Capítulo 8

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Sin embargo, un extraño ruido me saca de mis pensamientos y, vuelvo a la realidad.
Salgo con sigilo de la habitación y me dirijo a la escalera. Por segunda vez, compruebo que mis padres están durmiendo y empiezo a pensar que me estoy volviendo loca.   
Segundos más tarde, escucho una extraña voz y lo único aue distingo es:
- Ven...escalera.

Pensando que serían mis padres, fui, pero lo que sucedió fue surrealista.
Empecé a notar como una fuerza me golpeaba, cada vez con más intensidad. Sin embargo, cuando intentaba gritar, algo me lo impedía.
Miraba a todos los lados, pero no veía nada. ¿Qué estaba pasando?

Cuando conseguí levantarme del suelo, corriendo me dirijí a mi cuarto y lo único que quería hacer era gritar y llorar. Pensé en contárselo a mis padres, pero enseguida me di cuenta de que me iban a tomar por loca. Y solo se me ocurrió... Decírselo a Álex.

Salí por la puerta, con cuidado de no despertarles. No quería tener que dar explicaciones...
Después de alejarme unos metros, comencé a correr, presa del pánico.
Comprendí, que todo había sido real, al observar los moratones de mis brazos y la sangre de mis labios.

Al llegar a la cabaña de Álex, no sé por qué pero empecé a aporrear la puerta, sin ningún pudor.
A los pocos segundos, Álex me abrió la puerta con cara de preocupación y a la vez, algo molesto.
Sin embargo, al verme a mí, y la sangre que tenía en los labios, pusó una cara muy rara, que parecía de... ¿susto? Sin embargo... Me pareció muy fingida.

Al entrar, Álex me preguntó que me había ocurrido y yo, obviamente, se lo conté todo.
Pero lo que más me sorprendió fue que al acabar de contarle la historia, estaba muy pálido, más que de costumbre, y me dijó que seguramente había sido una pesadilla y que las heridas, me las habría hecho dormida. Que no me pusiese paranoica.

En cuanto me dijo eso, no pude evitar echarme a llorar como una desconsolada.
Álex arrepentido, por lo que había dicho, me pidió disculpas e intentó consolarme pasándome su brazo por encima. En cuanto lo hizo, las mariposas en mi estómago, se apoderaron de mí.
Nos quedamos mirándonos, unos segundos, que parecieron una eternidad. Tenía la necesidad de besarle o abrazarle, sin embargo, me contuve, aparté su brazo y me obligué a mí misma a recordar, por qué estaba allí.

En ese momento, me dirijí a la salida y muy apenada le dijé:
- Pensaba que tú me escucharías. Me caías bien, y creí que podríamos ser amigos. Veo que me equivocaba.

Estoy a punto de irme, pero algo me interrumpe, Álex irrumpe en mi camino y me suelta:
- Carol, yo no soy quién tú crees...

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