38. Secretos que terminan

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Cerca de medianoche llegamos a la fiesta organizada por Travis con el fin de ir "despidiéndonos" de las vacaciones. El lugar estaba colmado de gente, por los que nos costó llegar al parque trasero. Allí estaban, cómo de costumbre, nuestros amigos ya con cervezas entre manos, conversando de cosas que no alcanzo a oír.

—¿Quieres algo de beber? —me preguntó Cameron. Asentí.

—Lo que sea.

Acarició mi mano antes de alejarse, sin que nadie lo viese, para irse detrás de Simón.

—Te veo muy seria —expresa mi amiga.

—Quiero irme de aquí lo más rápido posible. Tengo un nudo en la garganta que me impide disfrutar.

—Pues si, es normal. Pero tranquila, Simón es bueno.

—Lo que me intranquiliza no es mi relación con el, sé que me perdonara. Pero si me preocupa Cameron, ¿Y si arruino su amistad para siempre?

Me dedicó una media sonrisa y tomó mi mano. Quizás no sepa qué contestar, pero con ese simple gesto me hace entender que estará conmigo, apoyándome. Como siempre lo hace.

Tiempo después, incontables latas vacías sobre la mesa y vasos con bebidas de todos los colores habidos y por haber, los chicos se reían aún más durante una conversación que solo ellos comprendían.
Simón estaba hablando de cosas sin sentido. Puse los ojos en blanco, ¿Justo hoy debía ponerse así?

—Ven —pidió Cam.

Desaparecimos entre la multitud y lo seguí escaleras arriba, esquivando a todos los que se paraban allí. Me agobiaba la gente que no bajaba ni subía, que solo se quedaba ahí estorbando el paso.
Caminamos por el pasillo dónde se encontraban las habitaciones y dimos con el baño, que para entonces estaba desocupado. Entramos en el y cerramos la puerta. Sonreí. Finalmente estábamos solos. Y podía besarlo.

—Te ves muy hermosa.

—Tú mucho más.

—Aunque más me gustaría que no llevaras ese escote —susurró mientras pasaba su dedo índice por el recién mencionado.

—¿Por qué?

—Porqué de solo verte me dan ganas de irnos de aquí y meternos en la cama.

—Cameron —me sonrojé. Era increíble el poder que sus palabras tenían sobre mí, y mis hormonas.

Volví a besarlo. Estaba tan concentrada en su boca que pegué un salto cuando golpearon la puerta. Una voz femenina apenas comprensible preguntó si estaba ocupado.
Era hora de salir. Si no, en unos minutos, habría una fila de gente esperando para entrar.
En cuanto abandonamos el cuarto, la chica de la voz anterior entró para dirigirse con rapidez al inodoro. Cerré la puerta, dándole privacidad.

Cuando vuelvo la vista al frente me encuentro con un par de ojos estupefactos.

—Matt.

—Esto es increíble.

—¡Espera! —digo cuando comienza a caminar.

—Casi pierdo mi amistad con Simón por besarte, para que luego me digas que no sentías lo mismo y te revuelques con el en el baño.

Estaba tan sorprendida por su manera de reaccionar que no pude detenerlo de bajar las escaleras. Nunca lo había visto enojado.

—Déjame explicarte —dije una vez que lo alcancé al final de la escalera.

—No, Amy, no quiero oírte.

Avanzó con torpeza, sin mirar hacia delante, chocando contra la última persona del mundo que quería que chocase. 

—Epa, ¿Qué pasa aquí? —preguntó Simón.

—Que te lo explique tu hermana. En vez de advertirle sobre mi, deberías haberme advertido a mi sobre ella. —escupió antes de esfumarse. La sonrisa de mi hermano se fue desvaneciendo poco a poco.

—No puede ser —musitó. Como si de pronto atara cabos, entendiéndolo todo.

Mantuve mis ojos fijos en los suyos, sin decir una palabra, aún de pie en la escalera. Y con Camerón detrás.

—Simón.. —logré articular.

Negó con la cabeza y salió al parque. Ambos fuimos detrás de él.
Mi hermano estaba por tomar las llaves del coche de la cartera de Nina cuando envolví su muñeca con mi mano. Me soltó de la manera más brusca que me había tratado jamás.

—Simón, escúchame.

—Esto es demasiado bajo, incluso para ti —dijo mirándolo, ignorándome completamente— ¿Mi hermana, Camerón? ¿De verdad?

—Simón, es distinto, ella me gusta. —se limitó a responder. Una oración que confirmaba todo.

—No puedes hacerme esto. Serás un gran amigo, pero jamás podrás ser un gran novio. Sabía que traerte aquí sería una mala idea.

—¿Por qué no puedo, Simón? ¿No puedo enamorarme?

—¡No de mi hermana, Cameron! Mierda, te conozco. Lo hago desde siempre. He visto cómo tratas a las mujeres, como las olvidas después de una noche, ni siquiera te importa cómo se llaman. Te he visto mostrándote insensible una vez que te aburrías, diciéndoles en la cara que no sentías nada cuando ellas comenzaban a enamorarse de ti. Lo siento, pero Amory no será una de ellas. No quiero ver cómo destrozas su corazón.

—¿Por qué no puedes aceptar que he cambiado? ¡Eso es lo qué uno hace cuando se enamora! Tú lo sabes, mírate, vives para Nina. Amory no es como las demás, Simón.

—¡Ya sé que no es como las demás! Es lo que más quiero en este mundo y por eso no te quiero ver cerca de ella.

Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. Camerón decía cosas tan lindas sobre mi, Simón cosas tan horribles acerca de el.
Los ojos de Nina se encontraron con los míos y su cara cambio completamente, corrió hacia mí y me estrechó entre sus brazos.

—No somos niños, por dios. No puedes impedirme que vea a tu hermana, no es tu decisión.

—Tal vez si, si puedo, mi padre irá a trabajar a Chile.

Abrí los ojos como platos, no podía creer que esté pensando en ello. Nunca había sido una opción. Ni cerca.

—¿Y que tiene eso que ver? —preguntó Cam, bajando la guardia.

—El trato era que nosotros nos quedaríamos aquí. Pero si uno de los dos quería irse, los dos lo haríamos, ninguno se quedaría solo.

Cameron me observó, dolido. También lo estaba. Cuando mis padres nos dieron la noticia de que viviríamos allí durante algunos meses nos costó días eternos convencerlos de quedarnos, nuestra vida estaba aquí y el sueño de mi padre no era el nuestro. Ellos lo entendieron, supongo, y nos dijeron que podíamos quedarnos. Con la condición de que sea juntos. Jamás aceptarían que yo me quede sola aquí. Y si, Simón era lo que más quería, pero también era capaz de irse a vivir a Chile para que no esté con Cameron.
Nina dejo de apretarme en sus brazos, pienso que también le impactó lo que acabamos de escuchar. Ella estaba al tanto de lo de Chile, pero pensaba que no nos iríamos a ninguna parte.

Al menos eso teníamos planeado.

Secretos de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora