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"No vale el orgullo con quien amamos. Guárdatelo".





Desperté con mi cuerpo adolorido recordando lo sucedido la noche anterior, me giré para ver el cuerpo a mi lado y ahí estaba esa cabellera rubia con las raíces castañas, fruncí el ceño, mi chico rubio no era rubio, me había tomado el pelo. Reí mentalmente por eso, acaricié su pecho y dejé un beso suavemente en su frente para ir a asearme un poco. Salí del cuarto de baño y me puse la ropa del día anterior que estaba regada por todo el lugar, la puerta de la habitación se escuchó.

— ¿Diga? —Solté natural.

—Soy yo Isabella, Archivaldo —abrí la puerta sin retirar la cadena—. Buen día.

—Buen día ¿qué pasa? —Pregunte sin rodeos— ¿Todo en orden?

—Sí, ¿todo en orden contigo?

—Sí, hay que aceptar lo que sucede —contesté firme.

—Me da gusto —sonreí con dificultad—. ¿Él está aquí? —Mierda.

— ¿Máx? —Asintió— Eh, no, paso hace un momento, creo que iba a pedir algo de comida para desayunar, yo estaba aseándome —contesté natural

—Bien, si lo ves dile que esté listo, en veinte minutos nos iremos de aquí, tengo que llevarlos a un lugar seguro antes de que el sol este en lo más alto ¿de acuerdo?

—Está bien, yo le diré —cerré la puerta con cuidado y camine directamente hacía él para despertarlo—. Máx —susurré cerca de su oído y acto seguido dejé un beso en su cuello. Su cuerpo reaccionó al contacto de mis labios y de inmediato se incorporó en la cama.

—Buen día muñeca —mordí mi labio inferior asociando esa palabra con sus acciones provocativas de anoche. Su mano acariciando mi mejilla.

—Buen día rubio falso —reí despacio sacudiendo su cabellera.

—Ni siquiera lo recordaba —soltó una risa acomodándose el cabello—. Tuve que teñirlo hace un tiempo para que no me reconocieran —le dediqué una media sonrisa y después acaricie una de sus mejillas, sus ojos se cerraron por el tacto de nuestra piel, lo observe detenidamente, era realmente guapo él tipo.

—Archivaldo acaba de pasar por aquí buscándote —solté natural.

— ¿Le dijiste que estaba contigo? —Pregunto sonriendo.

—No —mis mejillas empezaron a arden y de inmediato le di la espalda, no era común que esto me pasara.

— ¿Por qué te escondes? Es la primera vez que te sonrojas y no me dejas verte —sus brazos rodearon mi cintura, sentí su cuerpo pegado a mi espalda, solté una risa burlesca pues recordé que él estaba desnudo.

—No me escondo, quería que te levantaras de la cama, hay que irnos de aquí en veinte minutos.

—Así le pondremos nena —dejo un beso en uno de mis hombros y me giré con él—. Voy a asearme un poco —su voz aún era ronca por recién haberse levantado.

—Asegúrate de salir de ahí con ropa —reímos.

—Me gusta estar desnudo —soltó entrando al cuarto de baño dejando la puerta abierta para poder escucharme.

—Daté prisa por favor, le dije que habías ido por algo de desayunar.

—Tú te encargarás de eso, tú fuiste la mentirosa, pudiste haber dicho que estaba contigo y ya —rodé los ojos.

Viviendo bajo las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora