Capítulo Duodécimo

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Inés se tensó e irguió su cuerpo, se despegó del cuerpo sudoroso de su esposo, y sacó el miembro masculino de su cuerpo.  Victoriano sintió que algo se había quebrado entre ellos, sintió el vacío del abandono de Inés, ella se cubrió con su bata, y con manos temblorosas se recogió el cabello en una coleta. 

- ¿Qué sucede?

- Recordé que tengo que terminar unas entregas

- ¿Ahora mismo? Quédate un rato más -  le dijo palmeando la cama, invitándola a acostarse de nuevo. 

- Prometiste acompañarme a la exposición, así que tengo que terminar eso pronto. -  Victoriano se levantó con un suspiro.

- Bien, ¿Qué haré mientras tanto?

- Ve a tu casa

- A mi casa. - dijo Victoriano asintiendo sin muchas ganas - ehm... pensé que pasaríamos la tarde juntos.

- No puede ser, voy a ducharme 

- Te acompaño 

- No - dijo Inés rápidamente -  es mejor que esperes a que yo termine - Victoriano frunció el ceño. ¿Qué había hecho?

- Si es lo que quieres  - Inés entró al baño y cerró la puerta con pestillo, se sentó en la bañera y suspiró. Él le había dicho que la amaba, sin embargo ella no le creía. Cuando terminó de bañarse Victoriano estaba sentado en la cama, llevaba los pantalones puestos, con el cierre abierto, el cabello revuelto y miraba una fotografía

- ¿Qué haces?

- No sabia que guardabas esta foto  - Inés se mordió el labio

- Cuando me mudé de la mansión, la conservé - Victoriano miraba la fotografía con expresión ausente, parecía recordar el momento que fue tomada. Estaban en un parque, todos juntos y decidieron tomarla, Constaza, Cassandra, Emiliano, Victoriano y a su lado Inés. Ella buscó en su armario la ropa que se colocaría, escogió un traje negro, buscó el conjunto de ropa interior que le gustaba, él se levantó y le acarició la espalda - Tengo que vestirme... - él se retiró al baño con desgana

- Espero que tengas agua muy fría señora Santos, la necesitaré - Inés sonrió, no se había sentido tan bien de usar su apellido de casada hasta ahora.

Inés trabajó toda la tarde y Victoriano regresó a su casa, se sentó en su despacho a revisar papeles, a las ocho irían a la dichosa exposición de arte, él estaba vestido, esperando el momento para salir a recoger a Inés.

- ¿A dónde vas? - le preguntó Constanza a su hermano, cuando entró al despacho

- A una exposición de arte, con Inés

- ¿Han arreglado sus cosas?

- Espero… 

- ¿Volverás a la ciudad? - preguntó Constanza esperanzada, Victoriano la observó detenidamente y se sintió culpable, no había pensado en las consecuencias de trasladarse tan lejos, no solo le había fallado a su matrimonio. Se levantó y abrazó a su hermana menor.

- ¿Quieres que me quede en México?  - Constanza asintió  - bueno, la última palabra la tiene Inés.

- ¿Inés?

- Si, si ella me acepta me quedo para siempre. -  Constanza sonrió.

- Inés te quiere  - Victoriano sonrió y luego examinó su reloj 

- Me voy, no quiero que Inés crea que la dejé plantada. - él partió a buscarla, se sentía un adolescente en su primera cita, el corazón le latía desesperadamente; por la expectación de lo que pudiera pasar durante la noche. Cuando tocó a la puerta, Inés abrió; estaba preparada llevaba unos vaqueros y un jersey rosa, llevaba el cabello suelto, y llevaba un ligero maquillaje, estaba hermosa; tanto que él se quedó sin habla.

- Hola ¿no vas a pasar?

- Ehm... claro - Victoriano se acercó a ella y la besó suavemente en los labios - ¿estás lista?

- Si, voy por mi bolso  - Inés se dio la vuelta, pero él la volvió a él y la pegó contra su pecho.

- Estás hermosa -  le dijo aspirando su aroma en la curvatura del cuello.

- Llegaremos tarde… 

- ¿Importa?

- Quiero ver todo...- dijo Inés tratando de concentrarse en sus respuestas, pero el aliento y los besos de su esposo en su cuello se lo hacían imposible, la mano fuerte de Victoriano acarició su espalda y ella quiso pedirle que la despojara de la ropa, que le hiciera el amor una vez más, pero necesitaba con urgencia sentir que ese nuevo comienzo era más que sexo, con pesar se separó de él, quien ya daba muestras físicas de su deseo. - ¿Nos vamos?

- Estoy para complacerte esta noche

La exposición estuvo muy atrayente, incluso para Victoriano que odiaba esos acontecimientos, pasaron la noche en el departamento de Inés e hicieron el amor varias veces.  Las siguientes tres semanas fueron el paraíso para ambos, pasearon se conocieron mucho más de lo que ocho años atrás habían permitido. Victoriano le había insistido a Inés que regresara a la Mansión, pero ella se mantuvo firme, ella deseaba su espacio; más por miedo a que una ruptura acabara con ella y se viera en terreno Santos. Él pasaba las noches a su lado, sin embargo ella no permitía que llevara su ropa a su departamento. Viajaron juntos a Acapulco y pasaron varios días solos en la casa que la familia tenía allí, Inés se sentía dichosa, parecía que nada podía empañar esa felicidad.

Después de unos días de disfrute, debían volver al acontecer diario, el trabajo... Inés sintió que el alma se le caía al suelo, cuando Victoriano le hizo un anuncio que posiblemente cambiaría su relación. 

- Debo regresar a la Hacienda -  ella se quedó de piedra, los platos que estaba lavando casi se le caen, entonces respiró hondo tratando de ahogar el pánico.

- ¿Cuándo te vas?

- Mañana mismo si todo sale bien.

- ¿Mañana? ¿Por qué tan pronto?

- No ha sido tan pronto - dijo Victoriano sonriendo y tomando a Inés por la cintura - hice lo posible por alargar este tiempo, pero necesito volver a solucionar algunos asuntos - los labios de Victoriano torturaban a Inés, acariciando sus hombros, su cuello, sus pechos sobre la tela.

- Bueno entonces debes volver... - acordó ella no muy contenta, esa noche Inés y Victoriano hicieron el amor, cuando ambos disfrutaron su orgasmo, él se durmió e Inés se quedó observándolo, grabándose cada detalle de su rostro. Lo amaba, lo amaba como nunca había amado y como sabría que jamás amaría a nadie más. El volvería a ver a la mujer esa, a Deborah...  la que había ocupado su lugar; un dolor en el pecho se hizo casi insoportable, se levantó y se encerró en el baño donde derramó lágrimas de dolor.

Continuara...

Decisión de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora