Capítulo Sexto

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- Por supuesto que me parece extraño, ¿puedes culparme por ello? - preguntó Inés tensando todo su cuerpo.

- No - respondió él mirándola con tristeza.

- Victoriano, creo que lo mejor es el divorcio; pensé que estarías de acuerdo conmigo. - ella fruncía el ceño y él deseo acariciar su frente.

- Anoche estuve pensando en tu decisión de obtener el divorcio, yo no me siento bien con todo esto, este matrimonio que nos impusieron... Sin embargo...

- ¿No has tenido otras relaciones? - ella hizo la pregunta e inmediatamente se arrepintió. Él permaneció paralizado en el asiento, mirándola desde esa posición en desventaja.

- ¿Eso importa? - preguntó él vacilante.

- Mucho - ella no dudó en responder. Después de considerar si mentir era una opción con mejor salida, entonces optó por la sinceridad.

-  Si. - Inés sintió que su corazón se quebraba, era la primera vez que hablaban con tanta sinceridad desde aquella noche cuando Victoriano decidió irse de la casa Santos. Al ver su palidez, Victoriano se sintió como un canalla. - Lo siento.  - Ella levantó la barbilla y le dijo con frialdad.

- Entonces no se qué pretendes al venir aquí y decirme todo esto.

- No quiero arrepentirme de mis decisiones - ella rió sin alegría.

- Pero se te olvida que son mis decisiones, yo soy quien desea el divorcio. - acotó ella con voz cortante.

- Decisiones que influirán en mi vida.

- ¡Que descaro el tuyo! Ni siquiera nuestro matrimonio ha influido en la forma en la que vives; no me hagas reír - a medida que le recriminaba subía el tono de voz -  te importa un bledo este matrimonio.

- ¿Acaso a ti te importó? - Le gritó él en respuesta a su acusación, después se pasó las manos por la cara y terminó con un tinte frustrado en la voz - por lo menos yo lo intenté una vez.

- No hiciste mucho esfuerzo - le recriminó ella. Victoriano resopló enojado.

- Tienes razón, pero entonces no menosprecies mi intención aquella vez -  Inés se ruborizó al recordarlo, y esquivó su mirada.

- Era solo una niña y tu no estabas a gusto con eso.

- Hubiese dado mi vida esa noche por tenerte, pero no me dejaste.

- Estaba asustada - Inés sintió un vacío en el estómago y aún peor en el corazón.

- Lo sé, para ninguno de los dos era sido fácil, nada de esto ha sido fácil. 

- Pero yo no he buscado amantes estos ocho años -  dijo en tono acusador

- ¿Y el tal Loreto? - le recordó Victoriano enojado, ella se maldijo internamente.

- Eso es diferente  - Victoriano se levantó de la silla y se acercó a ella, vio como el labio de Inés temblaba y sus ojos verdes parecían estar preparados para derramar lágrimas; aunque hasta ese momento Inés no había mostrado ningún signo de debilidad. Ya no era la muchachita que se encerraba en el baño a llorar tras una discusión, Victoriano deslizó una mano por la mejilla de Inés, y ella cerró los ojos.

- Inés... -  antes que pudiera arrepentirse de lo que hacia, tomó a Inés con sus brazos por la cintura y la levantó hasta que quedaron sus ojos a la misma altura. 

- ¿Qué haces? - preguntó ella alarmada, temblaba como un cervatillo asustado. Él no le respondió, sino que la observó con atención a los ojos.

Decisión de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora