39. No puedo perderte

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No podía soportar ni un segundo más de esa conversación. Me di la vuelta y tomé las llaves del coche, ellos estaban demasiado ocupados como para notarlo.
Corrí hasta llegar a la entrada de la casa de Travis, dónde por fin pude soltar el aire que tenía guardado.
Matt me vio e intento acercarse, pero era tarde, ya me encontraba dentro del auto. Arranqué y, rechinando las ruedas, me alejé del lugar.

Conduje a toda velocidad, lo único que quería en este momento era llegar a mi casa y encerrarme en mi habitación, o ir a la casita, dónde nadie pueda molestarme. Necesitaba estar sola, y llorar. Si es que aún me quedaba agua en el cuerpo.
Las cosas habían salido peor de lo que esperaba.

No podía irme a Chile, no podía alejarme de Cameron.

Mi familia entera vivía allá, y aunque mis padres vinieron de muy jóvenes a la Argentina, no dejarían que yo siga sus pasos y enfrente la vida sola. Casi que podía imaginar la conversación, diciéndome que Cameron es un capricho, que "conoceré nuevas personas".
No llegarían a comprender lo enamorada que yo estaba. Esa sensación de que aún te falta mucho por vivir con una persona, de qué solo te imaginas despertando a su lado, escuchando su risa, noches enteras hablando de cosas sin sentido en el porche, desnudarlo al llegar a casa después de una fiesta, desayunar en pijamas un fin de semana.
Me froto los ojos llenos de agua, necesitaba calmarme. Pero, sinceramente, era algo que me costaba horrores. ¿Alguna vez han amado tanto que les duele el pecho? No sé si estaba volviéndome loca o esto era algo normal.

Un perro se cruza en mi camino e intento esquivarlo. Pero la velocidad a la que iba y el poco tiempo que tenía para frenar no me dejaron otra opción que girar el volante, haciendo que me salga de la carretera. Y de vueltas en bajada sobre mi misma, varias veces. Los vidrios estallaron. Yo veía la escena en cámara lenta.

Cuando por fin se detuvo, todo el cuerpo me dolía insoportablemente. No podía moverme.
Veía sangre pero no lograba detectar de dónde era que salía. De a poco comencé a desesperarme.
Intentaba con mis manos tocar el celular, me dolía, pero debía encontrarlo.
Llevo la mano a mi frente al sentir gotas de agua deslizándose por mi rostro, pero al verme los dedos me doy cuenta de que no es agua, sobre mi ceja izquierda tenía un corte que estaba sangrando demasiado.

Escucho varios ruidos y gritos provenientes del exterior. No estaba segura de si realmente sucedía o ya comenzaba a delirar.
Alguien patea la puerta del copiloto con fuerza, haciéndola caer. Y en cuanto veo a Cameron asomarse por el hueco todo parece mejorar un poco.

—¿Que has hecho, Amy? —sus ojos se llenan de lágrimas y yo estoy demasiada adolorida como para decirle que no se preocupe, que estoy bien.

Simón y Matt lo ayudan a sacarme, mientras oigo los gritos de Nina al hablar por teléfono.
Cuando me recuestan en el césped, expuesta a una mejor luz, observo mi cuerpo. Estoy lastimada por todos lados, mis piernas están raspadas y mis brazos aún tienen restos de vidrios. El único tacón que traigo puesto está roto, y eran mis favoritos.
Cameron se limpia una lágrima y Nina lo abraza. Me alegra que lo haya hecho porque tengo muchas ganas de imitarla.

—Estoy bien —logró decir.

Matt me sonríe y se encarga de limpiar un poco mi rostro con el borde de su remera.

—Tranquila, la ambulancia viene para aquí. Al menos estás toda completa. —trató nerviosamente de bromear. Le sonreí.

La fuerte sirena inunda mis oídos y pronto llega a mi lado. Me recuestan, con cuidado, en una camillla antes de subirme en la camioneta blanca.

—Nina —digo. Tengo miedo de quedarme sola.

—Estoy aquí —responde, tomándome la mano.

El camino al hospital es bastante corto, pero les alcanza para llenarme de cables y revisarme hasta la uña del pie.
Entro en el hospital, por segunda vez, y los médicos se acercan a mi con urgencia.

—Esguince cervical —menciona uno que lleva una planilla— fractura de tobillo y peroné —¿fractura?— y corte encima de la ceja izquierda que requiere sutura.

***

Me he llevado un buen golpe. Tengo un cuello ortopédico que, según el médico, podré quitarme en uno o dos días. La fractura en mi tobillo y peroné requerirá un poco más de complicaciones ya que debo tener una bota por ocho semanas, mínimo. Trasladándome en muletas o silla de ruedas. El corte en mi ceja necesitó de cuatro muy dolorosos puntos.

Y lo peor de todo, es que aún no podía pararme a hacer mis necesidades. Debía llamar a la enfermera, quien me traía un recipiente bastante incómodo.
Miento, hay algo peor, el drama que armaron mis padres al enterarse y verme en este estado. Dios, ya tengo suficiente por hoy. Mi cabeza va explotar.

Alguien toca la puerta, y fracaso a todos mis intentos por enderezarme.

—Adelante.

—¿Cómo estás? —pregunta Cameron sentándose a mi lado.

—Bien. Dolorida, pero bien.

—Todos en el pasillo están durmiendo —sonrió— y quería verte.

—También quería.

Una lágrima se deslizó por su mejilla, sin que yo lo espere.

—Lo siento.. por todo.

—Ven aquí —dije, quebrando la voz.

Se acercó a mi cuerpo y escondió su rostro en mi cuello con cuidado. Depositó un dulce beso.

—Te amo, Amy.

—Yo también te amo, Cam.

—Cuando te vi dentro del coche, la sangre en tu cara... Casi me matas.

—Solo fue un accidente, estoy bien.

—Mírate.

—Todo se curara, ya lo escuchaste al medico. Y nada es tan malo como no tenerte conmigo.

—¿Crees que Simón cambie de opinión?

—Yo.. no lo sé.

—No puedo perderte —besó mi cabeza.

—No lo harás.

Secretos de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora