1. After

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Y todo mi mundo cambió en el momento en el que el doctor pronunció esas palabras que helarían mi vida:

- Su hija no volverá a caminar más

Esas palabras sonaron en mi cabeza una y otra vez y entraron en un bucle que no tuvo fin, apuñalando mi corazón cada vez más fuerte. Cada vez dolía más. No solo había arruinado mi presente, sino también mi futuro.

Mi madre me miraba con preocupación sabiendo que me habían arrebatado lo que más necesitaba en mi día a día, no sólo para caminar, mi madre sabía perfectamente que mis piernas eran todo para mí.

- ¿Y ahora qué?...-susurré mientras la tristeza me invadía por dentro y se manifestaba con cada lágrima que mojaba aquella sábana blanca de hospital -Se suponía que yo debía correr la maratón del colegio, se suponía que tenía partido esta semana, ¡se suponía que yo iba a vivir!- Alcé la voz casi sin darme cuenta.

-Aún estás viva Mia, cielo. Por favor no te pongas así.. - Dijo mi madre intentando no derramar ninguna lágrima para no entristecerme más de lo que ya estaba. - Aún tienes un corazón que late gracias a Dios, hace unas horas no sabíamos que podía sucederte. Has sido fuerte y has despertado, eso es lo importante y con lo que debemos quedarnos.

Sabía que tenía razón, no podía pasarme la vida maldiciendo el hecho de no poder andar porque ahí sería cuando no viviría, pero en esos momentos no me salía ser solidaria con el mundo después del destino que me habían plantado sin tener culpa. Miré a la ventana intentando ver el cielo despejado a través de mis ojos llorosos. Sólo aquello parecía ser bonito de todo lo que me rodeaba.

- Señora, ¿puedo hablar con usted en privado por favor?- Dijo el médico dirigiéndose a mi madre. Ella asintió y sin dudarlo caminaron hacia fuera de la habitación.

- ¡Miaaaaaaaaaa!- Gritó desesperadamente alguien al cual reconocí la voz enseguida. Era V que venía con Jungkook y Suga. Ellos eran mis amigos desde bien pequeños. Sobretodo éste primero, con el que casi se puede decir que nací.

Habían aprovechado el momento en el que la habitación se había quedado libre para entrar ellos y estrecharme entre sus brazos. Gesto que agradecí silenciosamente.

-Dinos que saldrás pronto de aquí, me asquean estos sitios- Dijo Suga intentando producir en mi rostro al menos una leve sonrisa. Sabía perfectamente que sus comentarios me encantaban y no dejaba de hacerlo aun en esa situación. Solté una risa casi imperceptible acompañada de una sonrisa.

V no paraba de examinarme para ver cómo me encontraba. Era la vez que más preocupado lo había visto. No me extrañaba. Me acababa de atropellar un coche mientras hacía el acto más cotidiano como pasar por el paso de peatones mientras salía de clases. -Dime por favor que estás bien, ¿Qué te duele? ¿Qué te han dicho?- Me preguntó V ya cansado de intentar descubrirlo por el mismo. Me conocía tan bien que sabía que algo iba mal y no por las costillas rotas o las heridas de mi cabeza. Sino que había algo más que me había roto por dentro.

Intenté contener mis lágrimas mientras miraba la ventana e involuntariamente me mordía los labios para sostener mis miedos.

-Mia...- Dijo la voz de Jungkook preocupado por aquella situación.

Quería articular palabra pero no podía. Pensar las frase que tenía que decir me producía un nudo en el estómago que hacía que quisiera estar en otro lugar y de otra forma que no fuera postrada en una cama.

-Chicos... -Decía mientras giraba la cabeza hacia aquellas caras preocupadas. Me dolía tanto decírselo a ellos por su preocupación, que antes de decir nada inspiré lentamente y exhalé como si pudiera expulsar lo negativo que se había anclado en mi vida en un segundo. - No puedo caminar.

El silencio se hizo presente en esa habitación a lo que se unía las caras de mala sorpresa de los chicos. Se miraron los uno a los otros maldiciendo el momento, el lugar y la persona que atacó mi vida y me dejó sin nada. Ante aquella situación se propusieron no dejarme sola en ningún momento ya que sabían que era lo único que podían hacer. - Yo no puedo los martes- dijo Jungkook con cara de preocupación y tristeza. - Pues vendré yo, no te preocupes. Haré lo que sea por que no te quedes sola, no te preocupes -argumentó V mientras me miraba con una sonrisa. - Mis padres ya me avisaron que no puedo faltar por la tarde ni un día más a las clases particulares. -Explicó Suga.

-Chicos de verdad no hace falta este jaleo, estaré bien, se cuidar de mí misma. -Me apoyé en este último argumento para intentar no complicar la vida a mis amigos.

-Yo me quedaré -espetó V seriamente -No hace falta que vengáis de verdad, yo estaré aquí y así no habrá problemas. Sabía que le dolía esta situación tanto como a mí. Él era como mi hermano, había compartido toda mi vida con él. Eso me hizo mirarlo con nostalgia.

Me acompañaron durante toda la tarde, hasta que llegó el momento en que tenían que irse. Todos se despidieron de mi con un abrazo que me hacía saber que los tenía para lo que necesitara, y eso en parte, me alivió.

Pasaron 9 días y mi madre y V habían venido todos los días. Hasta que a partir del décimo día le dije a V que ya estaba mucho mejor que podía irse a casa. Se le notaba cansado y no quería que no rindiera en clase lo que debía por mi culpa. Rechistó pero apaciguó a los 5 minutos con mis argumentos. -Lo que sea, avisame por favor- Avisó antes de salir por la puerta.

Y así, pasaron los días en ese hospital en el que tuve tiempo para meditar y hacerme la idea de cómo tenía que vivir a partir de ahora.

Llegó el último día de estancia en ese maldito hospital. Mi madre me ayudó a ponerme en la silla de ruedas y me dejaron probar algunos minutos por el hospital para ver cómo podía llevar aquello. Ella me observó mientras hablaba de nuevo con aquel doctor, no parecía entusiasmada, no sé si era lo que le decía pero suponía que ver a tu hija en esta situación no ayudaba. No me entusiasmaba la idea de tener que pasar mi vida entera ligada a una silla. Y el estar sentada en aquella silla sólo era un recordatorio a lo que me quedaba por pasar.

Llegué a mi casa unifamiliar que estaba situada en un pueblo de Corea del Sur, alejado de todo pero me gustaba, y volver a aquel sitio me reconfortó. Me reí con sarcasmo al pensar que realmente era lo único que me había reconfortado desde hacía dos semanas.

La cosa se me complicaba cuando vi el panorama de tener que subir por las escaleras a mi cuarto. No supe qué hacer ni quería pedir ayuda a nadie. Quería aprender a ser autónoma si esta va a ser mi vida a partir de ahora. Busqué soluciones pero nada parecía lo correcto. Mi madre lo supo desde el primer momento y ya tenía pensada una solución.

- Ven, te llevaré hasta arriba. A partir de ahora te llevaré las comidas a tu cama, no quiero moverte innecesariamente. - Argumentó ella y asentí sin otra alternativa. Me cogió por la espalda como cuando tenía 5 años y no tenía ganas de andar más. Pero ahora ese no era el motivo. Me dolió recordarlo pero aguanté.

Llegué arriba, mi madre me había ayudado a ducharme y vestirme por ser la primera vez. Mientras todo eso pasaba yo ya asimilaba todo lo que tenía que hacer para el día de mañana. Estaba ya en la cama cuando mi madre vino con unos fideos instantáneos que agradeció mi tripa al olerlos. Después de la comida del hospital cualquier cosa era mejor.

-Tengo que hablarte de algo importante Mia, necesito que seas comprensiva. -Me cogió probando los fideos cuando soltó eso..

-¿A qué te refieres?- no entendía lo que quería decir con ello y se lo hice saber de inmediato.

-El médico me dijo que esta casa no es la mejor para tus condiciones, así que me dió una solución- esperé a que dijera algo más, pero ese silencio me asustaba cada vez más a medida que pasaba el tiempo. Paré de cenar y la miré intentando adivinar lo que sus labios querían decir y no soltaban. Cuando sonó una palabra que no me esperé.

-Ya lo he hablado con tu padre...Vamos a mudarnos a Seúl.

BreathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora