Capítulo Décimo Noveno

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Victoriano se llevo a la cafetería a Inés, él la dejó llorar mientras aguardaba en silencio la oportunidad de darle consuelo. Sabía que no debía ser fácil para ella lo que estaba sucediendo, se puso en su lugar y su corazón sintió dolor tan solo de pensar que en lugar de Emiliano fuesen Cassandra o Constanza. Cuando Inés dejó de llorar, él le extendió un pañuelo; ella lo tomó y se limpió las lágrimas.

- Gracias...

- ¿Quieres tomar algo? - ella negó con la cabeza. El camarero se acercó y él pidió un café para él y un té para ella, Inés lo miró fijamente. 

- Estoy seguro que no desayunaste antes de venir. Además el té ayudará a que te sientas mejor. - Ella asintió - Inés, es normal que te sientas así. Yo mismo estoy destrozado con todo esto.

- Emiliano nunca te importó.

- No seas cruel. Eso no es cierto. - Ella se puso las manos en la cara y sollozó.

- Él anhelaba ser como tú, por eso fue a la Hacienda. - ella golpeó la mesa con la mano. - No debí permitir que fuese.

- No es tu culpa - Le dijo él con tristeza. Ella lo miró y sintió que un abismo se había instalado entre ellos, aún peor que ocho años de distancia.

- Fue mi culpa por confiar en ti.

- Inés...

- No debiste permitir que montara sin experiencia. Tu tenías que saber que podía haber un accidente... Por tu culpa mi hermano no caminará jamás - él la observó derrumbarse, no se sintió herido por sus palabras, sabía que estaban cargadas de dolor y angustia, de temor por lo incierto. Así que solo la acompañó en silencio.

Habitación de Hospital

Inés se sintió avergonzada durante el resto del día, Victoriano había permanecido a su lado en silencio, son recriminar sus duras palabras; luego de estar más tranquila se arrepintió de haberlas dicho. La puerta de la habitación dio paso a una enfermera y un camillero que traían a Emiliano. Ella sonrió temblorosa al ver a su hermano y él le dirigió una mirada seria.

- Emiliano... - la voz se le quebraba y los ojos se le empañaron, pero respiró hondo para no llorar frente a él.- Gracias a Dios estás bien.

- ¿Bien? - la nota de amargura en la voz de Emiliano la sobresaltó, Victoriano fruncio el ceño y se tensó. Por muy asustado o enojado que estuviese Emiliano, no permitiría que molestara a Inés. - He quedado como un inútil.

- No digas eso, cariño. El médico dice que tenemos que esperar un tiempo para...

- No volveré a caminar, lo sabes. Por eso estás a punto de quebrarte.

- Emiliano... - quiso intervenir Victoriano

- No quiero tu lástima. - Emiliano lo miró con rencor. - Es más, quiero que te largues.

- Cariño... - Inés miró a Emiliano y Victoriano, y trató de calmar a su hermano.

- Eres lo peor que le pudo ocurrir a mi hermana. Quiero que te alejes de ella... No quiero que te acerques... - viendo que Victoriano no se movía, Emiliano gritó con fuerza. - Que te largues, maldita sea.

- Victoriano... - Inés le colocó una mano sobre su brazo - será mejor que te vayas. - el se tensó, pero al verla mirarlo suplicante, aceptó. Salió de la habitación y dejó a los hermanos Huerta a solas. - Emiliano...

- No lo defiendas. - dijo mirándola con dolor.

- No lo haré - le susurró y se acercó a él. Le tomó la mano y la acarició con ternura. - Te quiero. - Emiliano lloró y ella le susurró palabras de consuelo, mientras derramaba lágrimas por su hermano. Mucho después, cuando Emiliano dejó de llorar, ella le habló con ternura. - Vas a superar esto. Veremos especialistas, lo que sea necesario.

Decisión de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora