Capítulo Vigésimo Octavo

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Habitación Principal

Inés y Victoriano entraron a la habitación rápidamente, al cerrar la puerta él la recostó en la puerta y la besó apasionadamente. Ella acarició loa hombros masculinos con suavidad para después hincar sus uñas en ellos, demostrándole cuánto era su deseo por él. Al abandonar él su boca unos instantes, notaron que sus respiraciones ya estaban aceleradas como si hubiesen estado corriendo un maratón.

- Amo tu boca - le dijo él susurrando sobre sus labios. Ella comenzó a quitarle la camisa con desesperación.

- Hazme el amor... - le suplicó y él la tomó de las caderas y la alzó, presionando su cadera contra ella y mostrándole la evidencia de su excitación. Él volvió a atacar sus labios con rudeza que a ella le fascinó. - ella gimió y él la caminó con ella en brazos y aferrada a su cuerpo, cuando llegaron a la enorme cama él la bajó con cuidado y se despojó de la camisa que ella antes ya había comenzado a quitarle.

- Voy a hacerte suplicar... - le prometió con voz ronca y ojos encendidos de pasión y ella sonrió complacida por la amenaza.

- Haz que valga la pena estos meses de abstinencia. - El rió suavemente y la tomó de la nuca, la acarició y peinó con sus dedos su cabello azabache. Ella se sacó la blusa y su brassier de encaje dejó ver sus pezones erectos, una sombra mojada marcó sus pezones y ella suspiró frustrada. - Debí haber extraído la leche materna. - El la despojó del brassier y tomó sus pechos, entonces bajó a tomarlos con su boca, ella se arqueó a él y gimió aferrando su cabeza a sus pechos. - Dios...

- Eres deliciosa... - Le susurró sobre los pezones y ella soltó el aire con fuerza. - Estás muy hermosa. - La admiró unos segundos antes de encargarse de quitarle las botas, medias y  los vaqueros de su esposa, los bajó junto a las braguitas, dejándola totalmente desnuda y a merced de sus maquinaciones. - Voy a hacerte gozar señora Santos.

- Si... - Victoriano se lanzó a besar a Inés en su intimidad, su lengua y labios cumplieron la promesa que él le había hecho, ella jadeo con cada toque, con cada caricia y beso. Suplicó una serie de retahílas incomprensibles pero que solo el lenguaje del amor podía comprender, y él disfrutó de verla sonrojada y vulnerable ante la entrega. Cuando Inés tuvo su orgasmo él subió a tomar sus labios y ella sonrió y acarició el pecho fuerte de su esposo.

- ¿Te gustó? - Le preguntó él sonriendo también. Ella le mordió el labio con suavidad.

- A riesgo de darle rienda suelta a tu ego... Eres lo mejor que he tenido en mi cama. - Bromeó

- He sido el único que ha estado en tu cama. - Dijo él siguiendo la broma y besándole suavemente.

- Pero te superaste. - el rió.

- Y es solo el principio. - Él se despojó del resto de su ropa y se unió de nuevo a ella en la cama, la acarició con devoción y le hizo promesas que la excitaron una vez más. Entonces la penetró hondamente y la instó con sus manos a seguirle el ritmo.

Victoriano estaba tremendamente excitado y después de meses de sólo besos y caricias, ahora podía hundirse en el cuerpo de su esposa, sintiendo cada espacio de su ser y uniendo no sólo su cuerpo, sino su corazón al de ella. La embistió primero con delicadeza, pero al ver que para ella no era suficiente, entonces dio rienda suelta a su pasión y las embestidas se hicieron cada vez más rápidas y profundas, ella se agitó y le arañó la espalda, gimió una y otra vez y él gruñó de satisfacción, cuando el orgasmo se hacía cada vez mas cercano, Inés se aferró a él y le suplicó que lo prolongara, él lo hizo y unos minutos después el climax los arrasó y ella gritó su nombre. Después de unos minutos tratando de sosegarse, él se levantó suavemente sostenido de sus brazos y la miró con pasión.

Decisión de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora