16

1 0 0
                                    


"A través del orgullo nos engañamos a nosotros mismos".







¿Qué está pasando? Me preguntaba una y otra vez mientras mi vista se nublaba cada vez más, solo veía sombras moviéndose frente a mí, las voces eran lejanas, ¿realmente voy a morir? ¿Debería morir? Mis ojos no resisten así que simplemente los dejo cerrarse y pierdo el conocimiento.

Máx

¿Es que acaso jamás podré ser feliz? Llevo mi vista a la mujer postrada frente a mí que dice ser mi madre, comienzo a recordar su rostro mientras me apunta con un arma, mi padre me mira, pero su mirada no me dice absolutamente nada, tal vez solamente es que en realidad no es mi padre, ¿cuándo comenzó este juego sin final?

— ¡Máx!

— ¿Uh? —Respondo difícilmente, no tengo ganas de hablar con nadie.

— ¿Escuchaste lo que he dicho? —Respondo que no con la cabeza, Gina se acerca a mi e intenta tomar mi mano, evito su tacto caminando hacia atrás.

—No te atrevas a tocarme.

— ¿Qué sucede contigo? ¡Acabo de salvarte la vida! —Grita caminando en mi dirección, mi mirada se vuelve fría.

—Hace años intentaste quitármela. Ahora intentas quitársela a la única razón por la que sigo aquí, no mereces si quiera que te vea a los ojos.

—Hijo...

— ¡Deja de llamarme así! ¡Eso y una mierda! —Mi mejilla arde por la bofetada que acaba de plantarme, me inmuto— No me quedaré a discutir contigo, no tengo nada que decir, y tú —señalo a Archivaldo con los ojos aguados luego de ver a Bella—, si de verdad quieres salvar a tu hija —trago duro—, será mejor que nos demos prisa, mínimamente compartimos el sentimiento de no querer que muera.

— ¡Archivaldo! No te irás a ningún lado —caminé bruscamente hacía ella de manera amenazante.

— ¡Deja de darme ordenes! ¡Deja de pensar que voy a hacer lo que tú digas! ¡Deja de pretender que te importo! ¡Serás mi madre, pero yo no soy tu hijo! —Solté casi escupiéndole la cara. Me retiré la playera para hacer presión en la herida de Bella, añoraba que siguiera con vida, su cuerpo estaba alrededor de un gran charco de sangre y comenzaba a preocuparme el hecho de que está inconsciente— ¡Vámonos! —grité sin saber cómo realmente me sentía, un agarre detuvo mi paso.

—Yo puedo ayudarla —sus ojos color miel penetraron mi vulnerable coraza y simplemente asentí, acababa de aceptar la ayuda de la hija de Víctor.

— ¿A dónde nos estás llevando? —Pregunté desesperado una vez arriba del auto.

—A mi casa —soltó seca y me tensé, mis pupilas se dilataron y sentí la sangre subirse a mi cabeza por la ira.

— ¡¿Estás loca?! ¡Es la boca del lobo, van a matarnos en cuanto pongamos un pie en esa tierra!

— ¡Dije a mi casa, no a la casa de mi padre! —Sollozó— ¡Solo intento hacer algo bien para protegerlos! Por favor no me grites, tengo mucho miedo —llevé mi vista hacia la mujer tendida en mis piernas, resiste Bella, tienes que resistir.

—Lo siento, no quería asustarte, pero no sabes la cagada que me has dado primero a mí.

—De todos modos, no hay manera de que mi papá nos siga —suspiré pesado.

—Eso no me importa. Necesito llevar a Bella al hospital o voy a perderla, ya perdió el conocimiento —tragué duro.

—Tranquilo, ya he hecho algunas llamadas, tengo un amigo doctor, está camino a mi casa.

— ¿Sabías de los negocios de tu papá? —Me miró por el retrovisor.

—Sí. A veces mi madre no es tan discreta como ella piensa al hablar por teléfono, sabía perfectamente que algo como esto pasaría algún día, así que trate de mantener contacto con personas de confianza para cualquier situación, también me aseguré de tener un lugar al cual ir, en este caso mi casa —su celular comenzó a sonar y se sobre saltó—. Dios, estoy paranoica.

—No pierdas la vista de la carretera o nos matarás.

¿Sí? Abre las puertas, estoy llegando, decirle a Luka que se prepare, la chica está inconsciente y ha perdido mucha sangre, estoy colgando —arrojó su celular dentro de su bolsa y sus manos se posaron en el volante, unas puertas negras y enormes obstruían el paso hasta que comenzaron a abrirse, una vez dentro del lugar abrí la puerta y tomé a Bella en mis brazos deseando que la vida le permitiera un último suspiro a mi lado.

— ¿Dónde está el doctor? Quiero verlo, necesito decirle que la salve.

—Cálmate por un segundo, ¡Luka! —Un hombre de estatura promedio con un traje azul obscuro y un maletín de primeros auxilios apareció en la sala de estar.

—Por favor tráela hasta la habitación, tengo todo preparado para revisarla —asentí de inmediato y la lleve tan rápido como pude a una habitación blanca, tenía aspecto de un consultorio, no me extrañaba si a menudo esta chica ayudara a las víctimas de Víctor, pues el lugar estaba muy bien acondicionado para dar primeros auxilios, o quizás ellos dos sostenían una relación, debía estar alerta a todo, aunque sinceramente no tenían cabeza para intentar protegerme a mí, solamente quería que Bella abriera sus ojos y me dijera que está bien.

— ¿Cuál es tu nombre? —Me miró fijamente mientras rompía la ropa de Bella para revisar la herida, me tensé al ver como su cuerpo quedaba expuesto.

— Máximo.

— ¿El hijo de Archivaldo? —Lo miré sorprendido por saber ese dato de mí, nuevamente asentí sin hablar— ¿Te importaría pasarme algunas gasas del estante que está detrás de ti? Ella sigue sangrando demasiado —Abrí el estante sacando todos los paquetes de gasas que me fuera posible agarrar con mis manos—, ¿Qué tipo de sangre eres?

—O positivo.

— ¿Has consumido alcohol o alguna sustancia psicoactiva últimamente?

—No —me alegré de no haberlo hecho.

—Ella va a necesitar varios litros, aproximadamente tres para sobrevivir —conectó los aparatos para saber sus signos vitales, inyecto suero y algunas otras cosas y procedió a buscar la bala.

— Cómo... ¿Cómo está ella? ¿Estará bien? Joder, dime que lo estará.

—La bala casi le perfora el estómago, por suerte no tocó ni daño ningún órgano —estaba poniéndome colérico, mi cuerpo estaba lleno de sangre de Bella y cada vez que me veía en el espejo a mi costado me ponía histérico, no podía evitarlo, la amo mierda, la amo tanto que no puedo imaginar la puta existencia sin ella. Me acerqué bruscamente a un lavamanos en la habitación y comencé a lavar mi rostro y mis manos, observé fijamente mi playera y en segundos me deshice de ella, me dejé caer al piso rendido por las manchas de sangre que no salían de mi piel, llevaba el sentimiento impregnado de la misma forma que el color rojo de su sangre, me sentí culpable porque estuviera pasando esto, ella no lo merece, sentí una lágrima correr por mi mejilla, el tacto cálido de una mano sobre mi hombro desnudo me hizo salir del trance.

—Si quieres lavarte puedes hacerlo en una habitación, te he dejado ropa limpia para ti y para Bella.

—No me moveré de aquí hasta saber que ella está bien.

—Ella lo estará —soltó frío el doctor—. Confía en mí.

—Ese es el problema, no soy capaz de confiar en nadie, mucho menos si ella está debatiendo entre la vida y la muerte.

—La razón por la que has venido aquí es para cuidar de ella y eso es lo que harás una vez que la salve —me mordí los labios y froté mi cara con frustración, Gianna me miraba preocupada así que me puse de pie y la seguí hasta la habitación, cinco segundos pasaron de estar dentro de la habitación, ella se dio la vuelta y sacó un arma de su espalda, me quedé petrificado, ni si quiera mis reflejos funcionaron.

Viviendo bajo las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora