Epílogo

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- Tío Emiliano lanza la pelota. - Gritaba un niño de siete años.

- Si papá, lánzala. - se unió otro niño de ocho.

- ¿Están seguros de poder vencerme? - les retó Emiliano desde la silla de ruedas y con una sonrisa en los labios. El hombre lanzó la pelota y encestó en la red que tenían preparada para jugar. Los niños gritaron de alegría y corrieron tras la esférica, mientras Emiliano reía, Constanza se acercó.

- ¿Todo bien? - Ella besó a su esposo en los labios.

- Ahora mucho mejor. - Como de costumbre la sentó en sus piernas y ella se dejó mimar unos minutos. Los niños protestaron al ver que Constanza se adueñaba de su compañero de juegos, pero siguieron jugando.

- ¿Cómo va tu espalda?

- Ha mejorado el dolor. - Emiliano había recuperado algunas funciones, incluso podía estar de pie por momentos y dar algunos pasos, sin embargo el esfuerzo resultaba doloroso, por lo que prefería usar la silla de ruedas.

- Esta noche te haré un masaje - le prometió ella recostándose en su pecho.

- Estaré esperando el momento. - Le aseguró él. Los niños gritaron de alegría al ver que metían la bola en la red.

- ¿Lo viste papá? - El asintió orgulloso y Constanza sonrió.

- Buen trabajo chicos. - Les felicitó.

- Es un desastre su ropa. - Dijo Constanza con una mueca. - ¿Es que se acuestan en el lodo? - Su hijo corrió hasta ella y con una sonrisa la abrazó arrancando un gemido de su madre. - eres un pequeño travieso Emilio. - Sin embargo lo abrazó y le tendió los brazos a Santiago el hijo menor de Cassandra. Una camioneta entró a la hacienda y los niños corrieron para saludar a los recién llegados, Inés y Victoriano habían salido de vacaciones con su familia y regresaban, la hacienda estaba llena porque sería su aniversario. Victoriano bajo de la camioneta y los niños corrieron hasta él.

- Tio, encesté la pelota dos veces - Le anunció Santiago.

- Yo una vez. - Dijo ansioso Emilio.

- ¿Tantas veces? Seguro le ganaron a Emiliano. - Los niños asintieron y Victoriano sonrió alborotando los cabellos de los niños, para después abrir la puerta de la camioneta para dejar salir a sus hijos. Emiliano y Santiago esperaron a que su primo Mauricio de seis años.

- Mau, ¿quieres jugar a la pelota? - El niño asintió y su padre le guiñó el ojo dando su aprobación, entonces su hijo corrió junto a sus primos. Inés bajó y apareció frente a su esposo.

- Venía cansado... - Dijo ella susurrándole

- Se le quitó todo cuando los vio. - le dijo sonriendo a su esposa. Victoriano sacó la silla de bebé con una pequeña de seis meses que dormía profundamente. Se la entregó a su esposa. Una niña de cuatro comenzó a protestar para ser liberada de la silla. - Ya voy.

- Quitame esto papi. - Dijo tirando del cinturón y sorbiendo su nariz humedecida. - Quiero jugar.

- Tu irás directo al baño mocosita. - Anunció Inés y su hija protestó. Alejandro bajó con suavidad entre todo el jaleo, ya era un adolescente de doce y comenzaba a irritarse con sus hermanos pequeños.

- Gracias a Dios llegamos. - Dijo mirando con intensidad a su padre quien le sonrió entendiendo. Su sobrino José Eduardo poco menor que Alejandro llegó saludando.

- Hijo, ¿puedes ayudarme pidiéndole a alguien que suba las maletas? - el joven asintió y se dirigió dentro con su primo. Victoriano pudo soltar a su hija. - Listo Valentina. - La niña estornudó e Inés le tomó de la mano.

- Vamos a darte un baño mi vida.

- Dame a Victoria. - le dijo su esposo. La vida con cuatro hijos era de todo, menos aburrida y sencilla. Inés y Victoriano llevaban veinte años de casados, trece viviendo juntos y amándose cada vez más. Peleaban de vez en cuando como todo matrimonio, pero habían acordado jamás irse a la cama enfurecidos, así que muchas veces esas peleas terminaban apenas comenzaban. Al avanzar saludaron a Emiliano y Constanza.

- ¿Cómo ha estado todo?

- Sin complicaciones - anunció Emiliano a su cuñado, quien lo había dejado a cargo. Constanza cargó a Victoria.

- Tía Connie, ¿Dónde está Camila?

- Está durmiendo la siesta. - La niña fruncio el ceño porque deseaba jugar con su prima.

- Tu vas a hacer lo mismo. - Anunció su madre y la niña protestó. Victoriano sonrió a su hermana mientras veía avanzar a su esposa hasta la casa.

- ¿Cuándo llegó Cassandra?

- Ayer, debe estar recostada. El médico le ha dicho que debe descansar porque la fecha del parto está cerca, y ha hecho de todo menos eso. - Victoriano asintió con el ceño fruncido.

- Pero, ¿está bien? - Constanza asintió. Victoriano tendió los brazos para que le regresara a sus hija. - ¿Prepararon lo que les pedí?

- Todo listo.

Fiesta de Aniversario

Constanza y Cassandra se encargaron de realizar la fiesta de Aniversario de Inés y Victoriano, todo estuvo perfecto esa noche y la pareja se veía feliz. La casa estaba llena de niños y de alegría; desde la ciudad Vicente y Diana habían ido a disfrutar con la pareja junto a su hija Diana y su hijo Diego.

Inés y Victoriano bailaron abrazados y todos fueron testigos de lo mucho que se amaban. Sin embargo, no fue sino hasta entrada na madrugada cuando Victoriano la llevó hasta un lugar donde le demostraría cuánto la amaba a ciencia cierta. Ella se dejó llevar en el lomo de un caballo enorme.

- ¿A dónde vamos?

- A la cabaña.

- ¿Qué hay allá?

- Nuestro regalo de aniversario.

- ¿Por qué tan lejos?

- Hay muchos niños en casa. - Le dijo él sin explicar más, y ella se sonrojó y se recostó en el pecho de su esposo. - ¿Se te acabaron las preguntas?

- Confío en ti. - El sonrió y al llegar a la cabaña, la cargó bajándola del animal. Entonces la llevó en brazos hasta la puerta donde entro con ella, aunque con un poco de dificultad al intentar abrir la puerta, lo que arrancó risas en ambos. Cuando la bajó encendió la luz y pudieron ver el esmero con el que Constanza y Cassandra decoraron el lugar para que pudiesen disfrutar una especie de noche de bodas.

- ¿Te gusta? - Dijo sonriendo

- Es hermoso...

- Esta noche... - le dijo acariciando su cintura - tendremos una noche de bodas, como debimos tenerla hace veinte años. - Ella se dio la vuelta y se guindó en su cuello, lo besó en los labios.

- Eres un eterno romántico. - el se sonrojó avergonzado.

- Quiero que sepas que te amo cada día de mi vida. Te amo con más intensidad y deseo hacerte feliz como nadie lo hará.

- Me haces feliz cuando abro los ojos cada mañana y estás a mi lado en la cama. - Él acarició con nariz la de ella.

- Estamos condenados a amarnos.

- Hasta siempre.

- Desde siempre - Le dijo mordiendo sus labios y quitándole la enorme chaqueta que la cubría por el frío, ella tembló y protestó.

- Está helada esta cabaña.

- Yo te daré calor - Le prometió con voz ronca. Y ella sonrió aferrándose a su cuello y dejándose llevar hasta la cama donde él le demostró cuánto la amaba y ella se entregó a él sin reservas.

- Te amo - Le susurró ella sobre su pecho luego de hacer el amor.

- Soy afortunado de haberte encontrado Inés. Nunca me cansaré de amarte mi Cielo.

Fin

Decisión de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora