8

11 0 0
                                    

"Todos necesitamos alguna vez un cómplice, alguien que nos ayude a usar el corazón".









— ¿Te ha quedado claro ahora? —Su cuerpo abandonando la cama para cerrar el espacio entre nosotros, su pierna no se veía bien pero no quería arruinar el momento ¿qué era esto? No lo sé, solo sé que no quería que acabara.

— ¿Qué cosa? ¿Qué quieres matar a Víctor tanto como yo? —Intentaba hacerlo enojar, sabía perfectamente a lo que se refería y era algo que empezaba a incomodarme, era extraño.

—Sí, pero principalmente que me importa lo que sea que pueda pasarte ¿lo entiendes? —Su mano tocó mi mejilla, una extraña sensación recorría mi cuerpo, desde mi rostro hasta mis pies, una especie de dolor agradable, mis hombros se sentían extraños, mi cuerpo quería sentirlo pero mi mente empezaba a querer detenerme, esto no era bueno para mí y lo sabía, después de dos experiencia abrumadoras con chicos no quería sentir nada parecido a esto, definitivamente no, pero de alguna manera con él no podía parar, con los anteriores había sido distinto, me había contenido tanto, pero con él simplemente sentía no poder hacerlo. Mis labios entre abiertos, mi pecho subiendo y bajando pesadamente y mi mirada perdida en la suya.

—Creo que... —Susurré en un intento por detener todo esto, pero su dedo índice hizo presión en mis labios cerrándolos.

—Sé qué crees que nada puede ser bueno en tu vida —su aliento chocaba contra mi cuello mientras susurraba esas palabras—, pero hay ocasiones en las que solo necesitas cerrar los ojos y ver la obscuridad a la que tanto miedo le tienes —su nariz rozando mi cuello de abajo hacia arriba—, así cuando abras los ojos, puedas ver la luz y darte cuenta que si existe lo bueno en tu vida. Quiero que me dejes ser parte de esa luz que necesitas —su aliento chocando contra mi rostro mientras su dedo pulgar delineaba mi labio inferior, abrí lentamente mis ojos para observarlo con detenimiento, estaba boquiabierta con el mar de sensaciones que comenzaba a provocar en mí, me sentí muy vulnerable, demasiado como para salir corriendo, pero sentía mis pies como raíces, enterrados desde lo más profundo de la tierra, tanto así que no podía moverme. Una de sus manos recorrió mi brazo hasta tocar mi mano, plató un beso en la comisura de mis labios y entrelazo nuestras manos, un choque eléctrico me hizo reaccionar, el tacto de su piel con la mía fue exquisito, deseé más y me maldije por eso.

—Yo... estoy abrumada —solté tratando de recobrar la compostura. Debo admitirlo, era casi imposible lograrlo, debía zafarme de esa situación ya—. Lo siento, me daré un baño, necesito relajarme — tragué duro abandonando el tacto de su mano con la mía y me apresuré a entrar en el cuarto de baño. Respiré agitada recargándome en la puerta como si pensara que él podía venir tras de mí y acorralarme aquí mismo para terminar dando mi brazo a torcer, Clayton me mataría, no puedo hacerlo, ya he pasado por esto antes, definitivamente no puedo permitirme esto ahora que he sido tan egoísta con Clayton, mucho menos con Máx, el probablemente querría matarlo y quizás en esta ocasión no sería como la última vez con el idiota de Grayson, Clayton de verdad quería deshacerse de él y yo también, el muy imbécil me dejó por una puta de cantina, eso no se hace Grayson, no a mí, me tuvo cuando más frágil estaba por la ruptura de mi primer amor y lo arruinó. Jeffrey, el primero, como olvidarle, en fin, ya era historia, nunca jamás volví a saber nada de él y me obligué a mí misma creer que había muerto, la última vez que nos vimos fue en un tiroteo, corrimos por lados contrarios y vi perfectamente como un tipo le disparaba, el cayó de inmediato al suelo y yo fui atrapada por alguien, después una bala fue directo a mi brazo, un golpe en mi cabeza y desperté en medio de la nada con una venda en mi brazo y Clayton al lado, ¿qué cosas no?

Después de tardar lo más que pude esperando que al salir Máx estuviera dormido para no tener que dialogar con él abrí y cerré la puerta con cuidado, dejé mi ropa en una esquina de la habitación porque estaba destruida y yo odiaba estar sucia, caminé con cautela hacía la cama, pero después de varios intentos decidí que no dormiría por un lado de él. En mi intento de robarle una almohada accidentalmente roce uno de sus brazos y me di cuenta que ardía en fiebre, me acerqué para ver su herida y estaba a su alrededor intensamente roja, era evidente que estaba infectada así que debía despertarlo, el pánico me invadió, até muy bien la bata de baño que traía puesta y me propuse despertarlo para cargarlo hasta el cuarto de baño, apenas y podía respirar, corrí hacía el botiquín pero solo había alcohol y vendas, no había nada para detener la fiebre.

Viviendo bajo las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora