Cynthia y Mikey se habían soltado del resto quedando suspendidos en medio del oscuro portal.
— ¿Me escuchas?—sintió un susurro Cynthia a sus espaldas que se camuflaba con el viento.
— ¿Mikey? ¿Eres tu?—murmuró ella intentando no entrar en pánico. Una sola vez en su vida había sido absorbida por aquel agujero negro y su padre, Filibur, había pasado días intentando encontrarla.
— ¡Si! ¡Aquí abajo!!—Gritó él desde algún lugar desconocido. Los ojos de Cynthia no lograban distinguir nada en medio de la absoluta oscuridad.
La vampiro miró rápidamente hacia abajo y se dio cuenta que estaba cayendo y que su mano no estaba siendo sostenida por nadie. Un grito de susto la hizo frenar justo antes de caer y aterrizó en los brazos de Mikey.
— Ey... ¿Te encuentras bien?— preguntó preocupado viendo a Cynthia cubrirse los ojos con las manos como una niña pequeña.
— Pues, eso creo— murmuró mirando a su alrededor un tanto desorientada.
— ¿Conoces este lugar? — preguntó Mikey dejando que apoye sus pies en el suelo mientras la muchacha vampiro se reincorporaba y respiraba hondo — ¿Has venido alguna vez?
— Nunca...— respondió con apenas un hilo de voz recordando aquel extravió de hacía varios años atrás.
A sus alrededores había escombros, tierra, polvo, arena y fuego quemando algunas ruinas en el suelo a lo lejos. Cynthia tomó la mano de Mikey con fuerza y éste muy sorprendido se aferró a ella. Caminaron lentamente curiosos por todo aquel lugar en silencio.
— Este lugar me da miedo — susurró Cynthia casi sin pestañear.
— Creo que si no estuvieras, probablemente si... Sería espantoso — murmuró él esbozando una pequeña sonrisa para tranquilizarla. El tono de la piel de Cynthia se había ruborizado.
Por un largo rato continuaron agarrados de las manos. Ambos tenían miedo, aunque Mikey lo disimulaba muy bien y Cynthia no paraba de cerrar los ojos a cada rato. Había basura por todos lados, montículos de tierra con fuego pero no se podía ver más allá. En el aire solo se divisaba polvo y mugre.
De repente notaron algo extraño entre el fuego.
— ¡Oh! Por dios— exclamó Cynthia tapándose la boca con la mano — Pero... si es... Es el carro de la Marcha Negra hecho... trizas. ¿Qué demonios es este lugar? ¿Dónde estamos?
Mikey había quedado mudo sin poder emitir sonido. Se acercaron aún más al carro y notaron el enorme tronco del árbol de la marcha volcado en el suelo, con todas sus hojas quemadas y hechas ceniza. Junto a él, unos trajes extraños, mugrientos y rotos que estaban dispersos por el lugar. No se pusieron a ver cuántos eran pero si se alarmaron de lo elegantes que parecían ser a pesar de la tierra que llevaban encima. Cynthia se soltó por unos momentos de Mikey y comenzó a observar detenidamente todo a su alrededor. Rápidamente divisó una máscara blanca tirada en medio de tanta basura.
— ¡Mikey! Ven, mira esto— gritó mientras Mikey se acercaba corriendo. Sus ojos estaban enrojecidos por el polvo que había en el aire. Le picaban constantemente a pesar de llevar anteojos.
— Que extraño— murmuró y comenzó a toser. El polvo le hacía picar la garganta — Este lugar es muy raro...
Intentó alejarse un poco para respirar aire fresco cuando entre medio del polvo divisó un particular traje. Se acercó a el y comenzó a escarbar.
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La Marcha Negra
Fantastik¿Que tal si te dijera que la muerte viene a buscarte? Y no, no es un funeral, es una fiesta y hay que celebrar. Vivir en una ciudad en donde el día de bodas debes intercambiar tu corazón con el de tu pareja no parece ser algo ideal ni soñado para al...