43. Love in the air

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Con ayuda de Cameron conseguí subir las escaleras y tomamos asiento en cada una de las camas. A los pies de Sam, espere impaciente que Cam comience a hablar.

—¿Qué les parece si Amory lo cuenta esta vez?

Maldito seas, Cameron Mouser.

—¡Si! —gritaron al unísono.

—No, no.. no soy buena para estas cosas.

—Oh vamos, solo imagíname a mi como príncipe y te saldrá una historia maravillosa.

—Bien...—sonreí con malicia, si eso quería..— había una vez, una princesa que tenía una vida bastante tranquila y soñada, con amigos y familia que siempre la apoyaban en todo. Un día muy especial, conoce a un príncipe, y este no es el típico príncipe de los cuentos. Este era irritante, engreído, malhumorado, pero tan atractivo y dulce cuando se lo proponía que había logrado conquistar el corazón de la princesa. Cada vez pasaban más tiempo juntos, y se divertían más.

—¿Se besaban?

—Se besaban mucho —ellas sonríen— pero...El príncipe era demasiado tonto como para darse cuenta de la bella princesa que tenía a su lado.

—¿Entonces? —preguntó Sam con cierta decepción en su voz.

—Entonces... el príncipe pensó que debía alejarse, se separaron, y la princesa conoció un nuevo príncipe dispuesto a amarla con todo su corazón, y a darle todo lo que ella quería, se casaron y vivieron felices por siempre.

Aplaudo. Ellas me miran analíticas.

—Yo creo que ella seguía amando al otro príncipe —Cameron sonrió.

—Si —dijo Cass.

—Ese no es el punto, el príncipe la perdió, ella debía seguir con su vida.

—El príncipe jamás la hubiese descuidado —responde Cam, al parecer se tomó muy en serio lo de ser el príncipe.

—Bien, el príncipe y la princesa terminaron juntos. Ella no podía estar con alguien que no sea el porque estaba demasiado enamorada. ¿Felices?

—Eres la peor cuenta cuentos del planeta —me contestó entre risas.

Ambos arropamos a las pequeñas y les dimos el beso de las buenas noches.
Salimos de la habitación y Cam bajó a la cocina por un poco de hielo, el médico me había recomendado aplicar mínimo una vez al día en la zona afectada.
Estaba colocándome una de sus remeras para dormir cuando el entró. Me sonrió con dulzura y encendió la luz del velador.

—Recuéstese señorita.

—Ayúdame a quitarme este pantalón. Me da calor.

—Es lo que mejor me sale.

Sonreí ante su comentario pero lo ignoré. Me quitó primero la bota y luego se deshizo de mi jean. Me acosté en la cama y el se sentó junto a mis pies, presionando el hielo contra mi tobillo.

—Recuérdame cuando pelee contigo que no te deje cerca las llaves del coche.

—Lo tendré en cuanta.

—El cuento que le contaste a las niñas... no tenía nada que ver conmigo ¿cierto?

—Claro que no.

—Jamás te lastimaría. Ni dejaría que te vayas con otro príncipe. —sonreí.

—Eso espero, amor.

—¿Como me llamaste?

—¿Amor?

—Me gusta como suena. Amor —repitió— si, puedo acostumbrarme.

—¿Ya puedo quitarme el hielo? Creo que se me ha congelado toda la pierna.

—Eso puedo arreglarlo —contestó para luego comenzar a besar mi pie con delicadeza.

Subió por mi tobillo, a quien trató con más cuidado. Se acomodó mejor y siguió creando un camino de besos sobre mi pierna. Cuando llegó a mi rodilla dibujó un círculo con sus labios al rededor. El contacto de su boca con mi piel era tan enloquecedor.
Al llegar a mis muslos la temperatura comenzó a subir desfavorablemente, acercándose a mi zona íntima.

—¿Que haces? —pregunté nerviosa.

—Dije que podía darte placer de otras formas.

Comenzó a dar pequeños besos sobre la fina tela de mi ropa interior. Haciéndome estremecer.

—Lo sé, pero...

—Nada de peros esta vez, ya lo he dejado pasar en muchas ocasiones.

—Es vergonzoso —confesé.

—Soy tu novio, Amy —me sonrió con dulzura— Y te encantará.

—Solo si...

—¿Si qué?

—Si después me enseñas a hacértelo a ti.

—Es lo que más deseo.

***

Me despierto sobre el pecho de mi novio. Y qué extraño y lindo resultaba llamarlo así.
Lo abrazó con fuerza y el se remueve en el lugar.

—Buenos días —digo y el me sonríe.

—Hola princesa.

Nos quedamos en la cama un largo rato, hasta que decidimos levantarnos. Nos vestimos y bajamos a ayudar a mis padres con la comida. Claro está que mi mamá no me dejaba moverme demasiado. Y con las muletas tampoco podía ser de mucha ayuda. Pero la intención es lo que cuenta ¿no?
Cuando mis padres salieron a comprar bebidas, Cam se acercó al sofá donde muy cómodamente permanecía y masajeó mi cuello por varios minutos hasta que se aburrió. Para mí suerte, Nina había despertado y continuó con el trabajo. A pesar de que lo hacía mucho mejor, las manos de Cam no se comparaban con ningunas.

Por la tarde, mis padres llevaron a las niñas a pasar el rato a la playa. Mi hermano, mi amiga y mi novio, se quedaron haciéndome compañía.
Jugamos con algunos viejos juegos de mesa como el Monopoly. Y aunque me hubiese gustado que Simón no gane como siempre, me divertí.

—Estoy indignada, Simón se quedó con todo mi dinero —reclamó Nina.

—Lo mío es tuyo, corazón —la besó.

—Mira qué extraño —comenzó ella a hablar burlonamente— esta vez ninguno de los dos hizo gestos de disgusto o pidió que consiguiéramos un cuarto.

—Love in the air —respondió llevándose una mano al pecho.

—Los hemos perdido, ¿eh?

—Ya cállense —dije y todos rieron.

Secretos de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora