Afuera el aire estaba sofocante, como si aquella neblina poco a poco fuese consumiendo el oxígeno del ambiente. Del cielo continuaban cayendo pedazos de cenizas tanto grandes como diminutos, eso indicaba que el día de La Marcha Negra aún no había terminado. Velkam comenzó a caminar lentamente con temor por entre las tumbas, pero luego entró a correr de prisa, no había tiempo que perder. Sentía miedo y pánico. El cementerio le hacía dar escalofríos, pero a la vez temía no llegar a tiempo y que se termine el día.
A Velkam se le había ocurrido una genial idea. ¡LOS CARAMELOS! Caramelos con extracto de ajo. Eso iba a poder ayudarlos a estar a salvo si algún vampiro se les topaba en medio de su camino, si los comían iban a poder ir a las criptas con aliento a ajo.
El cielo estaba nublado, una densa ventisca hizo que Velkam se cubra los ojos. Había cenizas por todos lados y en el suelo aún quedaban pétalos de rosas del desfile. Al volver del cementerio a la ciudad, el trayecto le pareció mucho mas corto que cuando habían ido caminando hacía allí. Una vez que abrió el rígido portón negro dio media vuelta y echó un último vistazo al cementerio para recordar mas o menos por donde había ido para luego no perderse de regreso.
La ciudad estaba desierta, no se encontraba ni un alma vagando por las calles. Los pájaros no cantaban, incluso los revoltosos niñitos, que jugaban siempre en las calles, no se encontraban en esos momentos. No se oía absolutamente nada. Fue rápidamente corriendo hacia su casa. Al entrar notó que su madre estaba esperando junto a la puerta. Velkam no dijo nada, solo entró rápidamente a la casa y se dirigió hacia el taller de caramelos. Por detrás lo siguió su madre:
—Hijito, lamento mucho lo de...
—Madre... calma— dijo Velkam dándole un beso en la mejilla. Luego corrió a su habitación revolviendo papeles, cajas, abriendo cajones, armarios etc.— Tengo una idea madre. Pero... necesito... necesito... ¡Dios! ¿Dónde estarán?
—Pero... ¿Que buscas Franky? —preguntó su madre preocupada al ver a su hijo suspirando y rascándose la cabeza.
—Los caramelos má, los caramelos.
Velkam fue directo a las estanterías de muestra. Allí estaban todos los tipos de caramelos que habían fabricado durante el año, al menos debían estar todos. Cuatro estantes colgaban de la pared de madera. En los primeros dos había chocolates y paletas de colores. Más abajo unos pequeños caramelos ácidos. Finalmente tanteando los últimos dos estantes con las manos agarro de fresa, melocotón y todas esas frutas raras. Pero ni rastro de los de ajo.
—Hijo... ¿Cuáles buscas en especial? — preguntó su madre inquieta al verlo dar vueltas en el mismo lugar.
— Los... los... ¡LOS DE AJO!—Gritó nervioso casi a punto de llorar.
— ¿¡Para qué buscas esos...!? ¡Son horribles!
— ¿¡Los has visto si o no?!—exclamó Velkam tomándola de los brazos— Por favor, dime donde están, es urgente mamá.
— Están donde papá tiene los caramelos sin éxito. Allí también están los de brócoli y espinaca. ¡Tranquilizate Velkam! ¿Qué es lo que ocurre?
Rápidamente Velkam fue corriendo hacia su cuarto. Su padre siempre guardaba los malos productos en uno de los cajones de su armario ya que nadie los iba a comer. Abrió todos los cajones sin encontrar rastro de los caramelos pero el olor fuerte a ajo se sentía desde que abrió las puertas del ropero. En el último cajón encontró una pequeña bolsita, allí se encontraban 5 muestras de ajo, 3 de melocotón y unos cuantos verdes que no les dio importancia. Los agarró rápidamente a los blancos (los que eran de ajo) y soltó la bolsita con los demás en el interior del cajón. Cuando lo intentó cerrar algo lo impedía.
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La Marcha Negra
Fantasy¿Que tal si te dijera que la muerte viene a buscarte? Y no, no es un funeral, es una fiesta y hay que celebrar. Vivir en una ciudad en donde el día de bodas debes intercambiar tu corazón con el de tu pareja no parece ser algo ideal ni soñado para al...