué puedo hacerlo. Mierda, mierda y más jodida mierda.

—¡Grace McCain!—Gritaron, ella se giró para toparse con Christina Luperman. Sí, ella era la jodida mierda.

¿Qué quieres?.

—Eres una perra básica, alejate de Thomas.—Advirtió.

Perra básica serás tú, perdón pero yo ya soy la reina de las perras, bebé, y no me alejare de Thomas sólo porque me lo pides, maldita basura.—Sonrió con arrogancia y volvía a su lugar junto con Thomas, quién había estado concentrado en el libro y no escucho aquellas palabrerías dichas por ambas niñas. Sí, actualmente las niñas estaban muy avanzadas en cuánto a la vida, lo sabían y lo aprovechaban.

Escuchó cómo Christina gruñia cuál perra y se alejaba de ellos.

Grace sonrió.

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