1

24 1 0
                                    


"Cada lagrima enseña a los mortales una verdad".






—Bella, cariño ¿te acuerdas de tú escondite secreto? Bueno, quiero que vayas ahora ahí ¿sí? Debes irte ya.

— ¡Mami!

— ¡Vete! ¡No mires hacía atrás cariño! ¡Corre! ¡Tienes que correr muy rápido!

— ¡Mami!

— ¡Huye Bella!

— ¡Mami no!

— ¡Vete ya!

— ¿Papi? ¿Papi? ¡Papi! ¡Mamá!

— ¡No! ¡Cly! ¡Clayton! ¡Demonios! —Escupí furiosa con los nervios de punta abriendo los ojos, las gotas de sudor escurrían por mi frente y las retiré con el dorso de mi mano.

— ¿Estás bien? —Asentí aún nerviosa y con el corazón a mil por hora, las pesadillas se empeñaban en no desaparecer y yo estaba volviéndome loca un poco más cada vez— Todo está bien, vuelve a dormir —susurró sutil mientras me obligaba a recostarme de nuevo en la cama, pero me negué poniéndome de pie al instante.

—No puedo, no quiero hacerlo, es imposible conciliar el sueño con esas imágenes apareciendo cuando menos lo deseo en mi cabeza. Es como si todo volviera a pasar de nuevo, lo veo y el... simplemente... yo... —Suspiré pesado— Olvídalo, estaré en la alcoba ¿tienes fuego?

—En la mesa de la sala de estar —soltó firme y asentí abriendo la puerta de mi habitación saliendo al lugar mencionado, caminé rápido hasta el gran ventanal de la sala, salí y me senté en uno de las sillas reclinables que Clayton había puesto para relajarnos, saqué un cigarro de la cajetilla y lo puse en mis labios para después prenderlo con el encendedor de Clayton. Clayton, la única persona a la que podía confiarle todo, incluyendo mi vida.

—Si sigues así vas a morir de cáncer y no de un plomazo atravesando tu cráneo.

—Buen día —sonreí sin ver el rostro a mis espaldas.

— ¿Cómo estás?

—Estoy, ¿tú?

—Estoy.

—Música para mis oídos.

—Deberías ir a cambiarte para la escuela, es tu primer día —esbocé media sonrisa con un poco de nostalgia y me puse de pie girándome hacía él para abrazarle.

—Gracias por esto.

—No me agradezcas aun —suspiró pesado acariciando mi cabello—. Anda, ve a darte un baño, hueles a tabaco —besó mi frente y emprendí mi camino al cuarto de baño.

—No estoy segura de poder hacer esto —solté frente a la universidad dando la vuelta para volver al auto de Cly, pero este me detuvo por los hombros y me obligo a volver.

—Sí, si lo estás, lo harás.

—No, no lo estoy, pero lo haré —mis ojos estaban húmedos, los nervios me carcomían, pero debía controlarlos o no podría hacerlo—. Te veo en la salida, supongo ¿no?

Viviendo bajo las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora