21. La casa escondida

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La tarde de hoy la habíamos pasado en la playa. Aunque estaba algo nublado y nos volvimos a casa temprano.
Simón nos llevó a a dar vueltas en el coche solo para estrenarlo.

—Hermanita —llamó mi atención en cuanto entrábamos en la casa.

—¿Qué sucede?

—Estaba pensando, podríamos mostrarles a Cam y a Nina la casa escondida.

Me sorprendí. Nunca habíamos llevado a nadie allí, incluso hace años que le prohibimos la entrada hasta a nuestros propios padres.
La llamábamos la "casa escondida" porque estaba rodeada de árboles que no la dejaban ver lo suficiente y porque creíamos que era más original y menos infantil que decir la "casa del árbol". Pero la verdad no era ningún escondite.
Nuestro padre, como el apasionado arquitecto que era, la había construido con los materiales sobrantes de esta casa, o al menos eso le dijo a mi mamá para convencerla.
Quedaba a pocos metros de aquí, cruzando la calle.

—Si, me parece una buena idea.

Sonrió y fue a buscar nuevamente a los chicos. Tomé la llave, que la guardábamos entre los libros del living.

—¿Donde estamos yendo? —preguntó Nina quejándose por tener que atravesar toda la zona de árboles, pinches y césped mal cortado.

—Ya verás.

Cuando llegamos al lugar, ambos quedaron con la boca abierta.

—¿Esto es de ustedes?

—Fue un regalo de papá para nuestro cumpleaños número siete. Al principio solo tenía un piso pequeño, pero la ha ido mejorando con los años. Saben que a mi padre le gusta lucirse con su trabajo —comentó Simón.

Subimos por la pequeña escalera, a la cual mi madre insistió en ponerle barandas. Y ha decir verdad era bastante inútil ya que sólo teníamos diez escalones hasta dar con la puerta de entrada.

—"La casa escondida" —se burló Cameron al leer el cartel con la letra de mi hermano junto a la puerta.

—Los primeros años sólo la llamábamos "la casita" pero luego los árboles comenzaron a rodearla, las plantas a crecer, ya no estaba tan a la vista. —le explicó.

Entramos en ella. Debía confesar que me seguía gustando tanto como el primer día, aunque los años pasen.
Con mi hermano, a medida que íbamos creciendo, cambiábamos la decoración y las cosas que necesitábamos, los muebles, los juegos, los colores, todo se iba modificando a nuestro gusto.
Simón me ayuda a levantar las cortinas y abrir las ventanas. Lleva un año encerrada y el polvo que se dispara da señales de ello.

La casa no era enorme, pero tenía el espacio suficiente. Contaba, a su izquierda, con un living, donde se encontraba un largo sillón, una mesita ratona y una televisión vieja. Del lado derecho, había una pequeña cocina que solo estaba conformada por un mesón, una mini nevera y un microondas.
Entre ambos lados, un estrecho pasillo que nos llevaba al baño. Y frente a el, una escalera que conectaba con el segundo piso, dónde había un solo cuarto. Era enorme. Una gran parte del techo estaba cubierta por una ventana. Con Simón queríamos ver las estrellas y papá nos cumplía todos los caprichos.
Tenía una cama de dos plazas y estaba decorada por el increíble gusto de mamá, nunca tuvimos que transformar esta parte.

La casa es hermosa, y estoy al tanto de ello. Pero, lo que la hace especial son todos los recuerdos que carga y lo que significa para nosotros que nos la hayan obsequiado.

—Es...genial —dijo Cameron bajando las escaleras.

—Hay que limpiar un poco, llenar la nevera y la alacena —sugerí.

—Nina y tú podrían limpiar, mientras Cameron y yo iremos al supermercado a comprar algunas cosas que hagan falta. —ofreció mi hermano.

Lo poco que quedaba de la tarde lo dedicamos a la casita. Nina barrió todo el piso y luego pasó un líquido para cuidar la madera. Yo me ocupé del baño y de sacarle la tierra a los muebles que teníamos. Hicimos la cama con sabanas limpias y perfumamos el ambiente.
Al rato llegaron los chicos, con latas de cerveza y gaseosa, paquetes de snack de todos los diferentes colores y tamaños que se imaginen.
Incluso se encargaron de cosas como detergente, jabones y shampoo. Yo ni siquiera había pensado en ello.

Pedimos una pizza y jugamos algunos viejos juegos de mesa. Fue una buena noche.

Secretos de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora