6. Todo se complica

6.1K 291 11
                                    

Mi amiga no paraba de sacar ropa del armario del cual, por cierto, se había apoderado.

—¿Que tal este vestido? —me pregunta.

Me enseña un vestido negro liso, sin mangas, tenía un escote redondo y era algo corto. No llamaba la atención, pero no dejaba de ser lindo.

—Me gusta.

—Bien. Te pondrás este y yo...

Siguió indagando entre las prendas de ambas hasta que se decidió por una blusa negra y una falda dorada.
Mi mamá entró por la puerta y se sentó en la cama de Nina con ganas de cotillear. Le preguntó a mi amiga si le gustaba la ciudad y conversaron un tiempo. Ya estaba por irse cuando, como obsesiva del orden que es, comenzó a tender las camas.

—¡Amory! ¿Puedes explicarme eso? —dijo espantada, no entendí porqué.

—¿Que cosa? —me puse de pie y me acerqué a lo que señalaba.

Resultó ser un preservativo. Usado. Trágame tierra.

—Y-yo... Mamá...

—Señora Freeman, lo siento, de verdad. Es que Simón, y yo... —habló Nina avergonzada.

Puedo decir que mi madre suspiró aliviada.

—Oh, esta bien, al menos se están cuidando —sonrió a medias— yo creí que era de Amory, ya sabes, es su cama. No me hagan caso, iré a limpiar la cocina. —dijo y salió del cuarto.

—No puedo creerlo ¡que cerca estuvo eso! —grité alterada y ella tapo mi boca.

—Esto te va a salir caro, muy caro.

—Creo en este momento que eres la mejor amiga del mundo.

—Lo vestiste, lo pasaste de cama, lavaste las sabanas y ¡¿olvidaste tirar el condón?! —ahora era su turno de gritar.

—Lo sé, maldita sea, no estoy acostumbrada a esto. ¡Lo olvidé!

—Insignificante detalle.

—Bueno, hay que deshacernos de ello —dije palmeando su espalda.

—Ah no, esta vez no, eso no entró en mi. —la mire mal— toma papel higiénico y tíralo en el cesto ¡yo que sé!

Tomé la escoba que mi madre había olvidado y comencé a tocarlo como si fuese una especie de cadaver.

—¡Así no! ¡Ensuciarás! —se espantó.

—¡¿Por qué ensuciaré?! Solo voy a tomarlo y tirarlo.

—¡Porqué allí dentro va el semen!

—Oh, entiendo.

Golpeó su frente con la mano.

—Toma papel. —me ordenó.

Salí como espía encubierto hacia el baño, tome bastante papel y volví a la habitación.

—Era solo un poco, no el rollo entero.

—Yo que sabía.

Enrollé un poco en mi mano y con mi máxima cara de asco tomé el preservativo.

—Tienes que hacerle un nudo.

—¡No pienso tocarlo!

—Inténtalo.

Con mi dedo índice y pulgar toqué el aún lubricado látex.

—Pensar que eso estuvo en su...—comenzó a decir Nina.

Me dieron tanto asco sus palabras que lo dejé caer. Salpicando todo el suelo.

—¡Voy a vomitar! —chilló mi amiga dándose la vuelta.

—¿Está todo bien? —preguntó la voz de Simón del otro lado de la puerta.

—¡Genial! —dijimos al mismo tiempo.

—¿Puedo pasar?

Mi amiga se tiró encima de la puerta como si se tratara de su contrincante detrás del balón en un partido de fútbol americano.

—No, estamos vistiéndonos.

—Está bien, cuando estén listas bajen.

—Necesitaremos todo ese papel —asiente Nina señalando lo que deje en su cama.

Limpié, tapando mi nariz, los lugares dónde había caído ese asqueroso liquido proveniente de ese estúpido chico. Me deshice de todo.
Luego de lavarme las manos diez veces, sin exagerar, volví a la habitación.
El tiempo restante nos la pasamos arreglándonos, y una vez listas bajamos.
Los dos chicos de pie al final de la escalera nos miraron. Nina golpeo mi brazo con su codo y yo puse los ojos en blanco. Simón tomó su mano en cuanto se encontraron.

—Tengo a las mujeres mas lindas —dijo presionando, como de costumbre, nuestras mejillas. 

Esperamos a los chicos en el porche. Recargue mi cuerpo en la baranda que daba a la calle. Era una linda noche, no había viento, hacia calor y podían verse cientos de estrellas.

—Tierra llamando a mi hermana.

—¿Qué? —digo.

—Dije que no se separen del grupo durante la noche.

—Si, papá.

Cameron sonrió.
La bocina del auto de Tobías llamó nuestra atención. Los cuatro nos dirigimos a la calle.

—Hey, ¿te llevo? —me preguntó Matt desde su motocicleta.

Sonreí y caminé hacia el. Me monté detrás y coloqué mis manos en su cintura.

—Agárrate fuerte.

Nina, Mouser y Simón subieron al coche de Toby. Detrás nuestro iban Roman, Jace y Travis en la camioneta de este último.
Veinte minutos estuve prendida a Matt. No debía ver la hora de llegar el pobre.

—Aquí es. —dijo estacionándose entre las líneas blancas dibujadas en el asfalto.

—Hemos llegado rápido.

Los chicos aún no aparecían. Me abracé a mi misma.

—Ten mi chaqueta. —ofreció.

—Que caballero. —me burlé y sonrió.

La coloqué sobre mis hombros y recargué mi cuerpo en su motocicleta, haciéndome la linda.
Observé la multitud de adolescentes y jóvenes entrar, salir, caminar y demás, hasta que nuestros amigos llegaron.
Una vez todos reunidos, haciendo una pequeña fila nos dejaron pasar y en poco tiempo nos encontrábamos en el interior del club llamado Umbra beach.
La música sonaba muy fuerte y las luces no iluminaban demasiado. Hice lo que mi hermano dijo y me quede junto a ellos durante el trayecto hacia el segundo piso, dónde nos sentamos en uno de los livings.

Secretos de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora